martes, 4 de diciembre de 2007

Introducción General

Me gustaría presentar al lector la vida ejemplar del bendito Profeta Muhammad [1] y su personalidad distinguida y excepcional. “El agua de la vida” para la salvación de la humanidad debería ser conocida por todo el mundo.
El Profeta Muhammad es la gloria de la humanidad. Durante los catorce siglos pasados, muchos pensadores, filósofos, científicos y eruditos, cada uno una estrella radiante en nuestro mundo intelectual, han permanecido de pie tras él en señal de respeto y admiración, y se han enorgullecido de pertenecer a su comunidad.
Es suficiente para apreciar y entender su grandeza que incluso después de tantos ataques recibidos, todavía oigamos las palabras “atestiguo que Muhammad es el Mensajero de Allah” en los alminares cinco veces al día. Nos alegramos mucho mientras su nombre se proclama desde los minaretes, como hacen los muertos y otros seres espirituales. A pesar de los esfuerzos concertados para corromper a nuestra gente joven y pervertirla, ellos siguen dirigiéndose sin cesar hacia él, aunque no puedan percibir la realidad de Muhammad en su totalidad.
El tiempo no nos ha hecho olvidar su verdad. Está tan claro en mi mente que si menciono su sagrado nombre, es como si estuviera a punto de encontrarme con él. Una vez, mientras iba en peregrinación a su ciudad, la radiante Medina, sentí que estaba a punto de aparecer y darnos la bienvenida. Al pasar el tiempo algunos pensamientos se convierten en obsoletos, pero él permanece tan fresco como un capullo de rosa en nuestros cora­zo­nes. Además, cuando oímos su nombre desde los alminares, abando­namos nuestro trabajo inmediatamente y, aceptando su invitación, nos apresuramos a la mezquita.
Si hubieran permitido que nosotros lo describiéramos como los otros han sido descritos, si hubiéramos usado las instituciones sociales y educativas como un medio para este fin, entonces, quizás, nuestros jóvenes seguirían su camino. A pesar de nuestros defectos, muchos toman sus cántaros y corren para llenarlos en esta “fuente pura”. En cada lugar del mundo, incluidos los Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Alemania, tiene lugar un renacimiento islámico. Los musulmanes siembran estas tierras con las semillas de un futuro feliz. El Islam está sano y florece en todas partes como lo hacía durante la Era de la Felicidad, la época de Muhammad.
Lo mismo ocurre sobre todo en las tierras musulmanas. Aquellos musulmanes cuya devoción al Islam era en gran parte inconsciente y carecían de percepción profunda o de ansia de investigación, han dado paso a una nueva generación que sigue conscientemente a Muhammad, a la luz de la ciencia y con los avances del conocimiento. Aquellos que explotaban la incredulidad en las escuelas y las universidades, corren ahora a él. Incluso gente tan conocida como Maurice Bucaille y Roger Garaudy han reconocido la falsedad de sus sistemas y se apresuran a recibirle. [2]
Muhammad como el más querido de los corazones
Me pregunto si hemos reconocido como se merece al más querido de los corazones. Incluso yo, que he estado realizando cinco salat [3] diarios desde que tenía cinco años, esforzándome por ser un criado en su puerta, me pregunto si puedo reconocerlo. ¿Hemos podido entusiasmar con amor los corazones de nuestras generaciones actuales al describir la última fuente de todo amor y entusiasmo?
Si la humanidad conociera a Muhammad, se habría enamorado de él, como Maynun se enamoró de Layla. [4] Siempre que su nombre fuera mencionado, temblarían de alegría esperando entrar en la atmósfera que le rodea a él y a aquellos que siguen su camino incondicionalmente.
Sólo podemos amar a quienes conocemos, y sólo hasta lo que alcanza nuestro conocimiento. Nuestros enemigos han intentado hacérnoslo olvidar, y asegurarse de que su nombre ya no sea mencionado. Como él es apoyado por Allah, todos los obstáculos han sido derribados y la nueva generación se somete a él tan gozosamente, como el que está muriendose de sed y al final encuentra el agua que tanto buscaba. Su impresionante ternura y su compasión abrazarán a cada persona "sedienta" que se le acerque.
Debéis haberos dado cuenta de que cuando venís al salat del yuma (el salat del viernes), la reunión de los fieles en la mezquita consiste fundamentalmente en jóvenes reunidos. ¿Os habéis pregun­tado alguna vez, a pesar del predominio de la equivocación y de la rebelión, del frío y otras dificultades, por qué los jóvenes vienen a las mezquitas y permanecen allí? Solamente hay una razón: Muhammad. Tanto si podemos percibirlo como si no, el alma y el corazón corren a él como las mariposas revolotean en torno a una vela. Incluso las ovejas descarriadas que no han tenido tanta suerte volverán a él. Los científicos y los pensadores lo estudiarán. Los que son actualmente sus enemigos, serán sus amigos íntimos y se refugiarán en su calurosa acogida. En su tiempo, hasta sus enemigos le aceptaron.
Una vez, relató un sueño: “Se me puso en una balanza junto a diez personas de mi Umma y yo fui mayor que ellas. Luego, me pesaron con cien y luego mil personas más y yo fui más pesado que todas”. [5] Relató también: “Y al final me pesaron con toda mi Umma y yo los superé a todos en peso”. [6] Él es mayor que toda la gente intelectual, los místicos y gente de espiritualidad, de fe y de conocimiento, ya que todos los otros seres fueron creados debido a él. Sabemos que en una ocasión Allah le dijo: “Si no fuera por ti, no hubiera creado las esferas”. [7]
Muhammad describe el significado de la creación
El universo es un libro. Si Muhammad no hubiera sido creado, este libro no podría haber sido entendido. Crear un libro incomprensible es una pérdida de tiempo y un esfuerzo inútil. Como Allah está más allá de tales cosas, Él creó a Muhammad para describir el significado de la creación. Allah sería su maestro y la Tierra y los firmamentos estarían sometidos a él. Contestaría a todas las preguntas eternas: “¿Quién soy y dónde me hallo?” “¿Por qué fui creado?” “¿Cuál es mi destino final?” y “¿Quién es mi guía durante ese viaje?”
Muhammad da sentido a la creación y da respuesta a tales preguntas. Si hubiera sido reconocido en su totalidad, habría sido realmente querido. Aunque sabemos poco sobre él, seguimos queriéndole.
Dejadme narrar un incidente que ocurrió durante una visita a la santa ciudad del Profeta. La atmósfera era agobiante. Se me ocurrió algo: Suplico a Allah cada mañana diciendo siete veces: “¡Señor Mío! ¡Protégeme del fuego eterno del infierno y hazme entrar en el Paraíso entre Tus siervos devotos!” ¿Puede existir algún creyente que no desee entrar en el paraíso? Sin embargo, en ese ambiente, me pregunté: “Si os invitaran a entrar en el paraíso por cualquiera de sus siete puertas, ¿preferiríais entrar en la Rauda-la zona de la mezquita situada cerca de la tumba del Profeta-o directamente en el paraíso?”. Creedme: Juro por Allah que me dije: “Este lugar es más atractivo para mí. He tenido oportunidad de rozar mi cara con la tierra de mi maestro, donde yo preferiría ser un esclavo encadenado a todas las otras cosas del mundo. No quiero dejar escapar esta oportunidad”.
Creo que es el deseo de todos los creyentes. Cuando tuve esa oportunidad, estaba con un miembro del Parlamento Turco, el señor Arif Hikmet. Me comentó que había prometido revolcarse en la tierra como un asno al entrar en Medina. Ese gran hombre cumplió su promesa. Cuando me acuerdo de ese incidente, no puedo reprimir las lágrimas.
El mensaje de Muhammad abraza a toda la humanidad y los genios
Desde que el Profeta Muhammad vino con una sagrada Ley que nunca será derogada, un Mensaje que abraza a toda la humanidad y los genios, y que tiene cientos de milagros que superan a los de los demás profetas, él es la cabeza de todos los profetas. Por lo tanto, él es el núcleo y la confirmación de todos sus milagros. Es decir, el acuerdo de todos los profetas sobre la misma fe y el testimonio de sus milagros apoyan la honestidad y la veracidad de Muhammad. Al mismo tiempo, él es el maestro y la cabeza de todos los awliya-santos-y los eruditos de pureza y del conocimiento profundo, que han alcanzado la perfección por su enseñanza y orientación, y por la luz de su sagrada Ley.
Además, él es el alma de las maravillas, la afirmación de todos y la fuerza de la verificación de sus conclusiones. Desde que el camino que ellos han seguido para alcanzar la verdad está abierto, pues así lo deseó él, tanto todas sus maravillas y conclusiones,-establecidas por una investigación meticulosa e intuición-, como el consenso sobre la misma fe, apoyan su misión profética y su veracidad. Es por ello por lo que su llegada es prometida por todos los profetas anteriores. Allah hizo un pacto con ellos de que creerían en él y le apoyarían.
Y cuando Allah concertó un pacto con los profetas: “Cuando venga a vosotros un Enviado que confirme lo que de Mí hayáis recibido como Escritura y como Sabiduría, habéis de creer en él y auxiliarle”. Dijo: “¿Estáis dispuestos a aceptar mi alianza con esa condición?” Dijeron: “Estamos dispuestos”. Dijo: “Entonces, ¡sed testigos! Yo también con vosotros, soy testigo”(3:81).
Todos los profetas guiaron sus vidas con total devoción a su promesa. Cuando el Profeta Muhammad iba a hacer su miray-la Ascensión o Viaje Nocturno-, dirigió su oración-el salat-ante las almas de todos los profetas. [8] Ellos, incluso Abraham, Moisés, Noé y Jesús, demostraron su deseo de convertirse en su almuecín-el que llama a rezar el salat-.
En la Biblia, Jesús dio repetidamente a sus discípulos las buenas nuevas de la llegada de Muhammad. Según Juan (véase 14:16, 26, 30; 16:7) él dijo:
Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre. Este Consolador, el Espíritu de la Verdad, al cual el Padre enviará en mi nombre, os enseñará todas las cosas, y os recordará todas las cosas que os he dicho. Ya no hablaré mucho más con vosotros porque viene el príncipe de este mundo; cuando el Revelador de la Verdad venga, os llevará a la Verdad. Es necesario que yo me vaya: porque si yo no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros.
Me pregunto si comprendemos su inigualable faceta como cabeza de familia. ¿Sabemos cómo ha criado a sus hijos o nietos, de modo que cada uno llegara a ser un gran líder en los siglos venideros? Trató a sus mujeres con tanto acierto, que no había ningún desacuerdo entre ellas. Él está más allá de todo intento de comparación como padre, marido o ser humano.
Él hizo acopio de tantas virtudes sublimes en su bendito ser, de tantas cualidades excepcionales en su misión profética, y de tantos méritos preciosos en la religión y en la sagrada Ley que predicó, que ni siquiera sus más implacables enemigos pudieron encontrarle defecto alguno. Visto que él reúne el cargo, la religión y las virtudes más encomiables, es ciertamente la personificación, el maestro y el representante de todas las perfecciones y las más altas y laudables virtudes que se encuentran en la creación.
Este perfecto comandante desafió a todo el mundo con pocos seguidores. Repelió a todo el que se opuso a sus enseñanzas y nunca fue derrotado, aunque no tuvo ningún maestro mortal y nunca fue a una academia militar.
Él estaba tan bien informado sobre la ciencia que habló a sus seguidores sobre casi todos los acontecimientos importantes que ocurrirían hasta el Día de la Resurrección, como si viera la televisión o leyera una tablilla oculta. [9]
Hace tiempo, un amigo mío me mostró una grabación de video en la que una pediatra canadiense, Keith Moore, había comprendido cómo el Corán relata el desarrollo del embrión humano en el útero y había declarado su aceptación del Islam. En el mismo casete, un psicólogo japonés, que había descubierto que el Islam resuelve muchos problemas que desconciertan a los científicos modernos, estaba intentando pronunciar las palabras árabes para hacer la misma declaración.
¿Quién enseñó aquellos hechos científicos a Muhammad? Es cierto que no habló por sí mismo. Las palabras que dijo le fueron reveladas por su Maestro, El que sabe todo, el Omnisciente. Según avance la ciencia, la humanidad podrá descubrir aspectos diferentes de su personalidad, y se arrepentirá de no haberlo conocido antes.
Sus Compañeros le conocieron y lo quisieron más que a sí mismos. Estuvieron dispuestos a sacrificar sus vidas para protegerle. Por ejemplo, él envió a un grupo de enseñantes a la tribu de Hudail, porque se lo habían pedido. Los incrédulos de la tribu Hudail traicionaron a sus maestros y mataron a la mayoría de ellos. Zaid ibn Dasina y Hubaib fueron entregados a la tribu de Coraich, que a la sazón era enemiga de los musulmanes.
Cuando estaban a punto de ser ejecutados, alguien le preguntó a Hubaib: “¿No deseas ahora que esté Muhammad en tu lugar y tú quedarte con tu familia en Medina?” Hubaib estaba sobrecogido y le respondió: “Preferiría ser cortado en partes a querer que Muhammad estuviera en mi lugar. ¡No quiero que una espina siquiera haga daño a su bendito pie, a cambio de que yo vuelva con mi familia!” Hubaib suplicó a Allah deseándole paz y bendiciones a Su Mensajero y que confirmara que se había mantenido leal hasta la muerte. Entretanto, el Profeta informó a sus Compañeros sobre el martirio de Hubaib, y devolvió sus saludos. [10]
Una mujer llamada Sumaira corrió al campo de batalla al oír que los musulmanes habían sufrido un revés en Uhud. Le mostraron el cadáver de su padre y los de su marido y de su hijo, pero ella los ignoró. Sólo siguió preguntando que había pasado con el Profeta. Cuando uno le llevó hasta el Profeta, se tiró al suelo cerca de sus pies y exclamó: “¡Mensajero de Allah! ¡Todas las desgracias no tienen ningún sentido ante mí, siempre que tú estés vivo!” [11]
Era tan querido que sus Compañeros habrían dado sus vidas si eso hubiera significado que viviría para siempre. Sin embargo, era mortal como todos los seres creados. La hora señalada se acercó y él tuvo que despedirse de sus amigos hechos durante veintitrés años. Muaz ibn Yamal había ido y venido entre Medina y Yemen transmitiendo el Mensaje del Profeta. El día que estaba a punto de irse, el Mensajero de Allah le dijo: “Muaz, ahora vete a Yemen. Cuando vuelvas, probablemente visitarás mi mezquita y mi tumba”. Estas palabras fueron suficientes para que se viniera abajo emocionalmente. [12]
Nuestros problemas pueden ser solucionados sólo siguiendo su camino
Los problemas de nuestro tiempo serán solucionados siguiendo el camino de Muhammad. Esto ha sido reconocido por intelectuales imparciales de Occidente y de Oriente. Como reconoció Bernard Shaw, la humanidad puede resolver sus problemas acumulados volviendo al Profeta Muhammad, quien resolvió las situaciones más complicadas de la manera más sencilla.
La humanidad está a la espera de la vuelta del espíritu muha­m­ma­diano–de los fieles seguidores de Mahoma-mediante el Mensaje de Muhammad. Cuando vuelvan a él para resolver sus problemas, se salvarán de la explotación, se liberarán del sufrimiento, conquistarán la verdadera paz y la felicidad. Este segundo renacimiento ya ha empezado a pesar de la aversión de los incrédulos:
Quisieran apagar de un soplo la Luz de Allah, pero Allah hará que resplandezca, aunque a los incrédulos no les guste. Él es Quien ha mandado a Su Mensajero con la Dirección y con la religión verdadera para que prevalezca sobre toda otra religión, aunque a los politeístas no les guste (61:8-9).
Allah ensalzará su religión y la gente correrá hacia el Profeta Muhammad. Encontrarán la paz y la felicidad con él. La humanidad finalmente aprenderá a vivir en seguridad gracias a él, y eso hará que parezca que vive en el paraíso aunque esté en este mundo temporal. Eso tendrá lugar a pesar de la presencia de los incrédulos de cada país, los malhechores, los hipócritas y los que le ignoran. El señor de los profetas, cuyo nombre proclamamos desde los alminares cinco veces al día, entrará tarde o temprano en los corazones de todos los seres humanos. Como el Profeta Muhammad era un hombre de paz, la humanidad ha encontrado la felicidad en su Mensaje transmitido: el Islam.

[1] En cualquier publicación que trata del Profeta Muhammad, su nombre o título es seguido por la frase “que Allah le bendiga y le dé la paz” para mostrar nuestro respeto a él y porque es una tradición islámica hacerlo. Una frase similar se usa para sus Compañeros y otros musulmanes ilustres: “que Allah esté complacido con él (o con ella)”. Sin embargo, como esta práctica podría molestar a lectores no musulmanes, estas frases no aparecen en el libro, con la condición de que se den por supuestas y sobreentendiendo que ninguna falta de respeto es intencionada.
[2] Maurice Bucaille es un médico y científico francés que aceptó el Islam hace aproximadamente 25 años. Roger Garaudy es uno de los ideólogos del comunismo de nuestra época y un importante cargo del Partido Comunista Francés años atras. Él eligió el Islam hace aproximadamente 20 años.
[3] Es la plegaria preceptiva que se efectúa cinco veces al día.
[4] Layla y Maynun son dos figuras legendarias que se amaron el uno al otro profundamente.
[5] Qadi Iyad, Shifa’ al-Sharif, 1:173.
[6] Ahmad ibn Hanbal, Musnad, 2:76.
[7] Al-Ayluni, Kasf al-Khafa’, 2:232.
[8] Ibn Yarir al-Tabari, Yami’ al-Bayan ‘an Ta’wil Ay al-Corán; Ibn Kazir, Al-Bidaya wa’n-Nihaya, 3:139.
[9] Sahih al-Muslim, “Fitan, 24-25”: Ibn Hanbal, 1:4.
[10] Ibn Kazir, Al-Bidaya, 4:76.
[11] Ibn Kazir, Al-Bidaya, 4:54; al-Haysami, Mayma al-Zavaid, 6:115.
[12] Ibn Hanbal, 5:235.

El período oscuro de la ignorancia

Cada período de la historia caracterizado por la presencia de falsos dioses, ya sea por la adoración de los ídolos, ya sea deificando los indivi­duos o atribuyendo la creación a la naturaleza y a causas mate­riales, es totalmente oscuro. Cuando la fe en Allah el Único falta en los corazones de la gente, esto oscurece sus mentes y almas, cambia las normas y los acontecimientos y el mundo son juzgados desde un falso punto de vista. El Corán define este estado moral, espiritual, social e incluso económico como ignorancia–yahilia-:
O como tinieblas en un mar profundo, cubierto de olas, unas sobre otras, con nubes por encima, tinieblas sobre tinieblas. Si se saca la mano, apenas se la distingue. No dispone de luz ninguna aquel a quien Allah se la niega (24:40).
No me gusta describir la falsedad. Además, describirla está mal allí donde la verdad puede ser descrita. En las Palabras de Allah: Y ¿qué hay más allá de la Verdad, sino el extravío? (10:32). Sin embargo, para aclarar el tema, voy a decir algunas palabras sobre la era preislámica, conocida como la Era de Ignorancia.
El Profeta Muhammad apareció en un tiempo en que la gente había olvidado su conocimiento de la religión verdadera, y habían vuelto a la adoración de los ídolos de piedra, de barro, de pan, e incluso de queso. Como se indica en el Corán:
En lugar de servir a Allah, sirven a lo que no puede ni dañarles ni aprovecharles, y dicen: “¡Éstos son nuestros intercesores ante Allah!” (10:18).
Estaban tan degradados en pensamiento y moral que, como lo relata Abu Darr al-Ghifari, cortaban en trozos sus ídolos y se los comían. La única excusa que tenían consistía en que ellos seguían los pasos de sus antepasados:
Y cuando se les dice: “¡Seguid lo que Allah ha revelado!”, dicen: “¡No! Seguiremos las Sunna de nuestros padres” (2:170).
Enterraban vivas a sus hijas también:
Cuando se le anuncia a uno de ellos una niña, se queda hosco y se angustia. Esquiva a la gente por vergüenza de lo que se le ha anunciado, preguntándose si la conservará, para deshonra suya, o la esconderá bajo tierra... (16:58-59).
Las mujeres fueron despreciadas, no solamente en la Arabia preislámica sino también en las tierras de los sasánidas y de los romanos. El Corán abiertamente declara que los hombres serán preguntados acerca de esto: Cuando se pregunte a la niña enterrada viva ¿qué crimen cometió para que la mataran? (81:8-9)
Después de que Muhammad declarara que era un Profeta, uno de sus Compañeros le dijo lo que él había hecho con su hija:
¡Mensajero de Allah! Yo tenía una hija. Un día le dije a su madre que la vistiera, para llevarla a ver a su tío. Mi pobre esposa sabía lo que esto significaba, pero no podía hacer nada más que obedecer y llorar. Vistió a la muchacha, que estaba muy feliz porque iba a ver a su tío. La detuve cerca de un pozo y le dije que mirara adentro. Mientras ella miraba, la empujé. Mientras ella caía dentro, me gritaba: “¡Papá! ¡Papá!"
Mientras el hombre contaba esto, el Profeta sollozó como si él hubiera perdido a uno de sus parientes más cercanos.[1]
Se les endurecieron los corazones. Cada día se cavaba un hoyo en el desierto para sepultar a una muchacha inocente. Los seres humanos eran más brutales y crueles que las hienas. El poderoso aplastaba al débil. Consideraban la brutalidad como la humanidad, la crueldad recibía la aprobación general, los sanguinarios eran ensalzados, la matanza era considerada como una virtud, y el adulterio y la fornicación eran más comunes que el matrimonio legal. La estructura de la familia había sido destruida.
Este período oscuro fue seguido por el Islam. Además de la erradicación de otros males, Allah declaró en el Corán: No matéis a vuestros hijos por miedo a empobreceros-ya os proveeremos Nosotros a vosotros y a ellos (6:151).

[1] Darimi, Sunan, “Muqaddima” 7-8.

La vida del Profeta antes de su misión profética

El Profeta Muhammad fue criado bajo la atenta mirada y el cuidado de Allah. Su padre Abdallahmurió antes de que él naciera, lo que significó que tuvo que depositar su confianza en Allah y entregarse completamente a Él. Visitó la tumba de su padre años después en Medina, lloró a lágrima viva su corazón, y a su vuelta dijo: “Lloré por mi padre y supliqué a Allah para que le perdonara”.
Después de la muerte de su padre, Allah lo privó del apoyo de los demás y lo orientó para que se diera cuenta de que no hay más dios que Allah, Quien no tiene igual.
Su abuelo y tío le protegieron hasta cierto punto pero él se percató de que su verdadero protector era Allah. Detrás de cada fenómeno, y de cada causa y efecto, pudo discernir al Único Creador del universo y de las causas. En la luz de la Unidad Divina-tavjid-le sería manifestado que Allah es el Único. Es decir, él sería probado en este mundo de sabiduría, donde las causas y los medios materiales tienen lugar en cada logro, y así tendría que usar las causas y medios materiales necesarios y tomar las medidas adecuadas para lograr cada objetivo. Tendría que depender totalmente de su Señor y suplicarle ayuda, así demostrando que sólo Allah puede crear los resultados y dar el éxito.
Como resultado de la muerte de su padre, le llamaron “El Incomparable Diamante Huérfano”-Durr-i Yekta-. Con referencia a esto, Allah se dirigió a él dos años después:
Tu Señor te dará bienes y quedarás satisfecho. ¿No te encontró huérfano y te recogió? ¿No te encontró pobre y te enriqueció? En cuanto al huérfano, ¡no le oprimas! Y en cuanto al mendigo, ¡no le rechaces! (93:5-6, 8-10)
El Incomparable Diamante Huérfano también perdió a su madre, Amina, a una temprana edad. Cuando ella murió en Abwa a la edad de veinticinco o veintiséis años, durante el camino de vuelta tras visitar la tumba de su marido en Medina, Muhammad tenía sólo seis años. Así, él aprendió el dolor de no tener padre ni madre. En efecto, él aprendería y sufriría todo, ya que había sido enviado para enseñar todo a la humanidad y ser un ejemplo en el amplio sentido de la palabra.
Su abuelo Abd al-Muttalib, un anciano respetado de La Meca, se dedicó a protegerle. Por esta razón, Allah salvó a Abd al-Mutalib de la desgracia. Él acogió a su querido nieto, y siempre le ofreció un sitio preferente en su casa.
Él sintió que Muhammad crecería para salvar a la humanidad. Muhammad era tan noble y educado que su abuelo suponía que sería un Profeta. Él no era el primero de sus antepasados en serlo, no obstante: Kab ibn Luayy, a quien algunos consideran un profeta, predijo que el Último Mensajero se criaría entre su propia progenie. Él lo mencionó con su nombre:
De repente el Profeta Muhammad aparecerá;él dará noticias y será veraz en ellas.
Abd al-Muttalib, a quien ni el gran ejército de Abraha consiguió hacer que se le llenaran los ojos de lágrimas, lloró amargamente cuando estaba en el lecho de muerte. Cuando su hijo Abu Talib le preguntó el porqué lloraba, contestó: “Lloro porque ya no podré abrazar a Muhammad” y añadió: “Tengo miedo de que algo le pueda pasar a mi Diamante Incomparable. Te lo confío”.
Abu Talib asumió la protección de Muhammad y, a cambio, a su hijo Ali le sería otorgado ser el padre de la progenie de Muhammad. Después de convertirse en Profeta, el Mensajero de Allah le dijo a Ali: “La progenie de cada Profeta ha descendido de él, pero mi progenie descenderá de ti”. Ali sería el santo mayor y el padre de los santos que vendrían hasta el Último Día, como representante de la santidad del Profeta. Esta es la recompensa de Abu Talib por ayudar a Muhammad.
Abu Talib protegió a Muhammad con suma atención. Ibn Ishaq, entre otros historiadores y biógrafos, relata que él llevó a su sobrino a Siria en una caravana comercial cuando Muhammad tenía diez o doce años. Pararon cerca de Damasco y le dijeron a Muhammad, que como era el más joven, cuidara de la caravana. Desde un monasterio cercano, un monje cristiano, Bahira, observaba la caravana. Él esperaba la llegada del Último Profeta, y así siempre estudiaba a la gente. Notó que una nube seguía la caravana de tal modo que uno de sus miembros siempre tuviera sombra.[1] Él pensó: "Ésta es una característica especial de los profetas. El Profeta esperado debe de estar en aquella caravana”.
Cuando la caravana se detuvo cerca de su monasterio, Bahira invitó a sus miembros a una comida. Al notar que la nube todavía se cernía sobre la caravana, preguntó a Abu Talib si alguien había sido dejado atrás. Abu Talib contestó que habían dejado a un muchacho joven para cuidar de las cosas. El monje les pidió que lo trajeran. Cuando Muhammad llegó, Bahira llevó a Abu Talib a un lado y le preguntó sobre su relación con el muchacho. “Es mi hijo” contestó Abu Talib, pero Bahira rechazó esto, diciendo: “Él no puede ser tu hijo. Según nuestros libros, su padre debe haber muerto antes de su nacimiento”. Luego añadió: “Déjame darte este consejo. Lleva a este muchacho de vuelta inmediatamente. Los judíos son envidiosos. Si lo reconocen, le harán daño”. Abu Talib puso una excusa a los otros miembros de la caravana y volvió a La Meca con su sobrino.[2]
El Profeta Muhammad hizo un segundo viaje cuando tenía veinticinco años, con la caravana comercial de Jadiya, una viuda respetada con la que se casaría más tarde. Durante el viaje, él se encontró con Bahira una vez más. El monje se puso muy contento con este segundo encuentro, y le dijo: “Serás un Profeta, el Último Profeta. Quiero que Allah permita que yo viva para verte alzar como un Profeta. ¡Yo te seguiría, llevaría tus zapatos y te protegería contra tus enemigos!”
Otro acontecimiento principal de la temprana vida de Muhammad fue la guerra sacrílega que aconteció durante su adolescencia. Era la cuarta guerra que violaba la santidad de los meses sagrados Dhu Al-Qadah, Dhu Al-Hiyah, Muharram y Rayab y el territorio sagrado de La Meca. Su causa directa fueron los celos y la animosidad de dos hombres. Uno era de los Banu Kinanah-un grupo confederado a la tribu Coraich-y otro del Qays-Aylan-un clan importante de la tribu Hawazin-. El futuro Profeta, que terminaría con toda la injusticia y la anarquía, ayudó a su tío Zubayr ibn Abd Al-Muttalib juntando las flechas del enemigo, quien representaba a los Banu Hashim en la guerra.
Otro acontecimiento importante fue su presencia en la reunión resultante del hilf al-fudul-la alianza de los virtuosos-. Esta liga contra la injusticia fue patrocinada principalmente por las tribus Banu Hashim y Banu Al-Muttalib. Fue creada para asegurar que los comerciantes extranjeros no fueran más privados de sus derechos por más tiempo, como ocurrió cuando el Coraichi As ibn Wail se apropió de los bienes de un comerciante yemení. El yemení apeló a los líderes Coraichíes en demanda de ayuda, pero éstos le ignoraron.
Cuando los Banu Hashim, la tribu de Muhammad, se enteraron de esto, decidieron formar el hilf al-fudul y obligar a restituir el dinero del comerciante. Hicieron el juramento de que siempre que alguien en La Meca, ciudadano o forastero, sufriera una injusticia, ellos le ofrecerían apoyo hasta que la justicia fuera restablecida. A Muhammad le impresionaron tanto estos nobles objetivos, que diría más tarde: “Asistí a la conclusión de un acuerdo en la casa de Abdallah ibn Yudan. Yo no lo cambiaría por la mejor ganancia material. Si alguien lo reivindica en el Islam, yo le apoyaría”.
La infancia y la juventud de Muhammad eran un preludio de su Profecía. Aparte de otras características excelsas y laudables, todos estaban de acuerdo en su veracidad y honradez. Nunca mintió, engañó, faltó a su palabra, o participó en rituales paganos. Le llamaron al-Amin, “que dice la verdad” hasta sus enemigos más implacables. La gente decía:
Si tenéis que viajar y necesitáis a alguien para cuidar de vuestra esposa, confiarle a Muhammad sin vacilar, ya que él ni siquiera intentará vislumbrar su rostro. Si queréis confiar vuestra riqueza para salvaguardarla, confiadla a este hombre honrado y honesto, ya que él no la tocará nunca. Si buscáis a alguien que nunca diga una mentira y nunca falte a su palabra, id directamente a Muhammad, porque lo que él diga será verdad.
Aquellos que le conocían desde su infancia le aceptaron como Profeta: Abu Bakr, Uzman, Talha, Zubayr, Abu Dharr y Yasir, entre otros. Cuando Ammar dijo a su padre que él creía a Muhammad, éste le respondió: “Si Muhammad dice que Allah es el Único, es verdad. Él nunca miente”.
A comienzos de su Profecía, Muhammad convocó en cierta ocasión a la tribu Coraich al pie de la colina de Abu Qubays. Les preguntó: “¿Me creeríais si os dijera que un ejército de enemigos espera detrás de esta colina para atacaros?” Todos contestaron que sí, incluso su tío Abu Lahab, que se convertiría después en uno de sus enemigos implacables.[3]
Cuando la humanidad estaba en la extrema necesidad de alguien que destruyera la incredulidad y reanimara el mundo, Allah envió a Muhammad para detener todas las representaciones de la maldad. En las palabras de Ahmad Shawky:
Salió el sol de su orientación,y el universo entero fue alumbrado.Una sonrisa apareció en los labios del tiempo,y sus alabanzas fueron cantadas.
Cuando él apareció en el horizonte de Medina años después, los niños puros e inocentes de aquella ciudad iluminada cantarían:
Salió la luna sobre nosotrosde las colinas de WadaDemos graciaspor la invitación de Allah.[4]

[1] Busiri, en su famoso Qasida al-Bura (el Elogio de Bura) menciona esto, diciendo: "Una nube se cierne sobre su cabeza y lo protege del sol".
[2] Ibn Hisham, Sira, 1:191.
[3] Sahih al-Bujari, “Tafsir”, 1:111; Sahih al-Muslim, “Iman”, 335.
[4] Ibn Kazir, Al-Bidaya, 3:241.

El Profeta esperado

La Sagradas Escrituras y los Salmos. Un Compañero una vez le pidió al Mensajero de Allah que hablara sobre sí mismo. Él dijo: “Yo soy aquel para el que Abraham hizo el salat y de quien Jesús transmitió buenas nuevas”.[1] A esto se refieren los siguientes versículos coránicos:
(Abraham suplicó): “¡Señor Nuestro! ¡Eleva un Mensajero de entre ellos que les recite Tus mensajes y les enseñe el Libro y la sabiduría, y les purifique! Ciertamente eres el Poderoso, el Sabio” (2:129).
Y cuando Jesús, hijo de Mariam (María) dijo: “¡Hijos de Israel! Yo soy el que Allah os ha enviado, en confirmación de las Escrituras anteriores a mí, y como anuncio de un Enviado que vendrá después de mí, es llamado Ahmad” (61:6).
Se esperaba al Mensajero de Allah. Todos los Profetas precedentes hablaron de él y predijeron su llegada. El Corán (3:81) expresamente declara que Allah hizo un pacto con los Profetas en el que ellos prometían creer y ayudar al Mensajero que vendría después y que confirmaría el Mensaje que ellos habían traído.[2]
Aunque distorsionadas y alteradas, las versiones actuales de las Escrituras, el Evangelio y los Salmos todavía contienen versículos que aluden al Profeta Muhammad. El difunto Husain Jisri encontró ciento catorce de tales alusiones y las citó en su Risalat al-Hamidiya. Citamos unos ejemplos aquí, comenzando con: “El Señor vino del Sinaí y amaneció sobre ellos desde Seir; Él brilló desde el Monte Paran” (Deuteronomio 33:2).
Esto se refiere, respectivamente, a la profecía de Moisés, Jesús y Muhammad. El Sinaí es el lugar donde el Profeta Moisés habló con Allah y recibió las Escrituras. El Seir, una franja de Palestina, es donde el Profeta Jesús recibió la Revelación Divina. El Paran es el sitio en el que Allah se manifestó a la humanidad por última vez a traves de Su Revelación al Profeta Muhammad.
Paran es una sierra en La Meca. Es mencionada en las Escrituras (Génesis 21:19-21) como el área del desierto en donde Hayar fue abandonada por su marido Abraham para vivir con su hijo Ismael. El pozo de Zamzam también está localizado allí. Como se indica en el Corán (14:35-37), Abraham abandonó a Hayar e Ismael en el valle de La Meca, que era entonces un lugar deshabitado entre las sierras de Paran.
Debido a tales predicciones evidentes en las Escrituras, los judíos esperaban al Último Profeta y sabían que aparecería en La Meca.
El versículo del Deuteronomio, según la versión árabe publicada en Londres (1944), sigue: Él vino con gran número de santos; en su mano derecha había un hacha de fuego de dos filos. Esto se refiere al Profeta prometido, que tendría muchos Compañeros con el más alto grado de la santidad y al que le sería permitido, e incluso ordenado, luchar contra sus enemigos.
El Señor me dijo (a Moisés): “Es cierto lo que han dicho. Levantaré un Profeta entre sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará de todo lo que yo le mande. Mas a cualquiera que no oyera las palabras que él les diga en mi nombre, yo le pediré cuentas” (Deuteronomio 18:17-19).
Está claro en estos versos que un Profeta como tú en medio de sus hermanos significa un Profeta de la descendencia de Ismael, ya que Ismael es el hermano de Isaac, el antepasado del pueblo de Israel. El único Profeta que vino después de Moisés y se pareció a él en muchos aspectos (p.ej., trayendo una nueva ley y haciendo la guerra contra sus enemigos) es el Profeta Muhammad. El Corán señala a este: Os hemos mandado un Mensajero, testigo contra vosotros, como antes habíamos mandado un mensajero a Faraón (73:15).
Abdallah ibn Amr, un asceta al que el Profeta recomendó que no dejara de dormir con su esposa y que ayunara sólo un día sí y un día no, transmitió que había dicho: “Todo el mundo en las religiones anteriores sabe que Allah enviaría un Profeta a la humanidad como portador de nuevas noticias y advertidor”. Leí personalmente en las Escrituras estos versículos sobre él:
¡Profeta! Te hemos enviado a la humanidad como portador de buenas nuevas, como apoyo y refugio para la gente común y corriente, aquel que les previene. Eres Mi criado y Mensajero. Le he llamado Mutawakkil–el que deposita su confianza en Allah-. Él no es un grosero, un petulante ni una persona enojada, tampoco grita en las calles. No repele el mal con el mal; por el contrario, disculpa y perdona. Allah no lo hará morir antes de que él dirija la nación desviada al camino recto declarando que no hay más dios que Allah.[3]
Este informe fue confirmado por Abdallah ibn Salam y Kab Al-Ajbar, los eruditos más cultos de la comunidad judía en la época del Profeta. Después se convirtieron al Islam.
También leemos sobre Muhammad en los Salmos de David:
Dominará de mar a mar desde el río hasta los confines de la tierra. Ante él se postrarán los moradores del desierto, Y sus enemigos lamerán el polvo. Los reyes de Tarsis y de las costas traerán presentes; Los reyes de Saba y de Seba ofrecerán dones. Todos los reyes se postrarán ante él; Todas las naciones le servirán, porque él librará al menesteroso que clame, y al afligido que no tenga quien le socorra. Tendrá misericordia del pobre y del menesteroso, y salvará la vida de los pobres. De engaño y de violencia redimirá sus almas, Y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos. Vivirá, y se le dará del oro de Saba, y se orará por él continuamente. Todo el día se le bendecirá. Será echado un puñado de grano en la tierra, en las cumbres de los montes; y se balanceará su fruto sobre la cima, y los de la ciudad florecerán como la hierba de la tierra. Será su nombre para siempre, se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán en él todas las naciones; Lo llamarán bienaventurado(72:8-17).
Los Evangelios. De manera más enérgica y frecuente que cualquier otro Profeta, Jesús dio buenas nuevas sobre Muhammad. En el Evangelio de Juan, Jesús promete su llegada utilizando varios nombres:
Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Paraklit no vendría a vosotros; mas si me fuera, os lo enviara. Y cuando él venga, convencerá al mundo de la culpa de los pecados, de la justicia y del juicio (Juan, 16:7-8).
Aquí, el Profeta Muhammad se menciona como el Paraklit. Esta palabra griega significa “el que distingue la Verdad de la Falsedad”. Los comentaristas cristianos le han dado varios significados, como el Consejero (Gideons International), Ayudante (American Bible Society), o Consolador (i.e. Company of the Holy Bible), y afirman que es una alusión al Espíritu Santo. Pero nunca han podido establecer si el Espíritu Santo descendió después de Jesús e hizo lo que dijo Jesús que haría.
Si, según los cristianos, el Espíritu Santo es el Arcángel Gabriel, él vino de hecho muchas veces hasta el Profeta Muhammad para llevarle las Revelaciones Divinas. Además, Jesús mencionó y predijo al Paraklit con otros nombres, pero con la misma función:
Cuando venga Paraklit, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí (Juan 15:26).Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará de todo lo que haya oído, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber (Juan 16:12-14).
No hablaré ya mucho más con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí (Juan 14:30).
¿Quién ha venido después de Jesús sino el Profeta Muhammad, como Consolador que ha confortado a tantos seres humanos ayudándoles a afrontar su miedo a la muerte, sus preocupaciones sobre el futuro y las enfermedades espirituales? Como Ayudante, ¿quién ha ayudado a la humanidad a alcanzar la verdadera paz y la felicidad en ambos mundos? Como Príncipe del mundo, ¿quién ha gobernado casi la mitad del mundo durante catorce siglos y se ha convertido en el ser más querido de millones de personas? Como Espíritu de verdad, ¿quién ha atestiguado a Jesús, le trajo la gloria reafirmando su Profecía contra el desmentido de los judíos y la falsa deificación de los cristianos y restaurando su religión en su pureza prístina por el Libro revelado a él?
Aunque Jesús y otros Profetas predijeron la llegada de Muhammad, y mientras casi todos los cristianos de Oriente Medio creyeron en él y se hicieron musulmanes unas décadas después de su muerte, ¿qué defectos le atribuyen los cristianos occidentales al Profeta Muhammad, persistiendo en negarlo?
Mevlana Jalaluddin Rumi, un gran santo sufi, expresa en la estrofa siguiente las nuevas noticias encontradas en el Evangelio sobre el Profeta Muhammad:
En el Evangelio Mustafa-Muhammad-es mencionado con todos sus atributos. El misterio de todos los Profetas está en él; él es un portador de felicidad. El Evangelio lo menciona con su forma y rasgos externos, y también con sus virtudes personales y cualidades proféticas.
El Antiguo y Nuevo Testamentos, a pesar de la autenticidad discutible de sus versiones actuales, todavía contienen referencias al Profeta Muhammad. Hemos citado algunas de éstas. Si un día las copias originales o las menos alteradas de las Sagradas Escrituras y del Evangelio fueran descubiertas, contendrían referencias explícitas al Último Mensajero. Esto se puede deducir de las Sunna que dicen que el cristianismo será purificado de sus elementos accesorios.[4]
Muchos otros esperaron al Profeta. Debido a las numerosas predicciones de su llegada, todo el mundo esperaba al Profeta Muhammad. En aquella etápa oscura de la historia de la humanidad, ésta esperaba a alguien que destruiría la incredulidad y reanimaría al mundo. El Judaísmo y el cristianismo, siendo religiones reveladas por Allah en su origen, no tenían nada más que ofrecer. Aquellos que habían estudiado los antiguos libros sin prejuicios, en particular el monje Bahira, esperaban su venida.
Muchos en La Meca también lo esperaban. Una de las personas más destacadas era Zaid Ibn Amr, el tío de Omar ibn al-Jattab. Él había rechazado la idolatría, había vivido una existencia pura y solía dirigirse a la gente así: “No hay ningún bien para vosotros en los ídolos que adoráis. Yo sé de una religión que pronto será enseñada y extendida. Será proclamada no más tarde que unos cuantos años a partir de hoy, pero no sé si viviré bastante para dar fe de ello”.
Según Amr ibn Rabia, Zayd dio una descripción detallada del Profeta esperado:
Espero a un Profeta que está a punto de venir. Aparecerá entre los descendientes de Ismael y los nietos de Abd al-Muttalib. Es de estatura media, ni demasiado alto ni demasiado bajo. Su pelo no es rizado ni liso. Se llama Ahmad. Su lugar de nacimiento es La Meca. Su gente lo obligará a dejar su ciudad, y emigrará a Yatrib-Medina-, donde su religión se extenderá. He viajado de un lugar a otro buscando la religión de Abraham. Sin embargo, todos los eruditos judíos y cristianos con los que he hablado me han aconsejado esperarlo. Él es el Último Profeta; ningún Profeta vendrá después de él. No podré vivir bastante para verlo, pero he creído en él.
Al final de su introducción, Zaid dijo a Amr ibn Rabia: “Si vives tiempo suficiente para verlo, salúdalo de mi parte”. Pasaron años antes de que el Profeta Muhammad declarara su Profecía. Amr ibn Rabia, atestiguando su fe en el Profeta, explicó lo que Zayd le había dicho y le transmitió sus saludos. Muhammad devolvió los saludos y añadió: “Vi a Zayd en el Paraíso, arrastrando sus ropajes”.[5]
Waraqa ibn Nawfal, un erudito cristiano y el primo paterno de Jadiya, estaba entre aquellos que buscaban la verdad. Cuando la primera Revelación llegó, Jadiya contó a Waraqa lo que había pasado. Waraqa le contestó: “Muhammad es un hombre veraz. Lo que él vio es que lo que sucede al comienzo de una Profecía. El que vino hasta él es Gabriel, que también vino hasta Moisés y hasta Jesús. Muhammad será un Profeta. Si vivo lo suficiente para ser testigo de su declaración de Profecía, creeré en él y lo apoyaré”.[6]
Uno de aquellos que buscaban al Último Profeta era el judío Abdallah ibn Salam. Los judíos tenían tal confianza en él que le llamaron “el erudito y el noble”. Era tan grandioso como los más grandes Compañeros, como Abu Bakr y Omar, y Allah consideraría su testimonio en el Corán de tal modo:
Di: “¿Qué os parece? Si procede de Allah y vosotros no creéis en él, mientras que un testigo de entre los Hijos de Israel atestigua su conformidad y cree, en tanto que vosotros sois altivos... Allah no dirige a la gente impía” (46:10).
Este gran Compañero describe cómo encontró al Profeta:
Cuando el Mensajero de Allah emigró a Medina, fui a verlo, como hicieron todos los demás. Estaba sentado entre un grupo de gente cuando yo entré, y decía: “Dad el alimento a otros y saludadlos”. Su discurso era tan dulce y su rostro tan bonito que me dije: “Juro por Allah que alguien con tal cara no puede mentir.” Sin tardanza declaré mi creencia en él.[7]
Los judíos y los cristianos de aquel tiempo reconocieron al Mensajero de Allah. Como el Corán señala: “Aquellos a quienes hemos dado la Escritura le conocen como conocen a sus propios hijos varones” (2:146). Después de su conversión, Omar preguntó a Abdallah ibn Salam si había reconocido al Mensajero de Allah. “Lo reconocí” le contestó Ibn Salam, y añadió: “Puedo dudar de mis niños, mi esposa puede haberme engañado, pero no tengo ninguna duda sobre el Mensajero de Allah que es el Último Profeta”.[8]
Aunque los judíos y los cristianos lo reconocieron, una mayoría le envidió y, por prejuicio y envidia, no le creyó:
Cuando les vino de Allah una Escritura que confirmaba lo que ya tenían-antes, pedían una victoria contra los que no creían-y cuando vino a ellos lo que ya conocían, no le prestaron atención. ¡Que la maldición de Allah caiga sobre los incrédulos! (2:89)
Después de su conversión, Abdallah ibn Salam dijo al Mensajero de Allah: “¡Mensajero de Allah! Escóndeme tras una esquina y luego convoca a todos los eruditos judíos de Medina y pregúntales sobre mí y mi padre. Su evaluación será seguramente positiva. Entonces déjame salir para declarar mi conversión”. El Mensajero de Allah aceptó esta sugerencia.
Cuando los eruditos judíos fueron reunidos, el Mensajero de Allah les preguntó qué pensaban de Ibn Salam y su padre. Todos contestaron: “Están entre nuestra gente más culta y noble”. Entonces, el Mensajero de Allah preguntó otra vez: “¿Cómo reaccio­naríais si él me reconociera?” Ellos respondieron: “¡Es imposible que te reconozca!” Entonces salió Ibn Salam y declaró su conversión, con lo cual los eruditos judíos inmediatamente cambiaron su actitud y contestaron: “Ibn Salam es el más infame de entre nosotros, y a su vez el hijo del más malvado”.[9]
El Profeta Muhammad había sido buscado durante siglos. Salman al-Farisi era uno de aquellos buscadores. Al principio era un zoroastra-adorador del fuego-, y había abandonado Irán, su país de nacimiento, por su ardiente deseo de encontrar la verdad eterna. Antes de abrazar el Islam, trabajó para varios monjes cristianos, y fue el último de ellos el que le aconsejó en su lecho de muerte:
Hijo, no queda nadie a quien te puedas encomendar. Pero, según lo que leemos en nuestros libros, el Último Profeta está a punto de aparecer. Él vendrá con el credo puro de Abraham y aparecerá en el lugar a donde Abraham emigró. Sin embargo, él emigrará a otro lugar y se establecerá allí. Hay signos explícitos de su Profecía. Por ejemplo, no comerá de la caridad, pero aceptará regalos, y el sello de la Profecía estará entre sus hombros.
Ahora dejemos a Salman narrar el resto de su historia:
Me puse en camino en una caravana hacia el lugar mencionado por el viejo monje. Cuando llegamos al Wadi al-Qura, me vendie­ron como esclavo. Al ver jardines de palmeras datileras, pensé que el Profeta emigraría a este lugar. Mientras yo trabajaba allí, otro judío del Banu Qurayza me compró y me llevó a Medina. Comencé a trabajar en su jardín de datileras. Aún no había noticia alguna del Mensajero de Allah. Sin embargo, un día yo recogía dátiles cuando un primo de mi dueño judío vino apresuradamente hacia mí. Me dijo enfadado: “¡Maldito sea! La gente afluye a Kuba. Ha venido un hombre de La Meca que afirma tener la Profecía. Piensan que es un verdadero Profeta”.
Comencé a temblar de entusiasmo. Me bajé del árbol y pregunté: “¿De qué hablas?” Mi dueño vio mi entusiasmo y me abofeteó la cara con el dorso de su mano, diciendo: “¡Eso no te concierne, no te metas en lo que no te importa!”
Ese mismo día, al atardecer, fui a Quba y le di a Muhammad como limosna el alimento que había traído conmigo. El Mensajero de Allah no lo tocó, pero dijo a aquellos alrededor de él: “Saciad vuestros estómagos con esto”. Me dije: “Este es el primer signo”. Otro día le di algo como regalo. Él lo aceptó y lo comió con sus Compañeros. “Este es el segundo signo” me dije.
Una vez, asistí al entierro de un Compañero difunto. Me acerqué al Mensajero de Allah en el cementerio. Después de saludarlo, me quedé de pie tras él, con la esperanza de ver el Sello de la Profecía. Sus hombros estaban desnudos, y el Sello era tal y como el monje había descrito. No pude contenerme y comencé a besarlo llorando, después de contarle mi historia. Él se puso muy contento, y quiso que sus Compañeros oyeran mi historia.[10]
La gente que sinceramente lo buscó, lo encontró. Quienquiera que lo busque, lo encontrará; mientras que aquellos que perma­nezcan obstinados y sean gobernados por su an-nafs al-ammara-el “ego” que ordena el mal-se ahogarán en la incredulidad y en la hipocresía. Mughira ibn Shuba relata:
Un día yo estaba con Abu Yahl en La Meca. El Mensajero de Allah vino y nos invitó a aceptar el Islam. Abu Yahl le respondió: “Si tú haces que declaremos ante Allah en el otro mundo que tú has llevado a cabo tu misión profética, lo haremos. ¡Dejanoslo a nosotros!” Cuando el Mensajero de Allah nos abandonó, pregunté a Abu Yahl si él había aceptado la Profecía de Muhammad. Él dijo que lo había hecho, y luego añadió: “Sé que él es realmente un Profeta. Sin embargo, competimos con los hachemitas en todo. Ellos han estado jactándose de proveer de alimento y agua a los peregrinos. Ahora si comienzan a jactarse de tener un Profeta, no seré capaz de soportarlo en absoluto”.[11]
Esto es típico de los pensamientos mantenidos por los Abu Yahls del pasado y del presente. La gente inteligente que no tiene prejuicios y cuya fuerza de voluntad no está paralizada, no puede por menos que creer en el Islam y el Mensajero de Allah. En cuanto a esto, Allah dice a Su Santo Mensajero: Ya sabemos que lo que dicen te entristece. No es a ti a quien desmienten, sino que, más bien, lo que los impíos rechazan son los signos de Allah (6:33).
¿Cómo habrían podido acusarlo de mentir a él, que era conocido por todos como al-Amin (el veraz)? El testimonio de uno de sus enemigos implacables, Utba ibn Abi Rabi'a, demuestra que hasta sus enemigos admitían su veracidad.
Los líderes de los Coraichíes se reunieron para acordar cómo prevenir la expansión del Islam. Enviaron a Utba con la esperanza de que él pudiera persuadir al Mensajero de que se retractase. Él preguntó: “¡Muhammad! ¿Quién es mejor, tú o tu padre?” El Mensajero de Allah no le contestó, probablemente porque el silencio es la mejor respuesta a una pregunta tan absurda. Utba siguió: “Si tu padre fue mejor que tú, él no puede haber estado siguiendo la religión que tú predicas ahora. Si, por el contrario, tú eres mejor que tu padre, entonces estoy listo para escuchar lo que tú tienes que decir”.
El Mensajero de Allah preguntó: “¿Es esto todo lo que piensas decir?” Utba dijo que sí, y se calló. Entonces, el Mensajero de Allah se arrodilló y comenzó a recitar la Sura Al-Fussilat. Cuando llegó al versículo 13: Pero si se desvían, di: “Os prevengo contra un rayo como el de los aditas y los tamudeos” (41:13), Utba temblaba como si tuviera fiebre. Tuvo que poner su mano sobre los labios del Mensajero de Allah y dijo: “¡Por favor para, por Allah en quien tú crees!” Utba volvió a casa consternado.
Los líderes de los coraichíes le esperaban con inquietud. Temiendo que Utba pudiera haber aceptado el Islam, Abu Yahl tocó a su puerta y, cuando fue admitido, se enfadó con Utba diciéndole: “He oído que Muhammad te trató muy generosamente y te dio un festín, y a cambio tú creíste en él. Esto es lo que la gente dice”. Utba le contestó con furia:
Tú sabes que no necesito ser recibido con agasajos por él. Soy más rico que todos vosotros. Pero sus palabras me han impresionado. No era una poesía, tampoco se parecía a las palabras de un adivino. No sabía cómo responderle. Él es una persona veraz. Mientras yo escuchaba su recitación, temí que lo que les había pasado a los aditas y los tamudeos pudiera pasarnos a nosotros.[12]
Ellos habían estado esperando a un Profeta durante mucho tiempo. Cada uno conocía el carácter de al-Amin, y nadie lo había oído nunca mentir. Quedaron encantados de su personalidad y de la elocuencia del Corán, pero no pudieron vencer su orgullo y arrogancia, o la envidia y la rivalidad, y proclamar su creencia en él. Tampoco pudieron adaptar sus hábitos y su estilo de vida a su Mensaje. ¿No es esto cierto de aquellos que, conociendo la verdad persisten en la incredulidad?

[1] Muttaqi al-Hindi, Kanz al-Ummal, 11:384.
[2] Allah concertó un pacto con los profetas: “Cuando venga a vosotros un Mensajero que confirme lo que de Mí hayáis recibido como Escritura y como Sabiduría, habéis de creer en él y auxiliarle”. Dijo: “¿Estáis dispuestos a aceptar mi alianza con esa condición?” Dijeron: “Estamos dispuestos”. Dijo: “Entonces, ¡sed testigos! Yo también, con vosotros, soy testigo”.
[3] Bujari, Buyu, 50; Ibn Hanbal, Musnad, 2:174.
[4] Bujari, Enbiya, 49; Muslim, Iman, 244-247.
[5] Ibn Kazir, Al-Bidaya, 2:223.
[6] Bujari, Bad‘u al-Wahy, 3.
[7] Ibn Hanbal, 5:451.
[8] Ibn Kazir, Mujtasar Tafsir, 1:140.
[9] Bujari, Tafsir, (2), 6.
[10] Ibn Hisham, Sira, 1:228-34.
[11] Kanz al-Ummal, 14:39-40; Ibn Kazir, 3:83.
[12] Ibn Kazir, 3:80-81; Ibn Hisham, 1:313.

¿Para qué son enviados los Profetas?

Para iluminar el camino de la humanidad. Hoy, nuestro mayor problema es que muchos no reconocen al Profeta Muhammad, y otros descuidan o rechazan seguir su camino. Allah envió a Muhammad, como envió a todos los Profetas anteriores, para iluminar nuestro camino:
Realmente Allah ha concedido una gracia a los creyentes al enviarles un Mensajero de entre ellos que les recite Sus signos, los purifique y les enseñe el Libro y la Sabiduría; ya que antes cometían un error evidente (3:164).
Allah envió a los Mensajeros para dirigir a la gente a la verdad y así ser purificados de sus errores. Aquellos que fueron iluminados por los Mensajeros encontraron el camino hacia la Presencia Divina y alcanzaron el lugar más alto de la humanidad. En las palabras de Ibrahim Haqqi: “Allah declaró que Él no podía ser contenido por el Cielo y la Tierra. Él sólo puede ser conocido y alcanzado por los corazones”. Por esto es por lo que los Mensajeros han conducido a la humanidad al conocimiento de Allah.
Aquellos que siguen esta dirección son conmovidos por Allah en lo más íntimo de su ser, ya sea el corazón, el alma o la conciencia, que sólo Allah puede abarcarlo íntegramente. Las mentes no pueden comprenderlo, y la filosofía no puede alcanzarlo. Por lo tanto, los Profetas purificaron las almas, para que fueran espejos en los cuales Allah pudiera manifestarse. El Profeta Muhammad nos dejó el Corán y la Sunna[1] para mostrarnos cómo seguir un camino que realiza el objetivo para el cual los Profetas fueron enviados.
Aquí es necesario enfatizar tres puntos. Primero, los Profetas no eran hombres ordinarios; sino hombres elegidos, a través de los cuales Allah se manifestó. Allah los eligió y prestó gran atención a su educación de modo que siempre trataran de obtener Su aprobación. Como sus predecesores, el Profeta Muhammad siempre buscaba complacer a Allah. Sus últimas palabras fueron: “¡A Rafiq al-Ala! (A la morada de Allah)”. Su esposa Aisha da la siguiente versión de los últimos momentos de Muhammad:
Yo estuve con él en sus últimos momentos. Siempre que enfermaba, me rogaba pedir por él; y con la esperanza de que mi súplica fuera aceptada por la bendición de su mano auspiciosa, cogí su mano y recé. Durante su última enfermedad, quise hacer lo mismo, pero de repente retiró su mano y dijo: “¡A Rafiq al-Ala!”[2]
Segundo, el mundo siempre albergará sucesores que dedicarán sus vidas a propagar la verdad. Ellos debieron buscar lo que los Profetas buscaron, predicar lo que los Profetas predicaron, y estrictamente seguir a los Profetas en recomendar el bien e impedir lo reprobable.
En tercer lugar, la muerte no es la aniquilación total, sino un cambio de mundos sin separarse completamente de éste. Las muertes de los Profetas son especiales. En el caso de los mártires, cuyo grado espiritual es inferior al de un Profeta el Corán dice: ¡Y no digáis de quienes han caído por Allah que han muerto! No, sino que viven. Pero no os dais cuenta... (2:154). Entonces no podemos decir que los Profetas estén muertos. Así el Profeta Muhammad no murió en el sentido estricto de la palabra; él sólo cambió de lugar y pasó a otra dimensión o grado de la vida.
Aquellos que pueden penetrar en otras dimensiones con sus facultades interiores experimentan diferentes concepciones del tiempo y del espacio, ven diferentes criaturas, y examinan cosas y acontecimientos desde diferentes puntos de vista. Consideramos cosas y acontecimientos según la corriente que nos lleva.
Aquellos que ascienden bastante alto para ver todas las dimensiones de esta corriente tienen mayor amplitud de vista cuanto más suben. Así su capacidad y juicio son más amplios al considerar los asuntos. Tal gente podría sentarse con nosotros y, al mismo tiempo, en la presencia del Mensajero de Allah. Haciendo el salat con nosotros, algunos pueden dirigir el mismo salat en el Más Allá ante los ángeles. Hay una clase particular de santos llamado abdal-sustitutos-. Cuando uno muere, es sustituido inmediatamente por uno nuevo, quien puede ver al Profeta siempre que lo desee. Yalal al-Din al-Suyuti, un erudito del siglo dieciséis, dijo una vez: “He visto al Mensajero de Allah veintiocho veces, y yo estaba despierto”.
Para orientar a la gente al servicio de Allah. Allah declaró en el Corán: “No he creado a los genios y a los hombres sino para que Me sirvan” (51:56).
No somos creados sólo para comer, beber y reproducirnos; estos son hechos naturales de nuestra vida y necesidades naturales. Nuestro objetivo principal es reconocer y servir a Allah. Todos los Profetas fueron enviados para mostrarnos cómo hacerlo: Antes de ti no mandamos a ningún Mensajero al que no le reveláramos: “¡No hay más dios que Yo! ¡Servidme, pues!” (21:25) y:
Mandamos a cada comunidad un enviado: “Servid a Allah y evitad a los taguts (ídolos y tiranos, Satanás y sus seguidores)”. A algunos de ellos les dirigió Allah, mientras que otros merecieron extraviarse (16:36).
Allah envió a los Profetas para orientarnos hacia Su servicio. Todos tuvieron la misma misión. Sin embargo, mientras que los primeros Profetas fueron enviados a su propia gente y durante un período determinado, el Profeta Muhammad fue enviado como una salvación para la humanidad y los genios, y para siempre.
Según un hadiz auténtico, Ibn Masud relata la predicación del Profeta a los genios:
Una vez el Mensajero de Allah y yo fuimos a cierto sitio. Él trazó un círculo a mi alrededor y me dijo que no lo abandonara hasta que él volviera. Él se marchó, y al ratito un tumulto estalló cerca. Me pregunté si le habría pasado algo, pero, como él me había dicho que me quedara hasta que él volviera, así lo hice. Después de un rato, él volvió y le pregunté sobre el alboroto. Él contestó: “Los genios me han creído y me han hecho el juramento de lealtad. Cuando algunos de ellos insistieron en la incredulidad, estallaron los enfrentamientos. El alboroto que tú oíste eran los enfrentamientos. Esto anuncia que mi vida está a punto de terminar”.[3]
El Mensajero de Allah usó esta última frase para señalar que había sido enviado para abrir el camino de la orientación de la humanidad y los genios. Una vez que fue hecho el Mensajero, no tendría razón alguna para vivir, porque no tendría nada más que hacer. También esto significa que los creyentes nunca deberían descuidar sus responsabilidades en este mundo y deberían rogar como enseñó el Mensajero de Allah: “¡Señor Mío!¡Hazme morir si la muerte es mejor para mí, y si no, hazme vivir más si ello es lo mejor para mí”.[4]
Para enseñar a la gente las Leyes de Allah. Otro propósito de enviar Profetas es revelar los Pilares Divinos (i.e., hacer el salat cinco veces al día, el ayuno durante el Ramadán, pagar el zakat[5] anual, y no permitirse ninguna relación sexual ilícita, alcohol, y juegos de azar). Esa función es la Profecía. Según el Corán: Transmitían los mensajes de Allah y Le tenían miedo, no teniendo a nadie más que a Allah (33:39). Además, Allah dijo a Muhammad:
¡Mensajero! ¡Comunica lo que has recibido de tu Señor, porque si no lo haces no habrás comunicado Su mensaje! Allah te protegerá de los hombres; en verdad, Allah no dirige al pueblo incrédulo (5:67).
El Mensajero fue enviado para iluminar todos los aspectos de la vida humana. Cualquier incumplimiento en la predicación del Mensaje de Allah habría significado dejar a la humanidad en las tinieblas. Por esa razón, él buscó mentes y corazones no adulterados a quienes pudiera transmitir el Mensaje de Allah.
El Mensajero podría haber hablado a la gente como Abu Bakr y Omar algunas veces antes de que abrazaran el Islam. Sin embargo, hablar con algunos como Abu Yahl, fue algo diferente. Cuando se los encontrara, diría: “Proclamad que no hay más dios que Allah y quedad salvados”. Visitaría los sitios donde la gente se congregaba y haría el mismo llamamiento. De vez en cuando realizaban ferias comerciales en La Meca y en sitios cercanos como Arafat, Mina, Muzdalifa y Aqaba. Él iría a estos lugares cada año buscando gente dispuesta a escuchar.
Cuando la indiferencia de los idólatras de La Meca se convirtió en objeto de escarnio y luego en una persecución, tortura y boicot cada vez más insoportable, el Mensajero de Allah y Zayd Ibn Hariza fueron a Taif. Sin embargo, la gente de esa ciudad también les trató con severidad. Los niños se pusieron en fila a ambos lados del camino y les tiraron piedras. Como no tenían ninguna armadura, abandonaron la ciudad y encontraron un árbol para descansar bajo él. Sangraba profusamente. Levantó las manos y suplicó:
¡Señor Mío! Me quejo a Ti de mi debilidad, la carencia de recursos e importancia ante aquella gente. Eres el Más Misericor­dioso de los misericordiosos, el Señor del oprimido y el Señor mío. ¿A quién me abandonas, a aquel forastero que me mira con recelo y me hace muecas? ¿O a aquel enemigo a quien Tú has dado el dominio sobre mí? Si Tu indignación no es dirigida a mí, no tengo ninguna preocupación. Pero Tu gracia es mucho mejor para mí. Busco refugio en la luz de Tu Esencia, que alumbra toda la oscuridad y con la que los asuntos de esta vida y del Más Allá se han ordenado correctamente, no sea que Tu ira o Tu indignación desciendan sobre mí. Espero Tu perdón hasta que estés satisfecho. No hay ningún recurso o poder, sino el que Tú tienes.
Después de decir esto, notó que se le había ofrecido una bandeja. Un esclavo cristiano de Nineveh, Addas, había visto al Mensajero de Allah apedreado y ofendido desde la viña en la que trabajaba. Puso uvas sobre una bandeja y se las trajo a Muhammad. El Mensajero de Allah dijo “¡En el Nombre del Allah!” y empezó a comer. Esto sorprendió a Addas, ya que era la primera vez que él había oído esta frase entre los idólatras. Enton­ces preguntó al Mensajero de Allah quién era y por qué había venido a Taif. “Soy Muhammad, de La Meca, el Último Profeta”. Al oír la respuesta, dijo Addas con lágrimas en sus ojos: “Allah me ha hecho encontrarte” y abrazó el Islam.[6]
El Profeta Muhammad se dedicó completamente a su misión. Por consiguiente, su halo de verdad se agrandó día a día, y el bando de la incredulidad estaba cada vez más frustrado: Quisieran apagar con sus bocas la Luz de Allah pero Allah rechaza todo lo que no sea completar Su luz, a despecho de los infieles(9:32). Cuando no había nada más que hacer en La Meca, emigró a Medina y siguió su misión allí. Aquí afrontó un problema diferente: las comunidades establecidas de judíos hostiles y, finalmente, una quinta columna de hipócritas que se aliarían con sus enemigos.
En el vigésimo-tercer año de su misión, sintió que su vida estaba a punto de terminar. Había realizado la peregrinación menor-la umra-algunas veces, pero nunca había podido hacer la peregri­na­ción principal-el hayy-. Pudo hacerla durante este año final. Subiendo el Arafat en camello, predicó lo que se ha conocido como el discurso de Despedida. En él, puso énfasis en que las contiendas y las transacciones basadas en el interés fuesen prohibidas, y en explicar que las mujeres tenían también derechos, y habló de las obligaciones familiares así como de relaciones tribales y nacionales.
Una enorme congregación acongojada le escuchó. Mientras hablaba, les preguntaba con frecuencia si había comunicado apropiadamente el Mensaje de Allah. Con cada respuesta positiva, levantaba su dedo índice hacia el cielo y decía: “¡Oh Allah, Tú eres testigo!”[7] Era consciente del Servicio Divino y podría haber pensado: “Allah me envió para cumplir la misión de la Profecía. Tal como esta gente ha atestiguado que cumplí con este deber, espero que pueda ser considerado como reminado realmente”. Estaba preparado para encontrarse con Allah con la entera satisfacción del deber cumplido.
Para ser ejemplos. Los profetas fueron enviados para servir como ejemplos que deben ser seguidos conscientemente. Después de hablar de los Profetas en la Sura al-An'am, Allah dijo a Su Último Mensajero: A éstos ha dirigido Allah. ¡Sigue, pues, Su dirección! (6:90). En particular, se nos ha conminado a seguir el ejemplo de Muhammad: En el Mensajero de Allah tenéis, ciertamente, un bello modelo para quien tiene en cuenta a Allah y al último Día y quien recuerda mucho al Todopoderoso (33:21).
El Mensajero de Allah es nuestro guía. Hacemos el salat como él lo hizo y debemos esforzarnos por vivir como él vivió. Aquellos que lo siguieron durante el primer siglo del Islam fueron verdaderos representantes de la autentica vida islámica. El Mensajero de Allah dice sobre ellos:
Después de mí, los ejércitos musulmanes llegarán a las puertas de las ciudades. Les preguntarán: “¿Ha visto alguno de vosotros al Profeta alguna vez?” Los musulmanes responderán afirmativamente y las puertas se les abrirán. Aquellos que los suceden también realizarán el yihad y les preguntarán: “¿Ha visto alguno de vosotros a los que vieron al Profeta?” Ellos contestarán afirmativamente y las ciudades serán conquistadas por ellos. En cuanto a la tercera generación, se les preguntará a sus miembros: “¿Ha visto alguno de vosotros a los que vieron a los seguidores de los Compañeros del Profeta?” Cuando esta pregunta sea contestada afirmativamente, la conquista tendrá éxito.[8]
En otra narración por Bujari y Muslim, el Mensajero de Allah dice: “Los mejores de vosotros son aquellos que viven en mi época, después aquellos que los sucedan, y luego aquellos que los sigan”. [9]
Aquellas tres generaciones siguieron estrictamente al Profeta y, en consecuencia, conocieron grandes triunfos en todo el mundo. Jesús había hablado de ellos: “Las banderas de los santos están en sus manos”.[10] Ellos son los Compañeros de Muhammad y aquellos que siguen su camino en cada siglo.
En un hadiz, débilmente transmitido durante generaciones, el Mensajero de Allah declara: “Los eruditos piadosos de mi Umma se parecen a los Profetas del Pueblo de Israel”.[11] Omar se sometió a Allah tan sinceramente que como servidor de Éste fue más efectivo de lo que se esperaba. Durante su califato, Irán, Iraq y Egipto fueron conquistados. Los ejércitos musulmanes marcharon en un área enorme, conducidos por comandantes tan grandes como Abu Ubayda ibn al-Yarrah, Shurahbil ibn Hasana, Sad ibn Abi Waqqas, Amr ibn al-As y Yazid ibn Abi Sufyan.
Jerusalén fue conquistada durante su califato. Cuando el comandante supremo de los musulmanes pidió a los sacerdotes de Jerusalén que presentaran las llaves de la ciudad, ellos contestaron: “No podemos ver entre vosotros al hombre a quien deberíamos presentar las llaves”. Ellos habían leído en sus libros religiosos una descripción de quien había sido capacitado para recibir las llaves.
Entonces los sacerdotes de la ciudad y los comandantes musulmanes esperaron mientras Omar y su criado se dirigían en camello, turnándose, hacia Jerusalén. Aunque Omar gobernó sobre amplias tierras, no poseyó ni un camello. Pidió un camello prestado de la hacienda pública y se puso en camino con su criado. Cuando se acercaron al río Jordán, sus comandantes, que esperaban al otro lado, se entusiasmaron y rogaron: “Oh Allah, deja a Omar ser el que monte el camello cuando alcancen el río, porque a estos romanos les gusta la pompa y la exhibición. Puede que no nos estimen si ven al califa guiar un camello montado por un criado”. Pero Allah había predestinado que sería esta última la única posibilidad. Cuando Omar se acercó, los sacerdotes advirtieron varios remiendos en sus ropas, entre otras cosas. Este era el hombre descrito en sus libros, y entonces le dieron las llaves de Jerusalén.
Omar nunca se desvió del camino del Mensajero Allah. Cuando estaba en su lecho de muerte, tras ser apuñalado mortalmente por un esclavo zoroástrico-adorador del fuego-, rechazó la comida y el agua, porque estaba demasiado débil. Sin embargo, siempre hacía el salat cuando era el momento de realizarlo, aunque esto hiciera que sus heridas sangraran. Él diría: “Aquellos que no hacen el salat no tienen nada que ver con el Islam”.[12] Fue un seguidor ejemplar del Mensajero de Allah, y su propio ejemplo sería seguido por las generaciones que le sucedieron.
Para establecer el equilibrio. En una época en que algunas personas vivían en monasterios y otros ahogados en el lujo, el Profeta Muhammad vino con la instrucción coránica: ¡Busca en lo que Allah te ha dado la Morada Postrera, pero no olvides la parte de la vida terrenal que te corresponde! (28:77).
Todos los Profetas han venido para establecer el equilibrio entre la vida material y la espiritual, la razón y el alma, este mundo y el siguiente, y la indulgencia y la abstinencia. A la vez que debemos declarar todo lo que Allah nos ha otorgado, para mostrar nuestra gratitud y alabarlo como merece (Y en cuanto a la gracia de tu Señor, ¡publícala! [93:11]), no debemos olvidar que tendremos que dar cuentas de todo lo bueno que tenemos (Y ese día, se os preguntará por todo lo bueno que hayáis tenido [102:8]).
El Profeta inculcó este principio tan profundamente en los corazones de sus Compañeros, que podía verse en cada aspecto de sus vidas. Por ejemplo, una vez rompiendo el ayuno durante el Ramadán, le ofrecieron un vaso de agua fría a Abu Bakr, el primer califa. Acababa de tomar un sorbo de agua cuando se puso a llorar de repente y dejó de beber. Cuando le preguntaron por qué lloraba, contestó: “Una vez yo estaba con el Mensajero de Allah. Él actuaba como si empujara algo con la mano y decía: ‘¡No te me acerques!’ Le pregunté qué hacía, y contestó: ‘El mundo se me ha aparecido en forma ideal, con toda su pompa y lujo. Lo he apartado, diciendo: ‘¡Déjame! No puedes seducirme’’. El mundo se retiró y le dijo: ‘No puedo vencerte, pero te juro por Allah que cautivaré a aquellos que vienen después de ti’. Después de relatar este hadiz, Abu Bakr añadió: “En este momento, pensé que el mundo me había convencido con un vaso de agua fría, y lloré”.[13]
Abu Bakr y la mayor parte de los Compañeros vivieron una vida humilde, aunque tenían la posibilidad de vivir con comodidad.
Para ser testigos de Allah. Los Profetas también fueron enviados de modo que la gente no pudiera alegar ignorancia en el Más Allá. Considerando esto, el Corán dice: Mensajeros portadores de buenas noticias y de advertencias, para que así los hombres, después de su venida, no tuvieran ningún argumento contra Allah (4:165).
La humanidad, que ha seguido a supuestos guías o líderes sólo para extraviarse, ha sido guiada verdaderamente por los Profetas. Estos siervos de Allah fueron creados para una misión especial. Ya eran Profetas en las matrices de sus madres y sus nacimientos fueron extraordinarios. Sus vidas se parecían a sinfonías hermosas, absolutamente armoniosas y equilibradas. Sus palabras semejaban melodías dulces que penetraban en las almas.
Toda la existencia, animada o inanimada, les escuchaba. Los árboles y las rocas saludaban al Profeta Muhammad, y él les contestaba. Busiri dice en su conocido Qasida al-Burda: “Los árboles respondieron postrándose a su llamada”. Cuando él los llamó, los árboles vinieron a él. Ambos, seres vivos y objetos inanimados, obtuvieron sentido por su llegada, la existencia se convirtió en un “cosmos” desde el “caos”, y cada cosa se convirtió en una lengua que glorifica a Allah con su alabanza: No hay nada que no Lo glorifique alabándoLo, pero no entendéis Su glorificación (17:44). La armonía extraordinaria del universo ya muestra la Existencia y la Unicidad de Allah. Nada es creado en vano y sin propósito: “¿Cree el hombre que no van a ocuparse de él?” (75:36).
Si los Profetas no hubieran sido enviados, podríamos haber tenido argumentos en contra de ser castigados en el Más Allá. Pero, como dice el Corán: Nunca hemos castigado sin haber enviado antes a un Mensajero (17:15), Allah debe enviar a Profetas de modo que la gente pueda distinguir el bien del mal. Así, la gente no puede alegar ignorancia cuando deba defender sus acciones en el Día del Juicio Final.

[1] La filosofía que se deriva de los actos practicados por el Profeta a lo largo de su vida.
[2] Bujari, “Maghazi” 78; Muslim, “Salam,” 50-51; Abu David, “Tib” 19.
[3] Tabari, Yamial-Bayan, 24:33; Ibn Hanbal, 1:449.
[4] Bujari, “Marda” 19; Muslim, “Dhikr,” 10.
[5] Limosna preceptiva de los económicamente favorecidos que ha de entregarse a los más necesitados y supone una parte proporcional de cuarenta.
[6] Ibn Hisham, Sira, 2:60; Ibn Kazir, Al-Bidaya, 3:166.
[7] Ibn Maja, “Manasik,” 84; Abu David, “Manasik,” 56.
[8] Bujari, “Fada’il al-Ashab,” 1; Muslim, “Fada’il al-Sahaba,”208-9.
[9] Bujari, “Fada’il al-Ashab,” 1; Muslim, “Fada’il al-Sahaba,”212.
[10] Ibrahim al-Halabi, Sira, 1:218.
[11] Ayluni, Kashf al-Khafa’, 2:83.
[12] Ibn Sad, Tabaqat, 3:350; Hayzami, Mayma‘al-Zawa‘id, 1:295.
[13] Abu Nu‘aym, Hilyat al-Awliya’ wa Tabaqat al-Asfiya’, 1:30-31.

Las características de los Profetas

La dependencia total de la Revelación y la sumisión a Allah. Aunque cada Profeta fue un ser inteligente y dotado de un entendi­miento amplio y un alma pura, estos no desempeñan ningún papel en la elección de un Profeta por Allah. La mayor parte de los Profetas, incluso Muhammad, eran iletrados y por lo tanto fueron enseñados por Allah. El Profeta Muhammad, a pesar de su analfabetismo, tenía el conocimiento del pasado y del futuro, y perspicacia en cada rama del conocimiento. No asistió a escuela alguna, ni tuvo un profesor humano, y aún hasta sus enemigos admitieron-y todavía siguen admitiéndolo-que él demostró administrar la justicia perfecta en asuntos de familia, la competencia perfecta en la administración estatal y el mando perfecto de los ejércitos.
Los Profetas fueron criados por Allah. Para citar un ejemplo, el Último Profeta recordó: “Durante mi infancia pensé dos veces en asistir a una ceremonia de boda. En ambas ocasiones, fui vencido por el sueño a mitad de camino-y por lo tanto era protegido contra cualquier pecado que yo prohibiría más tarde-” [1]; y “cuando repará­ba­mos la Kaba, antes de mi Profecía, yo llevaba piedras. Como cada uno hacía, enrollé la parte de abajo de mi ropa sobre mi hombro, para evitar heridas. Mi muslo quedó destapado. De re­pente, el ángel que yo había visto varias veces en mi infancia se me apareció en toda su majestad. Me caí y me desmayé. Era porque había destapado una parte de mi cuerpo que Allah ordenó cubrir”.[2]
Los profetas fueron protegidos por Allah contra todos los errores, ya que fueron creados para un propósito especial. Protegidos de desviarse en su misión, porque hasta la menor desviación habría podido causar la perdición total de la humanidad.
La Profecía es dignificada por la Revelación Divina:
Y así te hemos inspirado un Espíritu que viene de Nuestra orden. Tú no sabías lo que eran la Escritura y la Fe, pero lo hemos convertido en una luz con la que guiamos a quienes queremos de entre Nuestros siervos. Ciertamente, tú guías hacia un camino recto (42:52).
Como consiguiente, los Profetas nunca hablaron por su propio criterio: “No habla movido por el deseo. No es sino una Revelación inspirada” (53:3-4).
El Profeta Muhammad, particularmente cuando le preguntaban cosas sobre los fundamentos de la creencia, esperaba la Revelación. A veces los politeístas le preguntaban para alterar el Corán. Pero como es una Escritura Divina, cuya expresión y sentido pertenecen completamente a Allah, el Profeta contestaba como instruido por Allah: “Di: ‘No me pertenece modificarlo por iniciativa propia, yo sólo digo lo que se me ha revelado’” (10:15).
Los Profetas se sometieron totalmente a Allah, y cumplieron con su misión sólo porque Allah les mandó hacerlo. Nunca transgredieron o se desviaron de su camino para tener éxito. Cuando se enfrentaron a amenazas u ofertas seductoras, respondieron con palabras similares a aquellas del Profeta Muhammad: “Juro por Allah que aunque ellos pusieran el sol en mi mano derecha y la luna en la izquierda para que abandonara esta misión, no la abandonaría”. Él sabía que el Corán es la Palabra de Allah, y así también aguantó toda dificultad y oposición.[3]
La fidelidad y la voluntariedad. Los Profetas eran completamente dignos de confianza y no pidieron ningún salario por sus servicios. Esta característica tan importante es mencionada cinco veces en el capítulo de los Dorados. Todos los Profetas dijeron lo mismo: “Yo soy para vosotros un Mensajero fiel. Así pues, temed a Allah y obede­cedme. No os pido ningún pago por ello; mi recompensa sólo incum­be al Señor de los Mundos” (26:107-9, 125-27, 143-45, 162-64, 178-80).
Entre su propia gente, el Profeta Muhammad era famoso por su honradez incluso antes de su proclamación de Profecía. Era conocido como “al-Amin, que dice la verdad”. Como sus antepasados, no pidió ningún salario por llamar a la gente a Allah.
Los Profetas nunca pensaron en la ganancia material, la recompensa espiritual, ni el Paraíso; se esforzaron sólo en complacer a Allah y ver a la humanidad dirigirse a la verdad. El Profeta Muhammad era el más importante en este sentido. Así como dedicó su vida al bienestar de la humanidad en este mundo, también lo hará en el majshar–el lugar de reunión en el Día del Juicio-. Mientras todos los demás se preocuparán sólo por ellos, él se postrará ante Allah, suplicará por la salvación de los musulmanes, e intercederá ante Allah en favor de los otros.[4]
Aquellos que tienen la intención de difundir los valores eternos del Islam deberían seguir estas prácticas. Cualquier mensaje basado en una intención impura, independientemente de la elocuencia, no tendrá ningún efecto sobre la gente. Este punto está subrayado con frecuencia en el Corán: “¡Seguid a quienes no os piden nada a cambio y siguen la buena dirección!” (36:21)
El Imán Busiri expresa el altruismo, la sinceridad y la paciencia del Mensajero de Allah: “Las montañas desearon correr sobre ambas laderas en montones de oro, pero él se negó”.
Aisha relató que a veces no se preparaba comida alguna durante cuatro días consecutivos en su casa.[5] Abu Hurayra también relata: “Una vez entré en la habitación del Profeta. Él hacía el salat, sentado y gimoteando. Le pregunté si estaba enfermo. Contestó que tenía mucha hambre para poder estar de pie. Empecé a sollozar amargamente, pero me detuvo, diciendo: ‘No llores, uno que soporte el hambre en este mundo estará a salvo del tormento de Allah en el siguiente’”.[6]
Un día un ángel apareció y preguntó al Mensajero de Allah: “¡Mensajero de Allah! ¡Allah te saluda y pregunta si te gustaría ser un rey-Profeta o un esclavo-Profeta!” Gabriel le recomendó la humildad. El Profeta levantó la voz y contestó: “Deseo ser un esclavo-Profeta, que un día soporta el hambre con paciencia y otro día me deshago en alabanzas a mi Señor, adquiriendo así la recompensa de la paciencia y de la alabanza”.[7]
El Mensajero de Allah solía comer con esclavos y siervos. Una vez una mujer lo vio comiendo con ellos y dijo: “Come como si fuera un esclavo”. El Mensajero de Allah respondió: “¿Podría haber un esclavo mejor que yo? Soy un esclavo de Allah”.[8]
El Mensajero del Allah es, por esta virtud de ser Su esclavo, nuestro maestro y el de la creación, como lo dijo elocuentemente Ghalib Dada:
Un rey exaltado, el Rey deLos Mensajeros, mi Maestro.Eres una fuente interminable de ayudaPara el indefenso, mi Maestro.Allah te honró jurando por tu vida enEl Corán, mi Maestro.En la Presencia Divina, tú eresEl más grande, mi Maestro.Tú eres el amado, el loable, el alabadoDe Allah, mi maestro.Tú eres nuestro Rey Eterno, enviado a nosotrosPor Allah, mi maestro.
Sinceridad completa. Otra característica indispensable es la sinceridad, que en este contexto significa “la pureza de la intención, hacer todo únicamente por Allah”. Nos piden adorar a Allah sinceramente: “Se les había ordenado que adorasen a Allah, rindiéndose sinceramente en la adoración, como los hanifes (los seguidores de la religión del Tawhid-Unicidad-del Profeta Abraham, que realizaran el salat y pagaran el zakat” (98:5). Allah también menciona la sinceridad como el atributo principal de los Profetas: Y menciona a Moisés en el Libro. Ciertamente él era un purificado, un Mensajero, un Profeta (19:51).
Adoramos a Allah sólo porque somos Sus siervos y Él nos ha dicho que así lo hagamos. Obedecerlo permite que nos aseguremos Su beneplácito y seamos recompensados en el Más Allá. Said Nursi, el gran pensador turco del siglo veinte, dijo: “Haz todo lo que haces sólo por Allah, empieza por Allah, trabaja por Allah, y actúa tratando de obtener Su aprobación”.[9]
El Último Profeta de Allah Lo adoró tan sinceramente que la gente podía decir: “Nadie podía permanecer tan humilde como él era al principio de su carrera, y seguir así después de alcanzarla cima de ésta. Muhammad era un hombre excepcional”. Él es tan grande y sublime que estaremos de pie ante él, mostrandole respeto, aunque él solía advertir a sus Compañeros diciéndoles: “Cuando yo venga, no os levantéis como hacen los persas (con sus mayores)”.[10]
Aunque sus Compañeros le tuvieran un respeto absoluto, él se consideraba como un pobre esclavo de Allah. Lo mismo en el día de la conquista de La Meca, que cuando comenzó su misión humilde­mente. Al principio de su misión, se sentaba y comía con los pobres y los esclavos. Cuando entró en La Meca triunfalmente, mon­tab­a una mula con tal sumisión y humildad profundas ante Allah que su frente tocaba la albarda. Él se postraba ante Allah y se refugiaba en Él para no ser un conquistador tiránico y arrogante.
El Mensajero sólo tenía un propósito: complacer a Allah y adorarlo sinceramente. Él lo hacía así como dijo en un hadiz famoso: “La virtud es adorar a Allah como si lo vieras, porque ciertamente, aunque tú no lo veas, Él sí que te ve a ti”.[11]
Llamar a la gente sabia y amablemente. Otro atributo de los Profetas es llamar a la gente al camino de Allah con sabiduría y buena exhortación. Nunca recurrieron a la demagogia y a la retórica, pero actuaron y hablaron sabiamente. Allah ordenó a Su Mayor y Último Mensajero: “Llama al camino de tu Señor por medio de la sabiduría y la buena exhortación, y convenciéndolos de la mejor manera” (16:125).
La gente es mucho más que mente o corazón. Somos seres complejos con muchas facultades, incluidos la mente, el intelecto, el corazón y el alma. Todas nuestras facultades, hasta las más íntimas, requieren satisfacción. Los Profetas se dirigieron a todas ellas.
Aquellos que fueron educados por los Profetas adquirieron certeza, y su perspectiva difirió de aquellos que tenían una visión limitada de lo externo y carecían de perspicacia y de perspectiva espiritual. Su convicción en las verdades religiosas era inquebrantable y continuamente eran alimentados con la Revelación Divina. Combinaron el discurso con la acción, el conocimiento con la práctica, y la acción con la contemplación. Ali ibn Abu Talib, entre otros, diría: “Si el velo de lo Invisible fuera levantado, mi certeza no aumentaría”.[12] No había ningún grado más de certeza que les quedara por alcanzar.
La educación dada por los Profetas a sus discípulos, la función de los Profetas, es descrita con precisión:
Igualmente os hemos enviado un Mensajero que viene de vosotros mismos y que os recita Nuestros signos, os purifica, os enseña el Libro y la Sabiduría y os enseña lo que no sabíais (2:151).
Llamando a la humanidad a la Unidad de Allah. La piedra angular de la misión profética es predicar la Unidad Divina. Todos los Profetas se han concentrado en este principio básico: “¡Gente mía! Adorad a Allah; no tenéis otro dios, sino Él” (11:84).
Allah ha enviado al menos un Profeta a cada grupo humano. El hecho de que todos ellos, por encima del tiempo o del lugar, convengan en este principio básico demuestra que no hablaron ni actuaron solos; lo único que hicieron fue enseñar el Mensaje recibido de Allah. Los filósofos y los pensadores, no importa qué grandes puedan ser, discrepan entre ellos porque dependen de su propio intelecto y conclusiones. Con frecuencia, la misma escuela filosófica o sociológica contiene diferentes opiniones.
Tal fenómeno es desconocido entre los Profetas, pues así se prueba que un Solo, Eterno Maestro-Allah-les ha enseñado, y que no han sido dirigidos por el razonamiento deficiente del ser humano. Tal unidad de la creencia es una prueba evidente de la Unidad Divina, el principio fundamental de su misión, como fue declarada por Muhammad: “La más meritoria de las palabras dichas por mí y por los Profetas antes de mí es: ‘No hay ningún dios sino Allah, Él es Uno, no tiene compañero alguno.’”[13]

[1] Ibn Kazir, Al-Bidaya, 2:350.
[2] Bujari, “Hayy,” 42; Ibn Kazir, Al-Bidaya, 2:350
[3] Ibn Hisham, Sira, 2:285.
[4] Bujari, “Tauhid” 36; Muslim, “Iman” 326.
[5] Bujari, “Riqaq,” 17; Muslim, “Zuhd,” 28.
[6] Muttaqi al-Hindi, Kanz al-‘Ummal, 7:199.
[7] Ibn Hanbal, 2:231; Al-Hindi, 7:191; Hayzami, Mayma‘al-Zawa’id, 9:18-19.
[8] Hayzami, 9:21.
[9] Bediüzzaman Said Nursi, Kalimat, 1:5.
[10] Abu David, “Adab” 152; Ibn Hanbal, 5:253.
[11] Bujari, “Iman” 47; Muslim, “Iman,” 5:7.
[12] ‘Ali al-Qari, Al-Asrar al-Marfu‘a, 286.
[13] Imam Malik, Muwatta, “Hayy,” 246; Hindi, Kanz al-‘Ummal, 5:73

domingo, 2 de diciembre de 2007

La Comunicación

El tercer atributo de la Profecía es la transmisión de las verdades del Islam conocidas también como “ordenar el bien e impedir el mal”. Decimos verdades islámicas porque cada Profeta vino con la misma Religión Divina basada en la sumisión a Allah, y tenían como única misión la comunicación de este Mensaje.
Tal como Allah manifiesta Su Misericordia a través del calor y la luz del sol, Él manifestó Su Piedad y Compasión hacia la humanidad a través de los Profetas. Eligió a Muhammad, a quien envió como misericordia para todos los mundos, para establecer eternamente el Mensaje de compasión y piedad. Si él no hubiera sido enviado a reanimar y revisar los Mensajes de Profetas anteriores y luego extender aquel conocimiento por todo el mundo, vagaríamos en el desierto aterrador de la incredulidad, el desconcierto y la ignorancia.
Los filósofos, los sociólogos y los psicólogos siempre han buscado respuestas a preguntas vitales tales como: “¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Cuál es mi destino final? ¿Cuál es el objetivo de la vida? ¿Qué significa nuestra muerte? o ¿Supone la muerte una inexistencia absoluta o sólo una puerta a una vida nueva y eterna?” Todos nosotros luchamos con tales preguntas. Pero sólo por la aclaración de los Profetas podemos encontrar la satisfacción verdadera y la paz mental. Por ellos, entendemos que esta vida terrenal es solamente un apeadero en nuestro viaje perpetuo del mundo de los espíritus al mundo de la eternidad, un campo para ser plantado con semillas para cosechar en el mundo eterno. A este nivel sólo se llega tras pasar temporalmente por el reino de los muertos. Conscientes de esto, quedamos liberados de nuestras ansiedades y el mundo se convierte en un jardín de flores para el esparcimiento y un lugar de reunión de amigos.
Los profetas fueron enviados para comunicar este Mensaje e iluminar el camino a la felicidad en este mundo y el siguiente. Ahora hablaremos de tres puntos, esenciales sobre cómo un Profeta comunica el Mensaje Divino.
Una llamada universal a Allah. Los Profetas trataron con la gente y la vida de una manera holística, apelando al intelecto, la razón, el espíritu y todos los sentidos externos e interiores y los sentimientos de cada persona. Ellos nunca ignoraron o descuidaron ninguna facultad humana.
La posición de un Profeta con relación a la Revelación Divina es similar a la de un cadáver en las manos de un enterrador: El individuo no puede hacer nada por voluntad propia. Allah dirige y guía a un Profeta como es necesario de modo que él pueda conducir a su gente. Sin esta dirección Divina, él no sería capaz de dirigir a nadie. Si él descuidara sus intelectos, el resultado final sería una comunidad de místicos pobres y dóciles. Si descuidara sus corazones o espíritus, reinaría un racionalismo rudimentario carente de cualquier dimensión espiritual. Como cada individuo consta de intelecto, espíritu y cuerpo, a cada una le debe ser asignada su debida parte del Mensaje.
Los seres humanos son activos. Por lo tanto, deberían ser conducidos a aquellas actividades que forman el verdadero objetivo de sus vidas, como ha sido determinado por Allah y comunicado por el Profeta. Allah no creó a la gente sólo para que fueran ermitaños pasivos ni activistas sin razón o espíritu, o racionalistas sin reflexión espiritual y activismo.
Sólo cuando el intelecto, el espíritu, y el cuerpo estén en armonía y la gente esté motivada para actuar por el camino iluminado del Mensaje Divino, podrán ser completos y alcanzar la verdadera humanidad. Todos los Profetas buscaron este objetivo, y aquellos que intentan seguirlos deberían esforzarse en ello: Di (Muhammad): Este es mi camino: llamo (a la gente) a Allah con sabiduría y perspicacia, yo y aquellos que me siguen (12:108).
Un Profeta está totalmente dedicado a su misión y por ello es un altruista que vive para la felicidad y el bien de los otros. Su felicidad se apoya en ver a la gente dedicada a Allah con la esperanza de la salvación, no en aguardando una gran recompensa por sus servicios. Él sabe que su recompensa sólo está con Allah. Este hecho indispensable está enfatizado en el Corán: ¡Oh mi gente! No os pido riqueza a cambio-mi recompensa no viene más que de Allah (11:29).
A los Profetas se les encomendó comunicar el Mensaje Divino. Ellos hicieron todo lo posible, afrontaron muchas desgracias e incluso tormentos con paciencia, cumplieron con sus responsabilidades y luego le dejaron el resultado a Allah. Sabían con plena certeza que sólo Allah logra el resultado deseado. Estos tres fundamentos establecen los principios para todos aquellos que desean llamar a otros al Islam.
El método. Esforzarse constantemente es un rasgo esencial de la transmisión del Mensaje, así como un elemento importante del método profético. Un Profeta siempre está profundamente preocupado en cómo cumplir su deber. Él considera todas las circunstancias posibles y hace todo lo permitido consciente de cuál es su objetivo prioritario. Como él no es el responsable de los resultados, esto se lo deja a Allah. Sabe que por sí mismo no puede lograr que nadie acepte el Mensaje, ya que es solamente un enviado para comunicarlo tan eficazmente como le sea posible: Tú [Muhammad] no puedes dirigirte a quien amas. Allah es, más bien, Quien dirige a quien Él quiere. Él sabe mejor que nadie quiénes son los que siguen la buena dirección (28:56).
Muchos Profetas vivieron sin que nadie a su alrededor aceptara el Mensaje. Sin embargo, ellos no se desanimaron, ni se debilitaron o recurrieron a medios impropios tales como la violencia, el terror o el engaño incluso cuando se enfrentaron con privaciones implacables y torturas. Cuando el Profeta fue herido gravemente en Uhud, algunos Compañeros le pidieron invocar la maldición de Allah sobre el enemigo. En cambio, él rezó por ellos, diciendo: ¡Oh Allah, perdona a mi gente, porque ellos no saben lo que hacen!”[1] Él lo hizo mientras su cara sangraba a borbotones, al igual que una vez había dicho: “Es como si yo viera a un Profeta que, ensangrentada su cara, rezó por su gente: “¡Oh Allah, perdona a mi gente, porque ellos no saben lo que hacen!”
Todos los Profetas reaccionaron del mismo modo a los tormentos e injurias que tuvieron que soportar. Por ejemplo:
Los dignatarios del pueblo de Noé dijeron: “Sí, vemos que estás claramente extraviado”. Él dijo: “¡Pueblo mío! No estoy extraviado, antes bien he sido enviado por el Señor del universo. Os comunico los mensajes de mi Señor y os aconsejo bien. Y sé por Allah lo que vosotros no sabéis” (7:60-62).Los dignatarios del pueblo de Job, que no creían, dijeron: “Vemos que estás loco y creemos que eres un mentiroso”. Y él contestó: “¡Pueblo mío! Ni estoy loco ni miento. Antes bien, soy un mensajero del Señor del universo. Os transmito Sus mensajes y os aconsejo fielmente” (7:66-68).
Nada cambió durante la historia de la Profecía. Los Profetas transmitieron el Mensaje con el único objetivo de lograr la complacencia de Allah. A cada pueblo le fue enviado un Mensajero.
Quien sigue la vía recta, en realidad, la sigue en provecho propio y quien se extravía lo hace, en realidad, en detrimento propio. Nadie cargará con la carga ajena. Nunca hemos castigado sin haber mandado antes a un Mensajero (17:15).Enviamos a cada comunidad un Mensajero (que decía): “Servid a Allah y evitad a las falsas deidades” (16:36).
Después de que le llegara la primera Revelación, el Mensajero de Allah volvió a casa en un estado de gran entusiasmo. Estando envuelto en su capa, Allah le ordenó:
¡Tú ya envuelto en tu manto levántate y anuncia! ¡Ensalza a tu Señor! ¡Limpia tus vestimentas y mantente alejado de toda impureza! ¡No seas partidista buscando las ganancias terrenas! ¡Sé paciente en la espera de gracias divinas! (74:1-7).
Le dijeron también:
¡Oh Tú, envuelto en el manto, permanece rezando por la noche, pero en su totalidad: algo más o menos de la mitad y recita el Corán lenta y claramente! Vamos a depositar en ti palabras de peso (73:1-5).
Cada Profeta comunicó el Mensaje de Allah a su gente sin cansarse ni inmutarse. La dureza de su gente no los desalentó. Por ejemplo:
Noé dijo: “¡Señor! He llamado a mi pueblo noche y día. Mi llamada ha surtido el efecto contrario. Siempre que les llamo para que pidan Tu perdón, se tapan los oídos con las manos, se cubren con la ropa, obstinados en su pecado y se muestran insolentes y altivos. Además, les he llamado abiertamente y les he hablado en público y en privado. Y he dicho: ‘¡Pedid perdón a vuestro Señor-Que es el Indulgente!’” (71:5-10).
Cuando un pueblo rechaza al Profeta que les ha sido enviado e insiste en la incredulidad y la corrupción, la ira de Allah cae sobre ellos. En el Corán se atestigua la existencia de varios pueblos devastados por Allah y que esparció sus ruinas por todo el mundo.
El esfuerzo constante. La comunicación del Mensaje Divino era la característica esencial del Mensajero de Allah. Nos preocupamos cuando tenemos hambre o sed o respiramos con dificultad; él se frustraba si pasaba un sólo día sin poder comunicar el Mensaje Divino. Le afectaba tanto su responsabilidad de guiar a la gente y se sentía tan mal por la incredulidad que Allah le aconsejó que cuidara su salud:-Oh Muhammad-Tal vez te vayas a consumir de tristeza por ellos si no creen en este Mensaje (18:6).
El Mensajero de Allah invitó a todos los mequíes, tanto pública­mente como en privado, al camino de Allah. Él llamó a algunos incrédulos, entre ellos Abu Yahl, al menos cincuenta veces. Particularmente deseó la conversión de su tío Abu Talib, ya que él lo había criado y lo había protegido de los politeístas de La Meca. En el decimoprimer año de su Profecía, cuando Abu Talib estaba en su lecho de muerte, el Mensajero de Allah otra vez lo invitó a la creencia. Sin embargo, los jefes mequíes lo rodearon para impedirlo.
Estaba tan triste por la incredulidad de Abu Talib que le dijo: “Pediré perdón a Allah por ti mientras no me prohíban hacerlo”.[2] Un versículo le fue revelado al cabo de un rato, prohibiéndole hacer esto:
El Profeta y los creyentes no deben pedir el perdón de los politeístas, aunque sean parientes suyos, después de haberles aclarado que acabaran su existencia en el fuego del Infierno (9:113).
Abu Bakr, el Compañero más cercano del Profeta, sabía cuánto quería el Mensajero de Allah que su tío creyera. El llevó a su padre anciano, que se hizo musulmán durante el día de la Conquista de La Meca, al Mensajero de Allah y lloró amargamente. Cuando el Profeta le preguntó por qué lo hacía, le explicó: “¡Mensajero de Allah, sabes cuánto quería que mi padre creyera, cumpliéndose finalmente mi deseo, pues mucho más deseé la conversión de Abu Talib, ya que tú así lo querías pero Allah no lo concedió, por eso lloro!”[3]
Uno de los mejores ejemplos de la preocupación del Mensajero por cada uno para creer era su llamada a Wahshi, quién había matado a su tío Hamza en Uhud. Después de la conquista de La Meca, el Mensajero de Allah le invitó a aceptar el Islam. El Wahshi respondió con una carta que incluía los siguientes versículos:
No invocan a otro dios más que a Allah, no matan a nadie que Allah haya prohibido, si no es con justo motivo, no fornican. Quien comete tal hecho, incurre en castigo. El día de la Resurrección se le doblará el castigo y lo sufrirá eternamente humillado (25:68-69).
Después del versículo el Wahshi añadió: “Tú me llamas a aceptar el Islam, pero he cometido todos los errores mencionados allí. He vivido sumergido en la incredulidad, mantuve relaciones sexuales indebidas y, además, maté a tu tío, que era el más querido por ti. ¿Puede realmente tal persona ser perdonada y hacerse un musulmán?”
El Mensajero de Allah le envió una respuesta escrita, conteniendo el siguiente versículo:
Allah no perdona que se Le asocie con deidades falsas pero perdona lo menos grave a quien Él desea. Quien asocia a Allah otra deidad comete un gravísimo error (4:48).
Wahshi devolvió la carta con la excusa de que el perdón prometido en el versículo anterior dependia de la Voluntad Divina. Entonces, el Mensajero de Allah le envió una tercera carta, en la cual el siguiente versículo fue incluido:
Di: “¡Siervos que habéis prevaricado en detrimento propio! ¡No desesperéis de la misericordia de Allah! Allah perdona todos los errores. Él es el Indulgente, el Misericordioso” (39:53).
Por esta correspondencia, el Mensajero de Allah abrió el corazón de Wahshi a la creencia, y Wahshi pudo verse incluido en el versículo mencionado en la última carta. Esta correspondencia permitió a Wahshi arrepentirse sinceramente y hacerse un Com­pañero.[4] Sin embargo, el martirio de Hamza había afectado al Men­sajero de Allah tan profundamente que le susurró a Wahshi: “In­tenta no ponerte ante mi vista muy a menudo. Yo podría recordar a Ham­za, y sería incapaz de mostrarte el afecto apropiado”.
Wahshi hizo todo lo posible para cumplir con esta petición. Él estaría siempre en un segundo plano e intentaría vislumbrar al Mensajero de Allah con la esperanza de que pudiera permitirle presentarse ante él. Poco después de la muerte del Mensajero de Allah, Wahshi intentó encontrar un modo de expiación por su acto. Cuando la guerra de Yamama estalló contra Musaylima el Mentiroso, él avanzó hacia las líneas del frente con la lanza que había usado para matar a Hamza. En el momento más crítico, vio a Musaylima que estaba tratando de huir. Inmediatamente, arrojó su lanza al impostor y lo mató. Después de esto, Wahshi se postró ante Allah.[5] Con lágrimas en los ojos, era como si dijera: “¡Mensajero de Allah! ¿Permitirás tú ahora que yo me postre ante ti?”
No podemos más que desear que el Mensajero de Allah estuviera presente en espíritu en Yamama y abrazara a Wahshi para mostrar su perdón y total reconocimiento en su noble compañía.
Otro buen ejemplo de la nobleza y el altruismo del Mensajero de Allah, así como su amor por la humanidad y la preocupación por la orientación de la gente, es su aceptación de Ikrima como Compañero. Ikrima era uno de los enemigos más implacables del Islam y del Mensajero, y también un participante activo en todos los complots para derrotarlo. Huyó a Yemen con su esposa durante el día de la conquista de La Meca, mientras muchos de sus compañeros eligieron convertirse al Islam. Su esposa, Umm Hakam, lo convenció de marchar y presentarse ante el Mensajero de Allah y pedirle perdón. A pesar de su hostilidad anterior, el Mensajero de Allah le dio la bienvenida elogiándolo: “¡Bienvenido, jinete emigrante!” Después de la conquista de La Meca, no hubo ninguna “emigración” en el sentido estricto de la palabra; el Mensajero de Allah aludía al largo viaje de Ikrima de Yemen a Medina.
A Ikrima le impresionó profundamente tal nobleza, y le rogó que fuera él quien solicitara el perdón de Allah por sus pecados. Cuando el Mensajero lo hizo así, Ikrima se sintió tan alegre que prometió dedicarse a la causa del Islam el doble de lo que se había dedicado a combatirlo. Ikrima cumplió su promesa en la Batalla de Yarmuk, donde fue herido. Cuando vio a su esposa que lloraba a su lado en la tienda, le dijo: “No llores, ya que no moriré antes de que yo vea la victoria”. Poco después, su tío Hisham entró y anunció el triunfo de los musulmanes. Ikrima pidió ayuda para levantarse porque el Mensajero de Allah había entrado en la tienda, y susurró: “¡Mensajero de Allah! ¿He cumplido la promesa que te di?” y añadió: ¡Haz que muera sometido a Ti y reúneme con los justos! (12:101), y encomendó su alma a Allah.[6]
A lo largo de su vida, el Mensajero de Allah lloró por las desgracias de la humanidad. Convocó sin cesar a la gente a seguir el camino de Allah. Durante sus años en La Meca, anduvo por las calles y visitó las ferias comerciales de los alrededores, esperando que unos cuantos se convirtieran. Los insultos, el escarnio y la tortura no lo hicieron desistir ni una sola vez. Cuando Advierte a los miembros más allegados de tu tribu (26:214) fue revelado, él invitó a sus parientes más cercanos a una comida. Ali relató el evento más tarde:
El Mensajero de Allah invitó a sus familiares a su casa. Después de la comida, se dirigió a ellos: “Allah ha ordenado que yo advierta a mis parientes más cercanos. Vosotros sois la tribu de mis familiares más allegados. No seré capaz de hacer nada por vosotros en el Más Allá a menos que vosotros proclaméis que no hay más dios que Allah”. Al final de su discurso, preguntó quién le apoyaría. Entonces, yo era un muchacho con piernas y brazos débiles. Cuando nadie respondió, dejé a un lado la jarra que tenía en mi mano y declaré: “¡Yo te apoyaré, Mensajero de Allah!” El Mensajero repitió la llamada tres veces, y cada vez tan sólo yo le contesté.[7]
El Mensajero de Allah perseveró en su causa, soportando el escarnio implacable y cada vez más brusco, la degradación, las palizas y la expulsión de los mercados. Él fue incluso apedreado por los niños en Taif.
Sólo en el decimosegundo año de su misión él fue capaz de encontrarse con algunos ciudadanos de Medina en Aqaba (lugar localizado en las afueras de La Meca). Les habló del Islam y ellos lo aceptaron. El año siguiente, 70 personas de Medina abrazaron el Islam en el mismo lugar. Ellos juraron lealtad al Mensajero de Allah y prometieron apoyarlo en el caso de que emigrara a Medina. Él designó a Musab ibn Umayr para enseñarles el Islam. Esto fue el principio de una nueva fase en su vida. Cuando emigró a Medina el año siguiente, al menos un miembro de cada familia se había convertido ya.[8]
Comentarios Adicionales. Un punto importante que destacar es, que a la hora de comunicar el Mensaje, el Profeta estableció un excelente ejemplo de ardor en la orientación de la gente. Los Compañeros hicieron todo lo posible para imitar su técnica. Por ejemplo, el método de Musab ibn Umayr era tan eficaz y sincero que hasta las personas más obstinadas de Medina, como Sad ibn Muaz, se convirtieron al Islam. La reacción inicial de Sad a la tarea de Musab fue severa. Sin embargo cuando éste le pidió cortésmente: “Primero siéntate y escucha. Si tú no estás contento con lo que te voy a decir, siéntete libre de cortarme la cabeza con la espada que tienes en la mano,” la cólera de Sad se apaciguó.Y se despidió de Musab como un nuevo musulmán.
El Mensajero de Allah siguió enviando a Compañeros a las ciudades vecinas. Envió a Talha a Duwmat Al-Yandal, y a Bara ibn Azib a Yemen. Si un Compañero no tuviera éxito, cosa poco frecuente, enviaba a otro en su lugar. Cuando Jalid y Bara no pudieron capturar los corazones de los yemeníes, el Mensajero de Allah envió a Ali. Un poco más tarde, en un plazo breve de tiempo casi todos se hicieron musulmanes.[9]
Otro punto importante es su conducta después del Tratado de Hudaybiya. Algunos Compañeros consideraron que varias condiciones eran deshonrosas para los musulmanes. Sin embargo, en la atmósfera resultante de paz, que acabó con años de alteraciones y guerra, muchos enemigos del Islam reconsideraron el Mensaje. Al fin y al cabo, hasta destacados opositores como Jalid y Amr ibn al-As aceptaron el Islam.[10]
El Mensajero de Allah dio la bienvenida a Jalid con una alabanza: “Me pregunto cómo un hombre tan sensible como tú podría permanecer siendo agnóstico. Yo tenía la firme convicción de que tú aceptarías un día el Islam”.[11] Consoló a Amr ibn al-As, el cual le pidió que rezara para obtener el perdón de Allah, y dijo: “¿No sabes tú que aquellos que aceptan el Islam quedan limpios de todos sus pecados anteriores?”[12]
Después del Tratado de Hudaybiya, el Mensajero de Allah envió cartas a los soberanos de los países vecinos. Él escribió a Negus, el rey de Abisinia:
De Muhammad, el Mensajero de Allah, a Negus Asham, el Rey de Abisinia. ¡La Paz sea sobre usted! En esta ocasión, alabo a Allah, el Soberano, El Único Santo libre de todos los defectos, el Otorgador de seguridad, el Protector de Sus criaturas. Atestiguo que Jesús es un espíritu de Allah, una palabra de Él que Él otorgó sobre María, que era casta, pura y una virgen. Le convoco a abrazar a Allah, Único sin par.[13]
El Mensajero pidió a Negus que se convirtiera con su primer saludo de paz. Ya que Negus era un cristiano, el Mensajero de Allah expresó su creencia en la Profecía de Jesús y afirmó la virginidad y pureza de María, lo que enfatizó el punto en común entre ellos.
Negus recibió la carta y besándola la puso sobre su cabeza en signo de respeto. Después de leerla, aceptó el Islam sin vacilar y dictó lo siguiente a su secretario:
De Negus a Muhammad, el Mensajero de Allah. Atestiguo que usted es el Mensajero de Allah. Si ordenas que yo vaya a su lado, lo haré, pero no estoy en una posición ventajosa para convertir a mis súbditos en musulmanes. ¡Mensajero de Allah, declaro que todo lo que dices es verdadero![14]
Negus fue tan sincero que un día le dijo a sus confidentes: “Prefiero ser siervo de Muhammad que un rey”. Cuando él murió, el Mensajero de Allah realizó los responsorios para él en su ausencia.[15]
La siguiente carta fue enviada a Heraclio, el Emperador de Bizancio:
De Muhammad, servidor de Allah y Su Mensajero, a Heraclio, el más grande de los bizantinos. ¡La paz sea sobre el que sigue el camino! Te invito a entrar en el Islam. Abraza el Islam y asegura la salvación, para que Allah te dé una doble recompensa. Si tú lo rechazas, serás quemado con los pecados de todos aquellos que vuelven la espalda a Allah además del tuyo propio. Di: “¡Gente del Libro! Venid a una palabra común para todos: Adoremos únicamente a Allah, sin asociarle nada y no nos tomemos unos a otros por señores en vez de Allah”. Y si dan la espalda, decid: “¡Sed testigos de que somos Musulmanes!” (3:64)[16]
El Emperador de Bizancio se impresionó tanto con la carta que convocó a su presencia a Abu Sufyan, que en aquel entonces se encontraba en Siria dirigiendo una caravana de mercaderes. Así la siguiente conversación tuvo lugar:
-¿A qué clase social pertenece este hombre?
-A la nobleza.
-¿Alguno de sus antepasados proclamó ser un profeta?
-No.
-¿Hubo un rey entre sus antepasados?
-No.
-¿Sus seguidores proceden de la élite o de la plebe?
-De la plebe.
-¿Ha renegado alguien de su religión después de convertirse?
-Nadie hasta ahora.
-¿Sus seguidores aumentan o disminuyen?
-Ellos aumentan diariamente.
-¿Le has oído alguna vez decir una mentira?
-No, nunca.
-¿Ha faltado a su palabra alguna vez?
-Todavía no, pero no sé si lo hará en el futuro.
Aunque Abu Sufyan era entonces un enemigo implacable del Mensajero de Allah, él dijo la verdad, excepto en sus últimas palabras, que pueden levantar dudas acerca de la fiabilidad del Mensajero. El Emperador se inclinó a reconocer la fe, pero viendo la reacción de los sacerdotes de su entorno, sólo concluyó: “En un futuro próximo, todas estas tierras en las que reposo ahora serán suyas”.[17] Imán Bujari relata que el obispo de la zona aceptó el Islam.[18]
El Mensajero de Allah envió cartas a otros reyes, entre ellos Muqawqis, el soberano de Egipto, que respondió con algunos regalos.[19] Cosroes, el Emperador de Persia hizo pedazos la carta, un incidente que predecía el final de su Imperio, lo que ocurrió durante el califato de Omar.[20]
Cuando Allah ordena a Muhammad comunicar el Mensaje, Él se le dirige como el Mensajero para mostrar que él tiene el grado más alto entre todos los Profetas. Al resto de Profetas se les llama por su nombre; el Mensajero demuestra que él es el principal en la transmisión del Mensaje. La civilización islámica, que está basada en los principios que fueron transmitidos por él, ha atraído y ha asombrado a muchos, de tal modo que un episodio interesante es relatado en Mizanci Murad Tarihi (La Historia por Mizanci Murad): Auguste Comte, el filósofo francés ateo, después de visitar los vestigios de la España Islámica, hizo un breve estudio sobre el Islam. Cuando se enteró de que el Profeta Muhammad era un iletrado, dijo: “Muhammad no fue un dios, pero tampoco fue un ser humano cualquiera”.
Sin embargo, citando a al-Busiri, decimos: “La conclusión a la que llegamos después de toda la información que hemos reunido sobre él es que es un ser humano, pero el mejor de entre toda la creación de Allah”.
Otros puntos importantes. Los tres puntos siguientes son importantes en la transmisión del Mensaje del Islam: la inteligencia, la práctica de lo que se predica y no esperar recom­pensa alguna.
En primer lugar, la inteligencia debe ser usada para alcanzar a la gente en su mismo nivel. Un hadiz declara: “A nosotros, la comunidad de los Profetas, se nos ordena dirigirnos al pueblo según su nivel de entendimiento”. Aquellos que intentan difundir el Islam deberían saber cómo aproximarse y captar la atención de los no musulmanes. Este punto puede ser ilustrado con muchos ejemplos de la vida del Mensajero de Allah, dos de ellos son:
El Mensajero de Allah ganó el corazón de Omar apreciando su sensatez. Él le dijo a Omar: “No puedo entender cómo un hombre razonable como tú, puede esperar algo de objetos inanimados como las piedras, la madera o el suelo”. Él también inspiró confianza a Omar por su buena conducta. Su veneración comprometida a Allah influyó mucho en Omar, tanto que al final que se encomendó al Mensajero de Allah, y fue tan obediente y respetuoso ante él como un niño edu­cado lo es ante su padre.
Un día, un hombre joven (por lo visto el Yulaybib) pidió al Mensajero de Allah permiso para fornicar, ya que él no podía contenerse. Aquellos que estaban presentes reaccionaron de varias maneras. Unos se mofaron de él, los otros se rasgaron las vestiduras y los otros estuvieron a punto de golpearle. Pero el Profeta compasivo lo atrajo hacia sí y empezó a hablar. Comenzó preguntándole: “¿Dejarías a alguien hacer esto con tu madre?” A lo que el joven contestó: “¡Oh Mensajero de Allah! Por el honor de mi madre y mi padre, nunca lo admitiría”. El Profeta dijo: “Desde luego que nadie aceptaría que su madre participara en un acto tan vergonzoso”.
Entonces continuó preguntando a Yulaybib la misma pregunta, pero sustituyendo hija, esposa, hermana y tía por la madre. Cada vez Yulaybib contestó que él no estaría de acuerdo con tal acto. Hacia el final de esta conversación, Yulaybib había perdido todo deseo de fornicar. Pero el Mensajero de Allah concluyó esta “operación espiritual” con una súplica. Rezó colocando su mano sobre el pecho de Yulaybib: “¡O Allah, perdónale, purifica su corazón y mantén su castidad!”[21]
Yulaybib se hizo un modelo de castidad. Tiempo después se casó con el beneplácito del Mensajero de Allah. Un poco más tarde fue martirizado en una batalla tras matar a siete soldados enemigos. Cuando su cadáver fue encontrado, el Mensajero de Allah puso la mano sobre su rodilla y dijo: “Éste es de mí y yo soy de él”.[22]
El Mensajero de Allah era tan competente y acertado en la educación de la gente que esto es una prueba concluyente de su Profecía. La gente más incivilizada, ordinaria, maleducada, despiadada e ignorante de aquel tiempo fue transformada en los más elogiados guías de la humanidad en un período muy corto de tiempo.
Me pregunto si hasta el grupo más grande y mejor equipado de educadores profesionales, modernos pedagogos, soció­logos, psicólogos y profesores podrían conse­guir, en el plazo de cien años, y en cualquier parte del civilizado mundo moderno, ni la centésima parte de lo que el Mensajero de Allah realizó al cabo de 23 años en los desiertos incivilizados de Arabia, hace ahora catorce siglos. Los esfuerzos modernos y las técnicas aplicadas para erradicar un hábito perjudicial tan insignificante como fumar, con apenas éxito, cuando los comparamos con el éxito duradero y permanente del Profeta en la erradicación de tantos hábitos y criterios incorrectos, demuestran que el Profeta Muhammad no tenía parangón en la educación de la gente.
En segundo lugar, aquellos que quieren que sus palabras ejerzan influencia sobre la gente deben practicar lo que predican. Si ellos no lo hacen, ¿cómo pueden esperar tener éxito ya que es conocido que las acciones siempre ejercen más fuerza que las palabras? El Corán es muy explícito en esta materia: ¡Creyentes! ¿Por qué decís lo que no hacéis? Allah detesta mucho que digáis lo que no hacéis (61:2-3).
El Mensajero de Allah era la viva encarnación de su misión. Él era el primero en practicar el Islam, que consistía en demostrar lealtad a Allah y servirLe a Él. Era poco común para aquellos que lo vieron requerir alguna otra prueba para creer en su Profecía. Por ejemplo, Abdallah ibn Salam, el renombrado erudito judío de Medina, creyó en él a primera vista, diciendo: “No puede haber ninguna mentira en este rostro. Alguien con tal presencia no puede ser sino el Mensajero de Allah”.[23]
Abdallah ibn Rawaha, un poeta famoso de aquel tiempo, expresó este hecho en la siguiente copla:
Incluso si él no hubiera venido con signos palpables deManifestación, una sola mirada dirigida a su persona bastaría para inspirar creencia en él.[24]
Aquellos que creyeron en él no eran gente necia o irracional. Entre ellos estaban importantes personas como los cuatro primeros califas (Abu Bakr, Omar, Osman y Ali) todos los cuales administraron un magnífico estado. Ellos eran tan profundos en espiritualidad y creen­cia que Ali, por ejemplo, una vez dijo: “Si el velo (entre este mundo material y el mundo inmaterial) fuese levantado, mi certeza (en el Invisible) no aumentaría”.[25]
Una razón por la que es amado todavía el Profeta Muhammad profundamente a lo largo de todo el mundo, sin tener en cuenta la propaganda interminable hostil y negativa, y por la cual la gente abraza el Islam diariamente, es que él practicaba lo que predicó. Por ejemplo, invitó a la gente a adorar a Allah sinceramente, y él es el mejor ejemplo de tal adoración. Él pasaría más de la mitad de la noche rezando y llorando, lleno de humildad. Cuando le preguntaron por qué llegaba al extremo de rezar hasta que sus pies se hincharan, sabiendo que estaba libre de todo pecado, él contestó: “¿Debería yo no ser un servidor agradecido a Allah?”[26]
Aisha relató que una noche él le pidió permiso para levantarse y rezar. Él era tan atento a los derechos de sus esposas que pedía su permiso para practicar rezos supererogatorios. Rezó hasta el amanecer y derramó lágrimas. Él frecuentemente recitaba los siguientes versículos:
En la creación de los Cielos y la Tierra, la alternancia de los días y las noches, hay signos para aquellos de entendimiento. Los que recuerdan a Allah de pie, sentados y acostados y reflexionan sobre la creación de los Cielos y la tierra: “¡Señor nuestro, no creaste todo esto en vano! ¡Gloria a Ti, protégenos del castigo del fuego! ¡Señor nuestro! Es cierto que a quien pongas en el fuego, lo habrás degradado. Y no hay quien auxilia a los injustos. ¡Señor nuestro! Hemos oído a alguien que llamaba a creer: ¡Creed en vuestro Señor! Y hemos creído. ¡Señor nuestro! Perdónanos nuestras faltas, cubre nuestras malas acciones y llévanos, a morir, en compañía de los justos. ¡Señor nuestro! Danos lo que nos has prometido con tus mensajeros y no nos desprecies el Día de la Resurrección; Tú nunca faltas a Tu promesa” (3:190-94).[27]
Otra vez Aisha relató:
Me desperté una noche y no pude ver al Mensajero de Allah a mi lado. Como era celosa y por miedo a que él hubiera ido con otra de sus esposas, me levanté. Cuando acabé de levantarme de la cama, mi mano tocó su pie. Noté que él se postraba y rezaba: “¡Oh Allah! De Tu ira me refugio en Tu misericordia y de Tu castigo en Tu perdón; también busco refugio de Ti en Ti. No puedo elogiarte como Tú Te elogias”.[28]
Su vida era tan sencilla que una vez Omar le dijo: “¡Oh Mensajero de Allah! Los reyes duermen en colchones de pluma, mientras que tú estás acostado sobre una dura estera. Eres el Mensajero de Allah y por ello mereces una vida mejor más que nadie”. El Mensajero de Allah contestó: “¿No convienes en pensar que los lujos de este mundo deberían ser suyos y aquellos del Más Allá los nuestros?”[29] El Mensajero de Allah vivió para y por los demás. Él deseó una vida próspera y cómoda para su comunidad, a condición de que ésta no fuera pervertida por atracciones mundanas, aunque él vivió una vida sencilla.
En tercer lugar, el Mensajero de Allah, como todos los Profetas, no esperaba ninguna recompensa por realizar su misión. Sufrió hambre, sed y pasó otras tantas privaciones. Lo forzaron a exiliarse y fue objetivo de asaltos y trampas. Aguantaba todo esto simplemente por la complacencia y el agrado de Allah y el bien de toda la humanidad. Abu Hurayra una vez lo vio rezar mientras estaba sentado y le preguntó si estaba enfermo. La respuesta del Mensajero le hizo llorar: “Tengo hambre, Abu Hurayra. El hambre me quita todas las fuerzas para poder levantarme y rezar”.[30] El hambre era un rasgo común de la vida musulmana. Una noche, el Mensajero de Allah, Abu Bakr y Omar se encontraron el uno al otro de improviso fuera. Cuando se preguntaron mutuamente por qué estaban fuera, todos contestaron: “El hambre”.[31]
Aunque la mayor parte de sus Compañeros se enriquecieron en los siguientes años, el Mensajero y su familia nunca cambiaron su modo de vida sencilla. Fátima, la única hija que le quedaba, hacía todas las tareas de la casa sola. Una vez, cuando los cautivos fueron distribuidos en Medina, ella pidió una sirvienta a su padre. Él contestó:
¡Hija mía! No puedo darte nada antes de que yo satisfaga las necesidades de las personas del Suffa.[32] Sin embargo, déjame enseñarte algo que es mejor para ti que tener una sirvienta. Cuando te vayas a dormir, di: “¡Gloria a Allah, Alabado sea Allah, Allah es Grande!” 33 veces cada una. (Algunos hadices dicen que la última frase debería ser recitada 34 veces). Esto es lo mejor para tu próxima vida.[33]
Un día él la vio llevando una pulsera (o un collar, según otra versión) y le advirtió: “¡Oh hija mía!, quieres que la gente diga que mi hija lleva puesto un anillo del Fuego del Infierno? ¡Quítatelo inmediatamente!”[34]

Además de no aceptar ninguna ventaja mundana, el Mensajero de Allah aguantó muchas torturas. Él fue golpeado y dejado sobre la tierra cubierto de polvo a menudo, y sólo Fátima corría en su ayuda. Una vez que estaba siendo golpeado en la Kaba, Abu Bakr corrió para ayudarle, gritando a aquellos que le golpeaban: “¿Vais a matar a un hombre porque dice: ‘Mi Señor es Allah?’”.[35]

[1] Qadi Iyaz, “Shifa’al-Sharif,” 1:105; Bujari, “Anbiya” 54; Muslim, “Yihad,” 105.
[2] Ibn Kazir, “Al-Bidaya” 3:153.
[3] Ibn Hisham, “Sira,” 4:48; Ibn Hanbal, 3:160; Ibn Jayar, “Al-Isaba,”
[4] Hayzami, “Majma al-Zavaid” 7:100-1.
[5] Bujari, “Maghazi,” 21; Ibn Hisham, “Sira,” 3:76-77
[6] Hakim, “Mustadrak” 3:241-43; Ibn Hajar, “Al-Isaba” 2:496.
[7] Ibn Hanbal, 1:159; Hayzami, 8:302-3.
[8] Ibn Hisham, “Sira” 2:73.
[9] Ibn Kazir, “Al-Bidaya” 5:120-1.
[10] Ibid., 4:272.
[11] Ibid., 4:273.
[12] Ibid., 4:271.
[13] Ibid., 3:104.
[14] Ibid., 3:105.
[15] Bujari, “Yana’iz” 4:65; Muslim, “Yana’iz” 62-67.
[16] Bujari, “Bad’u al-Wahy,” 6.
[17] Ibid.
[18] Ibid.
[19] Ibn Kazir, “Al-Bidaya” 5:324.
[20] Bujari, “Ilm,” 7:1; Ibn Hanbal, 1:243
[21] Ibn Hanbal, 5:256-7.
[22] Muslim, “Faza’il al-Sahaba,” 131.
[23] Ibn Hisham, “Sira” 163-4.
[24] Said al-Hawwa, “Al-Rasul” 1:9; Para otra versión diferente véase Ibn Jayar, “Al-Isaba” 2:307.
[25] Ali al-Qari, “Al-Asrar al-Marfu’a,” 286.
[26] Bujari, “Tahayyud” 6; Muslim, “Munafiqin” 81.
[27] Ibn Kathir, Tafsir, 2:164.
[28] Muslim, “Salat” 221-2; Abu David, “Salat” 148, “Witr” 4
[29] Bujari, “Tafsir” 287; Muslim, “Talaq” 31.
[30] Abu Nu’ayn, “Hilya,” 7:107; Hindi, “Kanz al-’Ummal,“ 1:199.
[31] Muslim, “Ashriba” 140.
[32] Lugar de la Mezquita del Profeta donde los musulmanes más pobres solían reunirse y pernoctar.
[33] Bujari, “Faza’il al-Sahaba,” 9.
[34] Nasa’i, “Zinat,” 39.
[35] Bujari, “Fada’il al-Sahaba,” 5; Ibn Hanbal, 2:205