domingo, 2 de diciembre de 2007

Ejemplos de su capacidad intelectual

• Antes de su misión profética, la Kaba fue parcialmente destruida por la lluvia y las inundaciones que le siguieron y los Coraichíes la restauraron. Sin embargo, estuvo a punto de estallar una guerra entre los clanes, sobre quién tendría el honor de colocar la Piedra Negra en su lugar apropiado. Alguien sugirió que dejaran decidir a quien apareciera primero en la Kaba. Para todo el mundo, la persona indicada era Muhammad, y cuando lo vieron entrar, todos sintieron un gran alivio, y dijeron: “¡El Verdadero viene!” Después de explicarle el problema, él actuó en consecuencia, les pidió traer un pedazo de tela y lo extendió sobre la tierra. Poniendo la Piedra Negra sobre ella, dijo a cada jefe de clan que sujetara un extremo y levantara la tela. Cuando la Piedra Negra estaba en la altura requerida, Muhammad la puso en su lugar. Así la guerra de los clanes fue evitada.[1]
• El Mensajero de Allah siempre evaluaba la capacidad espiritual y mental de una persona o de un público. Él hablaba directamente a un individuo en particular, en un tiempo concreto y en circunstancias determinadas; él no tenía ninguna necesidad de adulación o falsedad. Una vez Husayn, un elocuente orador conocido por su retórica persuasiva, intentó disuadirlo de su misión. El Mensajero de Allah escuchó con atención su argumento y luego inició el siguiente diálogo:
-Husayn, ¿a cuántos dioses adoras? -Ocho, uno está en el Cielo y los demás están sobre la Tierra.-¿A cuál apelas cuando la desgracia te sobreviene?-Al que está en el Cielo. -¿A cuál apelas cuando pierdes tus bienes?-Al que está en el Cielo.
El Mensajero de Allah hizo unas cuantas preguntas más y al recibir la misma respuesta a cada pregunta, dijo: “Para ti el que está en el Cielo responde sólo a tus llamadas. Y aún sigues aso­ciándole deidades. ¿Es esto acaso lo que he predicado? No hay ninguna deidad más que Allah. Hazte musulmán y estarás a salvo”.[2] Lo que parecía ser un argumento simple derrotó a Husayn con su propia lógica.
• A los beduinos se les llama “gente del desierto”. Su modo de vivir proporciona muchas experiencias únicas: la pérdida de un camello, el olvidar dónde han sido colocados los artículos o ser atrapado en una tormenta de arena. Por muchas dei­dades que ellos adoren, siempre quieren a Allah, el Único, el Creador del universo y el Poderoso sobre todas las cosas para ayudar y salvar. Su sentido interior y conciencia sólida les dicen la verdad bajo el cielo encantador del desierto o en la oscuridad, entonces reconocen Su Unidad. Esto pasó también con Hamza, quien proclamó: “¡Oh Muhammad, he percibido en la oscuridad de la noche del desierto, que Allah es demasiado grande para ser recluido en el interior de cuatro paredes!”[3]
El Mensajero de Allah conocía el estado de ánimo de todo el mundo y de esta manera acogió a la gente “por sus almas” al invitarlos al Islam. Por ejemplo, Ahmad ibn Hanbal relata de Abu Tamima que una vez un beduino preguntó al Mensajero de Allah si él era Muhammad. Recibiendo una respuesta afirmativa, el beduino preguntó a qué invitaba a la gente. El Mensajero contestó: “A Allah, el Todopoderoso. Los invito sólo a Él, sin asociarle nada. Es Allah a quien apelas cuando una desgracia te cae y es Él quien te la quita. Es Él al que tú rezas durante la sequía y el hambre, y Él quien envía la lluvia y hace que crezca la hierba. Es también Él a quien tú suplicas cuando pierdes algo en el vasto desierto, y es Él quien hace que lo encuentres”. Estas palabras simples, exactas y concisas hicieron que el beduino abriera sus ojos a la verdad y abrazara el Islam en ese momento.[4]
La historia no registra ningún otro caso de un individuo que haya formado una comunidad virtuosa tan rápidamente con gente de poco fiar y de escasos recursos. El Profeta Muhammad utilizó los dictados otorgados por Allah para la transmisión de Su Revelación de una manera tan eficaz que los historiadores y los sociólogos todavía no pueden captar totalmente todas las dimensiones de su Mensaje revolucionario. Sus legados se han transmitido a lo largo de los siglos, y siguen atrayendo a un número más grande de personas de todo el mundo al océano de paz que es el Islam.
• El Profeta solucionó problemas, como George Bernard Shaw también indicó, con la mayor de las diligencias. “Si un hombre como Muhammad asumiera el mando del mundo moderno, obtendría el éxito resolviendo sus problemas, trayendo la paz y la felicidad que tanto se necesita”.[5] Incluso cuando afrontó con los problemas más inesperados, mantuvo la calma y solucionó la situación de tal modo que todo el mundo quedó satisfecho. Su vida entera muestra que él fue un hombre de equilibrio perfecto y que nunca lo perdió.
Profundizando sobre este último artículo, consideremos el siguiente ejemplo. Después de la conquista de La Meca, muchos antiguos enemigos proclamaron su conversión. Naturalmente, fue difícil para ellos adquirir una creencia sincera tan rápidamente. De este modo, el Mensajero de Allah intentó “reconciliar sus corazones” y aumentar su compromiso prefiriéndoles sobre los musulmanes a la hora de distribuir el botín después de la Batalla de Hunayn.
El botín de guerra consistía en veinticuatro mil camellos, cuarenta mil ovejas y cabras y diez mil libras de oro y plata. El Mensajero de Allah dio trescientos camellos y doscientas cincuenta libras de oro y plata a Abu Sufyan y su familia, doscientos camellos a Hakim ibn Hizam, y cien camellos a Nusayr ibn al-Hariz, Qays ibn Asiyy, Safwan ibn Umayya, Malik ibn Awf, Akra ibn Habis, y Uyayna ibn Hisn. Tal generosidad reparó el orgullo herido de los jefes de La Meca.
Algunos de los Ayudantes más jóvenes, a pesar de su lealtad al Mensajero de Allah y al Islam, se disgustaron por la situación. Ellos no deseaban el botín para sí mismos; sino que no querían ver a los anteriores enemigos acérrimos del Islam recompensados de tal manera. Esto podría haber conducido a un movimiento disidente entre los musulmanes. Cuando Sad ibn Ubada, un líder de los Ayudantes informó al Profeta de la situación, el Mensajero de Allah les ordenó reunirse, para que así él pudiera dirigírseles. Se congregaron y dio comienzo a su discurso de tal modo que impresionó sus almas y atrajo la atención de todos: “¡Oh Comunidad de los Ayudantes! He oído que estáis disgustados conmigo”.
Él siguió en este estilo poderoso e impresionante, recordándoles las bendiciones de Allah sobre ellos mediante su intercesión. Preguntó: “¿No estabais en lo incorrecto cuándo vine? ¿Y no os ha dirigido Allah a la verdad a través de mí? ¿No vivíais en la pobreza cuándo vine? ¿Y no os ha enriquecido Allah mediante mí? ¿No teníais conflictos internos cuándo vine? ¿Y no os ha reconciliado Allah con mi venida?” Ellos estuvieron de acuerdo con todo esto, contestaron a cada pregunta diciendo: “¡Mensajero de Allah, es verdad! ¡Estamos en deuda con Allah y Su Mensajero!”
Después de recordarles las bendiciones de Allah, el Mensajero les habló de sus obligaciones con el Islam, diciendo: “¡Oh Ayudantes! Si vosotros lo hubierais deseado, podríais haberme contestado de manera diferente y haber dicho: ‘Tu gente te negó, pero creímos en ti. Tú viniste a nosotros sin que nadie pudiera defenderte, pero te admitimos y protegimos. Tu gente te desterró, pero nosotros te acogimos. Tú viniste sin herramientas para subsistir, y te proveímos de todas tus necesidades’. Si vosotros me hubiérais respondido así, habríais dicho la verdad y nadie se levantaría para contradeciros”.
Él prosiguió: “¡Oh Ayudantes! Incluso si vosotros estáis disgustados con mis acciones, ¿no preferís volver a casa con el Mensajero de Allah mientras ellos vuelven con camellos y ovejas? ¡Juro por Allah, en Cuyas Poderosas Manos está mi alma, que si toda la gente hubiera tomado un camino diferente que el de los Ayudantes, yo no vacilaría en ir con vosotros! ¡Si no hubiera sido uno de los Emigrantes, yo habría deseado con todo mi corazón ser uno de los Ayudantes! ¡Oh Allah, protege a los Ayudantes y sus descendientes!” Estas palabras fueron suficientes para que los Ayudantes rompieran a llorar y respondieran todos al unísono: “Estamos contentos con Allah y Su Mensajero! ¡No deseamos nada más!”[6]
A pesar de la precipitación de lo pronunciado, este discurso anuló un movimiento potencial disidente y reconquistó nuevamente el corazón de los Ayudantes. Analicemos esta alocución de modo que su sabiduría pueda ser mejor entendida y apreciada.
• Él solamente se dirigió a los Ayudantes, ya que ellos eran la parte ofendida. Esto les mostró tener un honor especial, y ejerció una influencia psicológica sobre ellos desde el comienzo y también previno cualquier rencor entre los Emigrantes, a quienes habían obligado a emigrar a Medina al igual que a los nuevos musulmanes de La Meca, muchos de los cuales tuvieron que ser persuadidos.
• Su discurso, cuando es considerado en el árabe original, es un documento elocuente y extraordinariamente retórico.
• El comienzo del discurso fue conmovedor, ya que fue diseñado para ganar la atención de la audiencia. Su atención nunca flaqueó ya que el resto de su alocución fue muy eficaz.
• Él no recurrió a la adulación o diplomacia. Más bien, habló con pura sinceridad, que era vital para asegurar la influencia deseada sobre los oyentes.
• La naturaleza de su discurso impremeditado también era significativa en la obtención del resultado deseado. La frescura y la fuerza de una alocución tan improvisada, en tales ocasiones, son a menudo más eficaces que un discurso preparado de antemano.
Estos pocos ejemplos ilustran el intelecto del Mensajero de Allah, y demuestran que él no habló o actuó por su cuenta; más bien lo que él dijo e hizo fue producto de alguien que se ha comprometido con una misión divina.
Discurso conciso. Otra dimensión de su intelecto es la natu­ra­leza concisa de su discurso. Recuerda que él es el líder no sólo de aquellos que fueron sus coetáneos, sino también de cada cre­yente que queda por venir. Él fue enviado para dirigirse a la gente de cada nivel de entendimiento, desde ignorantes beduinos del séptimo siglo a aquellos cuyos logros intelectuales y científicos han sido los más altos, hasta que lleguemos al Día del Juicio Final. Nadie ha sido aún capaz de rebatir lo que él dijo. En conse­cuencia, después de estudiar sus Sunna y el Corán, nos damos cuenta que se complementan el uno al otro en estilo y contenido. Además no hay ninguna contradicción entre ellos y el conocimiento científico establecido. Después de la Revelación, mil millones de personas han encontrado en el Corán respuestas a sus problemas intelectuales, curas para sus enfermedades espirituales y modelos para su comportamiento en todas las circunstancias.
Las palabras encantadoras, cautivadoras e informativas del Mensajero de Allah, que tanto iluminaron a sus Compañeros intelectualmente y los reanimaron espiritualmente, han ejercido la misma influencia sobre innumerables eruditos, científicos, exegetas del Corán, gente del hadiz, juristas, guías espirituales y especialistas en ciencia y humanidad. La mayoría de esta gente que no era árabe utilizó el Corán y la Sunna como fuentes fundamentales de sus estudios y propósitos académicos.
Incluso hoy, sus palabras son suficientes para hacer que la gente se reforme y abrace el Islam. Él reconoció este como una de las bendiciones de Allah y para enfatizarlo como tal, solía decir: “Soy Muhammad, un Profeta indocto. Ningún Profeta vendrá después de mí. He sido distinguido con la concisión de discurso y la comprensión de significado”.[7] También solía decir: “Oh gente, he tenido el honor de la concisión del discurso y de dar juicio final a todos los asuntos”. [8]
El ruiseñor, como es conocido, comunica su gratitud por las plantas y flores al Proveedor. De la misma manera, el Mensajero de Allah vino para “cantar” las alabanzas de Allah en el “jardín” de la humanidad y anunciar Sus Mandamientos con sus encantadoras “canciones”. Sus palabras hicieron brotar flores frescas en todos los corazones humanos y redujeron las palabras de otros, a pesar de su belleza superficial, a la nada. Los creyentes eran purificados por la profunda serenidad de sus palabras, animados por la atmósfera brillante creada por sus discursos y su conducta personal inspirada por el amor. Por sus palabras y hechos, el Mensajero de Allah descubrió los velos del “rostro” de la naturaleza y embelleció “el Libro del Universo” con inscripciones Divinas.
Muchos famosos retóricos, oradores y poetas han preferido escucharle y beneficiarse enormemente de sus palabras. Miles de intelectuales han dedicado sus vidas a estudiar sus proverbios y han compilado libros sobre ellos. Muchos pensadores y eruditos han apagado su “sed” con “el agua de la vida” encontrada allí. A fin de expresar la belleza y comprensión de sus palabras, proporcionamos una versión ligeramente adaptada de un pareado recitado sobre el Corán:
Casi nada de este mundoHa venido descubierto o puro,Pero las palabras del MensajeroConservan su pureza inmaculada,Y todavía esperan ser entendidas del todo.
Como el Mensajero de Allah era iletrado, no estaba influenciado por los escritos de su era. Su conciencia era tan sana, su intelecto tan completo y su carácter tan puro que sólo él podría haber recibido la Revelación Divina. Su mente y corazón fueron alimentados exclusivamente por esta Revelación. Cada palabra y hecho eran un rayo de aquella Revelación, un signo de su Profecía. Como una brillante copa de cristal de agua clara y dulce, su intelecto era tan puro que la Revelación Divina entró y surgió de él mismo, gota a gota, en forma de palabras de extraordinaria claridad.
La principal expresión de la Revelación Divina es el Corán. Es también la fuente primaria para la ley Islámica. A pesar de que contiene una guía para todos los aspectos de la vida humana, el número de preguntas y problemas planteados al Mensajero de Allah significó que una segunda forma de la Revelación era necesaria. Ésta tomó una forma de inspiración, una Revelación implícita para clarificar los versos coránicos o establecer nuevos principios relacionados con la conducta islámica. Esto, junto con sus diarias palabras y su conducta, forma la segunda fuente de la ley Islámica: la Sunna. Este tema es mencionado en el segundo volumen de este libro.
Cada Profeta fue apoyado por milagros relativos a su tiempo y entorno. Por ejemplo, los milagros de Moisés tuvieron que aparecer como magia, ya que la magia estaba extendida en aquel tiempo. Los milagros de Jesús tomaron la forma de curación, ya que la medicina estaba en amplia demanda. Del mismo modo, cuando Muhammad surgió como Profeta, cuatro cosas disfrutaban de popularidad en Arabia: la elocuencia y la fluidez en la expresión escrita y oral, poesía y oratoria, predicción y adivinación, conocimiento del pasado y la cosmología. El Corán desafió a todos los expertos conocidos en estos campos y les obligó a rendirse. El Profeta Muhammad los superó por su maravillosa elocuencia, el conocimiento del cosmos y sus predicciones.
Como su Profecía es universal y existirá hasta el Día del Juicio Final, su elocuencia y estilo lingüístico nunca serán superados. Sus palabras, junto con el Corán, reemplazan todos los trabajos literarios. Su excelencia es eterna y se hace cada vez más viva cuando sus sentidos más profundos son descubiertos durante el curso del tiempo. Sus palabras y el Corán son de una naturaleza tan extraordinaria y tan llenas de sentido, que los millones de santos y la gente que busca el conocimiento Divino ha obtenido el conocimiento perfecto de la Esencia Divina, Atributos y Nombres por medio de ellos. Las verdades escondidas de los mundos Invisibles (p.ej, los ángeles, los genios, el Más Allá, el Paraíso y el Infierno) son descubiertas por ellos.
Estas dos fuentes han servido también como un manantial puro e inagotable de comprensión para innumerables juristas, comentaristas del Corán, eruditos del Hadiz, historiadores, científicos, sociólogos, psicólogos y muchos otros. El Corán y la Sunna han iluminado a miles de millones de personas y les han mostrado cómo rezar, ayunar, dar limosna y hacer la peregrinación, incluso hasta la manera de comer, beber y hablar. En resumen, esto les ha mostrado cómo comportarse en cada momento de sus vidas.
Algunos ejemplos:
• El Imán Tirmizi relata que el Mensajero de Allah le dijo a Ibn Abbas, Erudito del Umma:
¡Hombre joven, déjame enseñarte algunos principios: Observa los mandamientos de Allah de modo que Allah te proteja! Observa Sus principios de modo que tú siempre Lo encuentres a Él cerca de ti. Cuando preguntes algo, pregúntaselo a Allah. Cuando busques ayuda, búscala en Allah. Debes saber que si todos se reunieran para ayudarte, ellos sólo podrían hacer lo que Allah ya había predestinado para ti y también si se unieran para hacerte daño, ellos sólo podrían hacer lo que Allah ya predestinó para ti. La Pluma del Destino ha sido alzada y todo ha sido ordenado.[9]
Este hadiz anima la sumisión hacia Allah, la creencia en Su Unidad y la verdad del Destino. No deberíamos concluir afirmando que esto excluye el libre albedrío; más bien, esto acentúa la acción de alguien, el rezo y la necesidad de esforzarse para obtener los resultados deseados. Equilibra esto con una advertencia de que ya que todo está en manos de Allah, deberíamos esforzarnos de acuerdo con Sus Mandamientos y buscar resultados sólo en Él.
• El Imán Tirmizi relata de Ibn Omar que el Mensajero de Allah dijo: “Vive en el mundo como si fueras un forastero o viajero. Considérate como uno de los muertos”.[10] Este sucinto hadiz nos anima a encauzar una vida austera y disciplinada basada en la conciencia de Allah. Esto nos recuerda nuestro destino final acentuando la transitoriedad del mundo y establece el equilibrio entre esta vida y la próxima.
Somos viajeros en este mundo. Mevlâna Yalal al-Din al-Rumi, un Sufi turco del siglo XIII dice que cada individuo se parece a una flauta hecha de caña separada de su grupo. Continuamente gemimos con tormento por la separación del Dueño Verdadero y de nuestra tierra natal. Dejamos el Mundo de los Espíritus y viajamos por etapas, desde la matriz de nuestra madre, luego la infancia, la juventud, la vejez, la tumba y la Resurrección. Finalmente, nuestro viaje termina en el Paraíso o el Infierno. Si deseamos un viaje agradable y una llegada segura al Paraíso, debemos ser conscientes de la transitoriedad de esta vida y prepararnos para la vida eterna. Aunque podamos probar los placeres de la vida hasta cierto punto, con la condición de que nos sean prohibidos algunos, no deberíamos obviar demasiado u olvidar nuestro verdadero destino.
• Tales libros auténticos de hadiz como Sahih al-Bujari, Sahih al-Muslim y Sunan Abu Dawud relatan de Abdallah ibn Masud que el Mensajero de Allah dijo: “Siempre di la verdad, ya que esta dirige a la piedad absoluta y la piedad conduce al Paraíso. Aquellos que siempre dicen y persiguen la verdad son registrados por Allah como veraces. No mientas, ya que esto te dirige a la pecaminosidad y la pecaminosidad conduce al Fuego del Infierno. Aquellos que siempre dicen mentiras son registrados por Allah como menti­rosos”. [11]
La veracidad es un atributo indispensable de la Profecía. La veracidad abre la puerta de la felicidad en ambos mundos. Nadie puede probar la felicidad verdadera viviendo en la oscuridad de las mentiras y engañando a la gente. La mentira es una “aseveración contraria al conocimiento de Allah”, un pilar de la incredulidad y el mayor signo manifiesto de hipocresía. El corriente predominio de la mentira destruye nuestra seguridad, moralidad y contamina la comunidad entera (sobre todo sus círculos políticos) como una enfermedad contagiosa. Cualquier estructura basada en la mentira debe perecer finalmente debido a su misma naturaleza.
Este hadiz declara que la veracidad conduce a la piedad absoluta, mientras que la mentira conduce a la pecaminosidad. Birr, la palabra árabe traducida aquí como la piedad, abarca cada virtud, desde los pensamientos, la veracidad e intención pura hasta la honestidad, decencia y buena conducta. Contrario a esto, la palabra fuyur (pecamino­sidad), denota cada clase de desviación y mal, entre ellos el libertinaje, la indecencia y la perversión.
• Bujari y Muslim comunican de fuentes cercanas a Ibn Masud que el Men­sajero de Allah dijo: “Un hombre está con aquel al que ama”.[12] Este hadiz es una fuente de esperanza y consuelo para aquellos incapaces de adaptarse completamente a los Man­da­mientos Divinos. Aquellos que aman a los Profetas y santos estarán en su compañía en el Más Allá. Por lo tanto, quienquiera que deseé esto debe amarlos sinceramente y seguirlos lo mejor que puedan. Aquellos que aman a los enemigos de Allah estarán con ellos en el Infierno.
Nuayman, un Compañero, no podía dejar de beber el alcohol. Fue castigado varias veces. Cuando otro Compañero le reprendió, el Mensajero de Allah advirtió a este Compañero así: “¡No ayudes a Satán contra tu hermano! Juro por Allah que él ama a Allah y Su Mensajero”.[13] Así, aquellos que intentan lo mejor para reformarse, mientras ellos sigan realizando sus deberes obligatorios y traten de abstenerse de pecados capitales, deberían ser animados, no reprendidos. Esto es un requisito previo de su amor por Allah y Su Mensajero.
• Ibn Hanbal relató de Muaz ibn Yabal que el Mensajero de Allah dijo: “Teme a Allah dondequiera que estés. Haz el bien inmedia­ta­mente después de un acto pecador para así borrarlo, y siempre sé educado en tus relaciones con la gente”.[14] Este breve hadiz establece los principios de una vida feliz y describe el camino a la felicidad eterna. El temor a Allah es la base de cada virtud y conducta buena, además de que conduce al Paraíso. Siguiendo esto, la gente puede borrar sus pecados con buenas accio­nes y ser elevados al rango de la perfección a través de la educación.
• El Mensajero de Allah declara: “Sois gobernados como vosotros sois (según vuestra creencia y modo de vida)”.[15] Este hadiz expresa un principio de la administración pública y política: la estructura política de un país es formada según las tendencias de su gente, ya sea directamente a través de la democracia o indirectamente a través de otros caminos. Tanto las ciencias naturales como las sociales tienen sus propias leyes, que llamamos “las leyes funcionales de la creación de Allah acerca del universo”. Según estas leyes, si la gente se sumerge en pecado y mal, ellos inevitablemente serán gobernados por malas personas. Si por el contrario, ellos prefieren una vida virtuosa, su gobierno será bueno.
El hadiz incide en que las leyes no tienen ninguna sanción por si mismas; más bien, su autoridad depende de aquellos que las aplican. Por lo tanto, el carácter de los funcionarios del gobierno tiene impor­tancia vital. Si la gente es correcta, sus reglas y funcionarios de gobierno serán correctos. Si no lo son, nadie puede esperar una administración honrada. La élite dirigente se parece a la nata que se eleva en la superficie de un líquido: la leche tiene su propia clase de nata. Cuando recordaron a Hayyay, un déspota comandante, acerca de la justicia de Omar, éste contestó: “Si os parecierais a la gente de Omar, yo también me parecería a Él”.
El hadiz también nos incita a desarrollar el autocontrol y discernir nuestras propias faltas. La armonía social no puede ser establecida si la gente tiende a culpar a otros. Como enfatiza el Corán: Allah no cambiará la condición de un pueblo mientras éste no cambie (13:11). Somos nosotros quienes determinamos nuestro destino y nuestra propia historia.
• Bujari, Muslim y Abu Dawud relatan de Omar que el Mensajero de Allah dijo: “Las acciones son juzgadas según las intenciones. Uno es recompensado según la intención que tiene. Cualquiera que emigre hacia Allah y Su Mensajero se considera emigrado por Allah y Su Mensajero; quienquiera que emigre para adquirir algo mundano o casarse, ha emigrado para alcanzar su intención”.[16] Este hadiz concierne a un Compañero que emigró para casarse con Umm Qays. Es considerado una piedra angular de la ley islámica y el estándar principal para evaluar las acciones de un creyente.
La intención es el espíritu de nuestras acciones. Por ejemplo, si realizamos nuestros deberes religiosos sin tener una intención específica, dichos deberes son inaceptables para Allah. Si no buscamos la complacencia de Allah, lo que hacemos no será recompensado por Él. La Hégira (emigración sagrada en el camino de Allah) puede ser considerada igual que la yihad (lucha santa en el camino de Él).
Aunque no hubo ninguna hégira después de la conquista de La Meca, esto continuará junto con la yihad hasta el Último Día. Los creyentes pueden emigrar para predicar el Islam, como el Mensajero de Allah y sus Compañeros hicieron cuando ya no podían hacer nada en La Meca. Tales emigraciones son aceptadas como hégira cuando son puramente realizadas para ganar la complacencia de Allah. La intención puede ser a veces recompensada sin la acción. Por ejemplo, si sinceramente tenemos la intención de hacer algo bueno pero nos es imposible debido a alguna razón justificable, seremos recompensados por la intención que tuvimos al hacerlo.
La intención multiplica la recompensa de una acción y transforma cada acto en una especie de adoración. No podemos ganar la felicidad eterna en esta corta vida. Pero si intentamos adorar a Allah como si fuéramos a vivir para siempre, podemos hacernos merecedores de la vida eterna en el Paraíso. Los incrédulos cuyos corazones están cerrados a la creencia, según el mismo principio, merecen el eterno castigo del Fuego del Infierno. Los creyentes que duermen después del rezo de la noche con la intención de levantarse antes del alba para rezar el tahayyud son reconocidos como si hubieran adorado a Allah la noche entera. Esto es por que el Mensajero de Allah declaró: “La intención de un creyente es más provechosa que su acción”.[17]
• Bujari relata que el Mensajero de Allah dijo: “El musulmán es aquel de cuya lengua y mano los musulmanas están seguros. El emigrante es aquel que se aleja de lo que Allah prohíbe”.[18] Este corto hadiz expresa muchas verdades. En primer lugar, describe el ideal o norma que establece diciendo el musulmán no un musulmán (cualquiera). De esta manera, el Profeta fija su atención en las cualidades de los musulmanes perfectos, no en aquellos que son musulmanes tan sólo nominales.
La palabra musulmán, deriva del infinitivo silm (seguridad, paz y salvación), que vendría a significar el que desea y da la paz, la seguridad y la salvación. De este modo, los musulmanes son creyentes que encarnan la paz, no causan ningún problema a nadie, personas con quienes todos se encuentran a salvo y quienes son los repre­sen­tantes más dignos de confianza de la paz y la seguridad. Ellos se esfuerzan por traer la paz, la seguridad y la salvación a los otros y dedicarse a la difusión de la paz interior y la felicidad.
Nuestro Profeta menciona la lengua antes que la mano, debido a la difamación, el chisme y el insulto que, a menudo, daña mucho más que la violencia física. Si la gente puede abstenerse del ataque verbal, pueden hacerlo más fácilmente de la agresión física. Además, combatir la violencia física es a menudo más fácil que luchar contra los chismes y la difamación. De este modo, los verdaderos musulmanes siempre controlan sus lenguas y manos de modo que los otros se sientan seguros con ellos.
En el mismo hadiz, la emigración significa más que abandonar la familia, las posesiones y la tierra natal por la causa de Allah. Para ser capaz de hacer esto, hay que emigrar primero de lo material a la dimensión espiritual del ser, de placeres mundanos a una vida altruista y de objetivos egoístas a la vida por una causa Divina. Por lo tanto, el obedecer las prohibiciones Divinas está directamente relacionado con ser un buen musulmán y con sacrificar la vida de alguien en el servicio de la gente puramente por Allah.
El Mensajero de Allah dice: “Ser un buen musulmán hace que la gente abandone lo que es inútil para ellos”.[19] Tal gente práctica ihsan, un término que denota que adoramos a Allah como si lo viéramos, totalmente conscientes de que no podemos verLo, Él nos ve todo el tiempo.[20] Aquellos que alcanzan este rango pueden decir: “Yo lo buscaba en el mundo externo, pero ahora he entendido que Él es el Alma dentro de mi alma” o “Esperé algunas noticias desde el más allá. Sin embargo, el velo ha sido retirado de mi alma y me he contemplado a mi mismo”.
Para alcanzar este grado, los adoradores deberían abandonar lo que es vano e inútil. Ellos deberían saber que Allah los mira y que el Mensajero de Allah y los creyentes juiciosos son conscientes del valor real de sus hechos. Allah dice:
Di: “Actuad, que Allah contemplará vuestros actos así como Su Mensajero y los creyentes. Entonces seréis traídos de vuelta al Conocedor de lo oculto y de lo aparente y os dirá lo que habéis hecho” (9:105).
Los buenos musulmanes abandonan el descuido y la indiferencia, hacen su trabajo correctamente, ponen su mejor empeño en lo que hacen, y son serios y dignos de confianza en todo el trato y transacción. La ligereza y la frivolidad perjudican la confianza en alguien y reducen su dignidad.
• Tanto Bujari como Muslim relatan que el Mensajero de Allah dijo: “La paciencia es mostrada en el momento de la desgracia”.[21] En los primeros días de su misión, el Mensajero de Allah prohibió que la gente visitara tumbas, cuando algunas prácticas contrarias al Islam eran todavía observadas. Después de que tales prácticas desaparecieran, animó a sus Compañeros a visitar los sepulcros, y lo hizo él mismo a su vez, ya que él animaba a la gente a mejorar su conducta moral y esforzarse para la próxima vida.
Durante una visita al cementerio de Medina, el Mensajero de Allah vio a una mujer llorando amargamente y quejándose del Destino. Cuando procuró consolar a la mujer, que no reco­noció al Profeta, furiosamente le pidió que se marchara: “¡No sabes qué desgracia me ha acontecido!” Cuando ella supo de la identidad de la persona con la que había hablado, se apresuró tras de él y lo alcanzó en su casa, y ahí le pidió perdón. El Mensajero de Allah le dijo: “La paciencia se demuestra en el momento de la desgracia”.
La paciencia es una llave para el éxito y el triunfo. Esto significa aceptar el dolor, los problemas, las desgracias y los hechos similares desagradables sin queja o pérdida de autocontrol, confianza o creencia en Allah y en el Destino. A veces uno puede conseguir la paciencia en circunstancias difíciles cambiando de actitud, lugar, preocupación o las condiciones apremiantes. La realiza­ción del wudu (ablución ritual) o rezar también puede ayudar a contrarrestar las penas.

[1] Ibn Hanbal, 3:425.; Ibn Hisham, “Sira,” 1:209.
[2] Ibn Hajar, “Al-Isaba,” 1:337.
[3] Ajluni, “Kashf al-Khafa,” 1:147.
[4] Ibn Hanbal, “Musnad,” 4:65; 5:64.
[5] The Genuine Islam (El Islam Auténtico), Vol. 1, No. 81936.
[6] Bujari, “Manaqib al-Ayudantes,” 1:2; Muslim, “Zakat,” 132-141.
[7] Muttaqi al-Hindi, Kanz al-Ummal, 11:412.
[8] Ibid., 11:425
[9] Tirmizi, “Qiyamah,” 59.
[10] Tirmizi, “Zuhd,” 25.
[11] Bujari, “Adab,” 69; Muslim, “Birr,” 105; Abu David, “Adab,” 80
[12] Bujari, “Adab,” 96; Muslim, “Birr,” 165
[13] Bujari, “Hudud,” 4:5.
[14] Tirmizi, “Birr,” 55; Ibn Hanbal, 5:153
[15] Muttaqi al-Hindi, “Kanz al-Umma,” 6:89
[16] Bujari, “Bad‘u al-Wahy,” 1; Muslim, “Imara,” 155; Abu David, “Talaq,” 11.
[17] Hayzami, “Majma al-Zavaid,” 1:61,109.
[18] Bujari, “Iman,” 4
[19] Tirmizi, “Zuhd,” 11; Ibn Maja, “Fitan,” 12
[20] Bujari, “Iman,” 37; Muslim, “Iman,” 1.
[21] Bujari, “Jana’iz,” 43; Muslim, “Jana’iz,” 14-15.

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