El tercer atributo de la Profecía es la transmisión de las verdades del Islam conocidas también como “ordenar el bien e impedir el mal”. Decimos verdades islámicas porque cada Profeta vino con la misma Religión Divina basada en la sumisión a Allah, y tenían como única misión la comunicación de este Mensaje.
Tal como Allah manifiesta Su Misericordia a través del calor y la luz del sol, Él manifestó Su Piedad y Compasión hacia la humanidad a través de los Profetas. Eligió a Muhammad, a quien envió como misericordia para todos los mundos, para establecer eternamente el Mensaje de compasión y piedad. Si él no hubiera sido enviado a reanimar y revisar los Mensajes de Profetas anteriores y luego extender aquel conocimiento por todo el mundo, vagaríamos en el desierto aterrador de la incredulidad, el desconcierto y la ignorancia.
Los filósofos, los sociólogos y los psicólogos siempre han buscado respuestas a preguntas vitales tales como: “¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Cuál es mi destino final? ¿Cuál es el objetivo de la vida? ¿Qué significa nuestra muerte? o ¿Supone la muerte una inexistencia absoluta o sólo una puerta a una vida nueva y eterna?” Todos nosotros luchamos con tales preguntas. Pero sólo por la aclaración de los Profetas podemos encontrar la satisfacción verdadera y la paz mental. Por ellos, entendemos que esta vida terrenal es solamente un apeadero en nuestro viaje perpetuo del mundo de los espíritus al mundo de la eternidad, un campo para ser plantado con semillas para cosechar en el mundo eterno. A este nivel sólo se llega tras pasar temporalmente por el reino de los muertos. Conscientes de esto, quedamos liberados de nuestras ansiedades y el mundo se convierte en un jardín de flores para el esparcimiento y un lugar de reunión de amigos.
Los profetas fueron enviados para comunicar este Mensaje e iluminar el camino a la felicidad en este mundo y el siguiente. Ahora hablaremos de tres puntos, esenciales sobre cómo un Profeta comunica el Mensaje Divino.
Una llamada universal a Allah. Los Profetas trataron con la gente y la vida de una manera holística, apelando al intelecto, la razón, el espíritu y todos los sentidos externos e interiores y los sentimientos de cada persona. Ellos nunca ignoraron o descuidaron ninguna facultad humana.
La posición de un Profeta con relación a la Revelación Divina es similar a la de un cadáver en las manos de un enterrador: El individuo no puede hacer nada por voluntad propia. Allah dirige y guía a un Profeta como es necesario de modo que él pueda conducir a su gente. Sin esta dirección Divina, él no sería capaz de dirigir a nadie. Si él descuidara sus intelectos, el resultado final sería una comunidad de místicos pobres y dóciles. Si descuidara sus corazones o espíritus, reinaría un racionalismo rudimentario carente de cualquier dimensión espiritual. Como cada individuo consta de intelecto, espíritu y cuerpo, a cada una le debe ser asignada su debida parte del Mensaje.
Los seres humanos son activos. Por lo tanto, deberían ser conducidos a aquellas actividades que forman el verdadero objetivo de sus vidas, como ha sido determinado por Allah y comunicado por el Profeta. Allah no creó a la gente sólo para que fueran ermitaños pasivos ni activistas sin razón o espíritu, o racionalistas sin reflexión espiritual y activismo.
Sólo cuando el intelecto, el espíritu, y el cuerpo estén en armonía y la gente esté motivada para actuar por el camino iluminado del Mensaje Divino, podrán ser completos y alcanzar la verdadera humanidad. Todos los Profetas buscaron este objetivo, y aquellos que intentan seguirlos deberían esforzarse en ello: Di (Muhammad): Este es mi camino: llamo (a la gente) a Allah con sabiduría y perspicacia, yo y aquellos que me siguen (12:108).
Un Profeta está totalmente dedicado a su misión y por ello es un altruista que vive para la felicidad y el bien de los otros. Su felicidad se apoya en ver a la gente dedicada a Allah con la esperanza de la salvación, no en aguardando una gran recompensa por sus servicios. Él sabe que su recompensa sólo está con Allah. Este hecho indispensable está enfatizado en el Corán: ¡Oh mi gente! No os pido riqueza a cambio-mi recompensa no viene más que de Allah (11:29).
A los Profetas se les encomendó comunicar el Mensaje Divino. Ellos hicieron todo lo posible, afrontaron muchas desgracias e incluso tormentos con paciencia, cumplieron con sus responsabilidades y luego le dejaron el resultado a Allah. Sabían con plena certeza que sólo Allah logra el resultado deseado. Estos tres fundamentos establecen los principios para todos aquellos que desean llamar a otros al Islam.
El método. Esforzarse constantemente es un rasgo esencial de la transmisión del Mensaje, así como un elemento importante del método profético. Un Profeta siempre está profundamente preocupado en cómo cumplir su deber. Él considera todas las circunstancias posibles y hace todo lo permitido consciente de cuál es su objetivo prioritario. Como él no es el responsable de los resultados, esto se lo deja a Allah. Sabe que por sí mismo no puede lograr que nadie acepte el Mensaje, ya que es solamente un enviado para comunicarlo tan eficazmente como le sea posible: Tú [Muhammad] no puedes dirigirte a quien amas. Allah es, más bien, Quien dirige a quien Él quiere. Él sabe mejor que nadie quiénes son los que siguen la buena dirección (28:56).
Muchos Profetas vivieron sin que nadie a su alrededor aceptara el Mensaje. Sin embargo, ellos no se desanimaron, ni se debilitaron o recurrieron a medios impropios tales como la violencia, el terror o el engaño incluso cuando se enfrentaron con privaciones implacables y torturas. Cuando el Profeta fue herido gravemente en Uhud, algunos Compañeros le pidieron invocar la maldición de Allah sobre el enemigo. En cambio, él rezó por ellos, diciendo: ¡Oh Allah, perdona a mi gente, porque ellos no saben lo que hacen!”[1] Él lo hizo mientras su cara sangraba a borbotones, al igual que una vez había dicho: “Es como si yo viera a un Profeta que, ensangrentada su cara, rezó por su gente: “¡Oh Allah, perdona a mi gente, porque ellos no saben lo que hacen!”
Todos los Profetas reaccionaron del mismo modo a los tormentos e injurias que tuvieron que soportar. Por ejemplo:
Los dignatarios del pueblo de Noé dijeron: “Sí, vemos que estás claramente extraviado”. Él dijo: “¡Pueblo mío! No estoy extraviado, antes bien he sido enviado por el Señor del universo. Os comunico los mensajes de mi Señor y os aconsejo bien. Y sé por Allah lo que vosotros no sabéis” (7:60-62).Los dignatarios del pueblo de Job, que no creían, dijeron: “Vemos que estás loco y creemos que eres un mentiroso”. Y él contestó: “¡Pueblo mío! Ni estoy loco ni miento. Antes bien, soy un mensajero del Señor del universo. Os transmito Sus mensajes y os aconsejo fielmente” (7:66-68).
Nada cambió durante la historia de la Profecía. Los Profetas transmitieron el Mensaje con el único objetivo de lograr la complacencia de Allah. A cada pueblo le fue enviado un Mensajero.
Quien sigue la vía recta, en realidad, la sigue en provecho propio y quien se extravía lo hace, en realidad, en detrimento propio. Nadie cargará con la carga ajena. Nunca hemos castigado sin haber mandado antes a un Mensajero (17:15).Enviamos a cada comunidad un Mensajero (que decía): “Servid a Allah y evitad a las falsas deidades” (16:36).
Después de que le llegara la primera Revelación, el Mensajero de Allah volvió a casa en un estado de gran entusiasmo. Estando envuelto en su capa, Allah le ordenó:
¡Tú ya envuelto en tu manto levántate y anuncia! ¡Ensalza a tu Señor! ¡Limpia tus vestimentas y mantente alejado de toda impureza! ¡No seas partidista buscando las ganancias terrenas! ¡Sé paciente en la espera de gracias divinas! (74:1-7).
Le dijeron también:
¡Oh Tú, envuelto en el manto, permanece rezando por la noche, pero en su totalidad: algo más o menos de la mitad y recita el Corán lenta y claramente! Vamos a depositar en ti palabras de peso (73:1-5).
Cada Profeta comunicó el Mensaje de Allah a su gente sin cansarse ni inmutarse. La dureza de su gente no los desalentó. Por ejemplo:
Noé dijo: “¡Señor! He llamado a mi pueblo noche y día. Mi llamada ha surtido el efecto contrario. Siempre que les llamo para que pidan Tu perdón, se tapan los oídos con las manos, se cubren con la ropa, obstinados en su pecado y se muestran insolentes y altivos. Además, les he llamado abiertamente y les he hablado en público y en privado. Y he dicho: ‘¡Pedid perdón a vuestro Señor-Que es el Indulgente!’” (71:5-10).
Cuando un pueblo rechaza al Profeta que les ha sido enviado e insiste en la incredulidad y la corrupción, la ira de Allah cae sobre ellos. En el Corán se atestigua la existencia de varios pueblos devastados por Allah y que esparció sus ruinas por todo el mundo.
El esfuerzo constante. La comunicación del Mensaje Divino era la característica esencial del Mensajero de Allah. Nos preocupamos cuando tenemos hambre o sed o respiramos con dificultad; él se frustraba si pasaba un sólo día sin poder comunicar el Mensaje Divino. Le afectaba tanto su responsabilidad de guiar a la gente y se sentía tan mal por la incredulidad que Allah le aconsejó que cuidara su salud:-Oh Muhammad-Tal vez te vayas a consumir de tristeza por ellos si no creen en este Mensaje (18:6).
El Mensajero de Allah invitó a todos los mequíes, tanto públicamente como en privado, al camino de Allah. Él llamó a algunos incrédulos, entre ellos Abu Yahl, al menos cincuenta veces. Particularmente deseó la conversión de su tío Abu Talib, ya que él lo había criado y lo había protegido de los politeístas de La Meca. En el decimoprimer año de su Profecía, cuando Abu Talib estaba en su lecho de muerte, el Mensajero de Allah otra vez lo invitó a la creencia. Sin embargo, los jefes mequíes lo rodearon para impedirlo.
Estaba tan triste por la incredulidad de Abu Talib que le dijo: “Pediré perdón a Allah por ti mientras no me prohíban hacerlo”.[2] Un versículo le fue revelado al cabo de un rato, prohibiéndole hacer esto:
El Profeta y los creyentes no deben pedir el perdón de los politeístas, aunque sean parientes suyos, después de haberles aclarado que acabaran su existencia en el fuego del Infierno (9:113).
Abu Bakr, el Compañero más cercano del Profeta, sabía cuánto quería el Mensajero de Allah que su tío creyera. El llevó a su padre anciano, que se hizo musulmán durante el día de la Conquista de La Meca, al Mensajero de Allah y lloró amargamente. Cuando el Profeta le preguntó por qué lo hacía, le explicó: “¡Mensajero de Allah, sabes cuánto quería que mi padre creyera, cumpliéndose finalmente mi deseo, pues mucho más deseé la conversión de Abu Talib, ya que tú así lo querías pero Allah no lo concedió, por eso lloro!”[3]
Uno de los mejores ejemplos de la preocupación del Mensajero por cada uno para creer era su llamada a Wahshi, quién había matado a su tío Hamza en Uhud. Después de la conquista de La Meca, el Mensajero de Allah le invitó a aceptar el Islam. El Wahshi respondió con una carta que incluía los siguientes versículos:
No invocan a otro dios más que a Allah, no matan a nadie que Allah haya prohibido, si no es con justo motivo, no fornican. Quien comete tal hecho, incurre en castigo. El día de la Resurrección se le doblará el castigo y lo sufrirá eternamente humillado (25:68-69).
Después del versículo el Wahshi añadió: “Tú me llamas a aceptar el Islam, pero he cometido todos los errores mencionados allí. He vivido sumergido en la incredulidad, mantuve relaciones sexuales indebidas y, además, maté a tu tío, que era el más querido por ti. ¿Puede realmente tal persona ser perdonada y hacerse un musulmán?”
El Mensajero de Allah le envió una respuesta escrita, conteniendo el siguiente versículo:
Allah no perdona que se Le asocie con deidades falsas pero perdona lo menos grave a quien Él desea. Quien asocia a Allah otra deidad comete un gravísimo error (4:48).
Wahshi devolvió la carta con la excusa de que el perdón prometido en el versículo anterior dependia de la Voluntad Divina. Entonces, el Mensajero de Allah le envió una tercera carta, en la cual el siguiente versículo fue incluido:
Di: “¡Siervos que habéis prevaricado en detrimento propio! ¡No desesperéis de la misericordia de Allah! Allah perdona todos los errores. Él es el Indulgente, el Misericordioso” (39:53).
Por esta correspondencia, el Mensajero de Allah abrió el corazón de Wahshi a la creencia, y Wahshi pudo verse incluido en el versículo mencionado en la última carta. Esta correspondencia permitió a Wahshi arrepentirse sinceramente y hacerse un Compañero.[4] Sin embargo, el martirio de Hamza había afectado al Mensajero de Allah tan profundamente que le susurró a Wahshi: “Intenta no ponerte ante mi vista muy a menudo. Yo podría recordar a Hamza, y sería incapaz de mostrarte el afecto apropiado”.
Wahshi hizo todo lo posible para cumplir con esta petición. Él estaría siempre en un segundo plano e intentaría vislumbrar al Mensajero de Allah con la esperanza de que pudiera permitirle presentarse ante él. Poco después de la muerte del Mensajero de Allah, Wahshi intentó encontrar un modo de expiación por su acto. Cuando la guerra de Yamama estalló contra Musaylima el Mentiroso, él avanzó hacia las líneas del frente con la lanza que había usado para matar a Hamza. En el momento más crítico, vio a Musaylima que estaba tratando de huir. Inmediatamente, arrojó su lanza al impostor y lo mató. Después de esto, Wahshi se postró ante Allah.[5] Con lágrimas en los ojos, era como si dijera: “¡Mensajero de Allah! ¿Permitirás tú ahora que yo me postre ante ti?”
No podemos más que desear que el Mensajero de Allah estuviera presente en espíritu en Yamama y abrazara a Wahshi para mostrar su perdón y total reconocimiento en su noble compañía.
Otro buen ejemplo de la nobleza y el altruismo del Mensajero de Allah, así como su amor por la humanidad y la preocupación por la orientación de la gente, es su aceptación de Ikrima como Compañero. Ikrima era uno de los enemigos más implacables del Islam y del Mensajero, y también un participante activo en todos los complots para derrotarlo. Huyó a Yemen con su esposa durante el día de la conquista de La Meca, mientras muchos de sus compañeros eligieron convertirse al Islam. Su esposa, Umm Hakam, lo convenció de marchar y presentarse ante el Mensajero de Allah y pedirle perdón. A pesar de su hostilidad anterior, el Mensajero de Allah le dio la bienvenida elogiándolo: “¡Bienvenido, jinete emigrante!” Después de la conquista de La Meca, no hubo ninguna “emigración” en el sentido estricto de la palabra; el Mensajero de Allah aludía al largo viaje de Ikrima de Yemen a Medina.
A Ikrima le impresionó profundamente tal nobleza, y le rogó que fuera él quien solicitara el perdón de Allah por sus pecados. Cuando el Mensajero lo hizo así, Ikrima se sintió tan alegre que prometió dedicarse a la causa del Islam el doble de lo que se había dedicado a combatirlo. Ikrima cumplió su promesa en la Batalla de Yarmuk, donde fue herido. Cuando vio a su esposa que lloraba a su lado en la tienda, le dijo: “No llores, ya que no moriré antes de que yo vea la victoria”. Poco después, su tío Hisham entró y anunció el triunfo de los musulmanes. Ikrima pidió ayuda para levantarse porque el Mensajero de Allah había entrado en la tienda, y susurró: “¡Mensajero de Allah! ¿He cumplido la promesa que te di?” y añadió: ¡Haz que muera sometido a Ti y reúneme con los justos! (12:101), y encomendó su alma a Allah.[6]
A lo largo de su vida, el Mensajero de Allah lloró por las desgracias de la humanidad. Convocó sin cesar a la gente a seguir el camino de Allah. Durante sus años en La Meca, anduvo por las calles y visitó las ferias comerciales de los alrededores, esperando que unos cuantos se convirtieran. Los insultos, el escarnio y la tortura no lo hicieron desistir ni una sola vez. Cuando Advierte a los miembros más allegados de tu tribu (26:214) fue revelado, él invitó a sus parientes más cercanos a una comida. Ali relató el evento más tarde:
El Mensajero de Allah invitó a sus familiares a su casa. Después de la comida, se dirigió a ellos: “Allah ha ordenado que yo advierta a mis parientes más cercanos. Vosotros sois la tribu de mis familiares más allegados. No seré capaz de hacer nada por vosotros en el Más Allá a menos que vosotros proclaméis que no hay más dios que Allah”. Al final de su discurso, preguntó quién le apoyaría. Entonces, yo era un muchacho con piernas y brazos débiles. Cuando nadie respondió, dejé a un lado la jarra que tenía en mi mano y declaré: “¡Yo te apoyaré, Mensajero de Allah!” El Mensajero repitió la llamada tres veces, y cada vez tan sólo yo le contesté.[7]
El Mensajero de Allah perseveró en su causa, soportando el escarnio implacable y cada vez más brusco, la degradación, las palizas y la expulsión de los mercados. Él fue incluso apedreado por los niños en Taif.
Sólo en el decimosegundo año de su misión él fue capaz de encontrarse con algunos ciudadanos de Medina en Aqaba (lugar localizado en las afueras de La Meca). Les habló del Islam y ellos lo aceptaron. El año siguiente, 70 personas de Medina abrazaron el Islam en el mismo lugar. Ellos juraron lealtad al Mensajero de Allah y prometieron apoyarlo en el caso de que emigrara a Medina. Él designó a Musab ibn Umayr para enseñarles el Islam. Esto fue el principio de una nueva fase en su vida. Cuando emigró a Medina el año siguiente, al menos un miembro de cada familia se había convertido ya.[8]
Comentarios Adicionales. Un punto importante que destacar es, que a la hora de comunicar el Mensaje, el Profeta estableció un excelente ejemplo de ardor en la orientación de la gente. Los Compañeros hicieron todo lo posible para imitar su técnica. Por ejemplo, el método de Musab ibn Umayr era tan eficaz y sincero que hasta las personas más obstinadas de Medina, como Sad ibn Muaz, se convirtieron al Islam. La reacción inicial de Sad a la tarea de Musab fue severa. Sin embargo cuando éste le pidió cortésmente: “Primero siéntate y escucha. Si tú no estás contento con lo que te voy a decir, siéntete libre de cortarme la cabeza con la espada que tienes en la mano,” la cólera de Sad se apaciguó.Y se despidió de Musab como un nuevo musulmán.
El Mensajero de Allah siguió enviando a Compañeros a las ciudades vecinas. Envió a Talha a Duwmat Al-Yandal, y a Bara ibn Azib a Yemen. Si un Compañero no tuviera éxito, cosa poco frecuente, enviaba a otro en su lugar. Cuando Jalid y Bara no pudieron capturar los corazones de los yemeníes, el Mensajero de Allah envió a Ali. Un poco más tarde, en un plazo breve de tiempo casi todos se hicieron musulmanes.[9]
Otro punto importante es su conducta después del Tratado de Hudaybiya. Algunos Compañeros consideraron que varias condiciones eran deshonrosas para los musulmanes. Sin embargo, en la atmósfera resultante de paz, que acabó con años de alteraciones y guerra, muchos enemigos del Islam reconsideraron el Mensaje. Al fin y al cabo, hasta destacados opositores como Jalid y Amr ibn al-As aceptaron el Islam.[10]
El Mensajero de Allah dio la bienvenida a Jalid con una alabanza: “Me pregunto cómo un hombre tan sensible como tú podría permanecer siendo agnóstico. Yo tenía la firme convicción de que tú aceptarías un día el Islam”.[11] Consoló a Amr ibn al-As, el cual le pidió que rezara para obtener el perdón de Allah, y dijo: “¿No sabes tú que aquellos que aceptan el Islam quedan limpios de todos sus pecados anteriores?”[12]
Después del Tratado de Hudaybiya, el Mensajero de Allah envió cartas a los soberanos de los países vecinos. Él escribió a Negus, el rey de Abisinia:
De Muhammad, el Mensajero de Allah, a Negus Asham, el Rey de Abisinia. ¡La Paz sea sobre usted! En esta ocasión, alabo a Allah, el Soberano, El Único Santo libre de todos los defectos, el Otorgador de seguridad, el Protector de Sus criaturas. Atestiguo que Jesús es un espíritu de Allah, una palabra de Él que Él otorgó sobre María, que era casta, pura y una virgen. Le convoco a abrazar a Allah, Único sin par.[13]
El Mensajero pidió a Negus que se convirtiera con su primer saludo de paz. Ya que Negus era un cristiano, el Mensajero de Allah expresó su creencia en la Profecía de Jesús y afirmó la virginidad y pureza de María, lo que enfatizó el punto en común entre ellos.
Negus recibió la carta y besándola la puso sobre su cabeza en signo de respeto. Después de leerla, aceptó el Islam sin vacilar y dictó lo siguiente a su secretario:
De Negus a Muhammad, el Mensajero de Allah. Atestiguo que usted es el Mensajero de Allah. Si ordenas que yo vaya a su lado, lo haré, pero no estoy en una posición ventajosa para convertir a mis súbditos en musulmanes. ¡Mensajero de Allah, declaro que todo lo que dices es verdadero![14]
Negus fue tan sincero que un día le dijo a sus confidentes: “Prefiero ser siervo de Muhammad que un rey”. Cuando él murió, el Mensajero de Allah realizó los responsorios para él en su ausencia.[15]
La siguiente carta fue enviada a Heraclio, el Emperador de Bizancio:
De Muhammad, servidor de Allah y Su Mensajero, a Heraclio, el más grande de los bizantinos. ¡La paz sea sobre el que sigue el camino! Te invito a entrar en el Islam. Abraza el Islam y asegura la salvación, para que Allah te dé una doble recompensa. Si tú lo rechazas, serás quemado con los pecados de todos aquellos que vuelven la espalda a Allah además del tuyo propio. Di: “¡Gente del Libro! Venid a una palabra común para todos: Adoremos únicamente a Allah, sin asociarle nada y no nos tomemos unos a otros por señores en vez de Allah”. Y si dan la espalda, decid: “¡Sed testigos de que somos Musulmanes!” (3:64)[16]
El Emperador de Bizancio se impresionó tanto con la carta que convocó a su presencia a Abu Sufyan, que en aquel entonces se encontraba en Siria dirigiendo una caravana de mercaderes. Así la siguiente conversación tuvo lugar:
-¿A qué clase social pertenece este hombre?
Tal como Allah manifiesta Su Misericordia a través del calor y la luz del sol, Él manifestó Su Piedad y Compasión hacia la humanidad a través de los Profetas. Eligió a Muhammad, a quien envió como misericordia para todos los mundos, para establecer eternamente el Mensaje de compasión y piedad. Si él no hubiera sido enviado a reanimar y revisar los Mensajes de Profetas anteriores y luego extender aquel conocimiento por todo el mundo, vagaríamos en el desierto aterrador de la incredulidad, el desconcierto y la ignorancia.
Los filósofos, los sociólogos y los psicólogos siempre han buscado respuestas a preguntas vitales tales como: “¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿Cuál es mi destino final? ¿Cuál es el objetivo de la vida? ¿Qué significa nuestra muerte? o ¿Supone la muerte una inexistencia absoluta o sólo una puerta a una vida nueva y eterna?” Todos nosotros luchamos con tales preguntas. Pero sólo por la aclaración de los Profetas podemos encontrar la satisfacción verdadera y la paz mental. Por ellos, entendemos que esta vida terrenal es solamente un apeadero en nuestro viaje perpetuo del mundo de los espíritus al mundo de la eternidad, un campo para ser plantado con semillas para cosechar en el mundo eterno. A este nivel sólo se llega tras pasar temporalmente por el reino de los muertos. Conscientes de esto, quedamos liberados de nuestras ansiedades y el mundo se convierte en un jardín de flores para el esparcimiento y un lugar de reunión de amigos.
Los profetas fueron enviados para comunicar este Mensaje e iluminar el camino a la felicidad en este mundo y el siguiente. Ahora hablaremos de tres puntos, esenciales sobre cómo un Profeta comunica el Mensaje Divino.
Una llamada universal a Allah. Los Profetas trataron con la gente y la vida de una manera holística, apelando al intelecto, la razón, el espíritu y todos los sentidos externos e interiores y los sentimientos de cada persona. Ellos nunca ignoraron o descuidaron ninguna facultad humana.
La posición de un Profeta con relación a la Revelación Divina es similar a la de un cadáver en las manos de un enterrador: El individuo no puede hacer nada por voluntad propia. Allah dirige y guía a un Profeta como es necesario de modo que él pueda conducir a su gente. Sin esta dirección Divina, él no sería capaz de dirigir a nadie. Si él descuidara sus intelectos, el resultado final sería una comunidad de místicos pobres y dóciles. Si descuidara sus corazones o espíritus, reinaría un racionalismo rudimentario carente de cualquier dimensión espiritual. Como cada individuo consta de intelecto, espíritu y cuerpo, a cada una le debe ser asignada su debida parte del Mensaje.
Los seres humanos son activos. Por lo tanto, deberían ser conducidos a aquellas actividades que forman el verdadero objetivo de sus vidas, como ha sido determinado por Allah y comunicado por el Profeta. Allah no creó a la gente sólo para que fueran ermitaños pasivos ni activistas sin razón o espíritu, o racionalistas sin reflexión espiritual y activismo.
Sólo cuando el intelecto, el espíritu, y el cuerpo estén en armonía y la gente esté motivada para actuar por el camino iluminado del Mensaje Divino, podrán ser completos y alcanzar la verdadera humanidad. Todos los Profetas buscaron este objetivo, y aquellos que intentan seguirlos deberían esforzarse en ello: Di (Muhammad): Este es mi camino: llamo (a la gente) a Allah con sabiduría y perspicacia, yo y aquellos que me siguen (12:108).
Un Profeta está totalmente dedicado a su misión y por ello es un altruista que vive para la felicidad y el bien de los otros. Su felicidad se apoya en ver a la gente dedicada a Allah con la esperanza de la salvación, no en aguardando una gran recompensa por sus servicios. Él sabe que su recompensa sólo está con Allah. Este hecho indispensable está enfatizado en el Corán: ¡Oh mi gente! No os pido riqueza a cambio-mi recompensa no viene más que de Allah (11:29).
A los Profetas se les encomendó comunicar el Mensaje Divino. Ellos hicieron todo lo posible, afrontaron muchas desgracias e incluso tormentos con paciencia, cumplieron con sus responsabilidades y luego le dejaron el resultado a Allah. Sabían con plena certeza que sólo Allah logra el resultado deseado. Estos tres fundamentos establecen los principios para todos aquellos que desean llamar a otros al Islam.
El método. Esforzarse constantemente es un rasgo esencial de la transmisión del Mensaje, así como un elemento importante del método profético. Un Profeta siempre está profundamente preocupado en cómo cumplir su deber. Él considera todas las circunstancias posibles y hace todo lo permitido consciente de cuál es su objetivo prioritario. Como él no es el responsable de los resultados, esto se lo deja a Allah. Sabe que por sí mismo no puede lograr que nadie acepte el Mensaje, ya que es solamente un enviado para comunicarlo tan eficazmente como le sea posible: Tú [Muhammad] no puedes dirigirte a quien amas. Allah es, más bien, Quien dirige a quien Él quiere. Él sabe mejor que nadie quiénes son los que siguen la buena dirección (28:56).
Muchos Profetas vivieron sin que nadie a su alrededor aceptara el Mensaje. Sin embargo, ellos no se desanimaron, ni se debilitaron o recurrieron a medios impropios tales como la violencia, el terror o el engaño incluso cuando se enfrentaron con privaciones implacables y torturas. Cuando el Profeta fue herido gravemente en Uhud, algunos Compañeros le pidieron invocar la maldición de Allah sobre el enemigo. En cambio, él rezó por ellos, diciendo: ¡Oh Allah, perdona a mi gente, porque ellos no saben lo que hacen!”[1] Él lo hizo mientras su cara sangraba a borbotones, al igual que una vez había dicho: “Es como si yo viera a un Profeta que, ensangrentada su cara, rezó por su gente: “¡Oh Allah, perdona a mi gente, porque ellos no saben lo que hacen!”
Todos los Profetas reaccionaron del mismo modo a los tormentos e injurias que tuvieron que soportar. Por ejemplo:
Los dignatarios del pueblo de Noé dijeron: “Sí, vemos que estás claramente extraviado”. Él dijo: “¡Pueblo mío! No estoy extraviado, antes bien he sido enviado por el Señor del universo. Os comunico los mensajes de mi Señor y os aconsejo bien. Y sé por Allah lo que vosotros no sabéis” (7:60-62).Los dignatarios del pueblo de Job, que no creían, dijeron: “Vemos que estás loco y creemos que eres un mentiroso”. Y él contestó: “¡Pueblo mío! Ni estoy loco ni miento. Antes bien, soy un mensajero del Señor del universo. Os transmito Sus mensajes y os aconsejo fielmente” (7:66-68).
Nada cambió durante la historia de la Profecía. Los Profetas transmitieron el Mensaje con el único objetivo de lograr la complacencia de Allah. A cada pueblo le fue enviado un Mensajero.
Quien sigue la vía recta, en realidad, la sigue en provecho propio y quien se extravía lo hace, en realidad, en detrimento propio. Nadie cargará con la carga ajena. Nunca hemos castigado sin haber mandado antes a un Mensajero (17:15).Enviamos a cada comunidad un Mensajero (que decía): “Servid a Allah y evitad a las falsas deidades” (16:36).
Después de que le llegara la primera Revelación, el Mensajero de Allah volvió a casa en un estado de gran entusiasmo. Estando envuelto en su capa, Allah le ordenó:
¡Tú ya envuelto en tu manto levántate y anuncia! ¡Ensalza a tu Señor! ¡Limpia tus vestimentas y mantente alejado de toda impureza! ¡No seas partidista buscando las ganancias terrenas! ¡Sé paciente en la espera de gracias divinas! (74:1-7).
Le dijeron también:
¡Oh Tú, envuelto en el manto, permanece rezando por la noche, pero en su totalidad: algo más o menos de la mitad y recita el Corán lenta y claramente! Vamos a depositar en ti palabras de peso (73:1-5).
Cada Profeta comunicó el Mensaje de Allah a su gente sin cansarse ni inmutarse. La dureza de su gente no los desalentó. Por ejemplo:
Noé dijo: “¡Señor! He llamado a mi pueblo noche y día. Mi llamada ha surtido el efecto contrario. Siempre que les llamo para que pidan Tu perdón, se tapan los oídos con las manos, se cubren con la ropa, obstinados en su pecado y se muestran insolentes y altivos. Además, les he llamado abiertamente y les he hablado en público y en privado. Y he dicho: ‘¡Pedid perdón a vuestro Señor-Que es el Indulgente!’” (71:5-10).
Cuando un pueblo rechaza al Profeta que les ha sido enviado e insiste en la incredulidad y la corrupción, la ira de Allah cae sobre ellos. En el Corán se atestigua la existencia de varios pueblos devastados por Allah y que esparció sus ruinas por todo el mundo.
El esfuerzo constante. La comunicación del Mensaje Divino era la característica esencial del Mensajero de Allah. Nos preocupamos cuando tenemos hambre o sed o respiramos con dificultad; él se frustraba si pasaba un sólo día sin poder comunicar el Mensaje Divino. Le afectaba tanto su responsabilidad de guiar a la gente y se sentía tan mal por la incredulidad que Allah le aconsejó que cuidara su salud:-Oh Muhammad-Tal vez te vayas a consumir de tristeza por ellos si no creen en este Mensaje (18:6).
El Mensajero de Allah invitó a todos los mequíes, tanto públicamente como en privado, al camino de Allah. Él llamó a algunos incrédulos, entre ellos Abu Yahl, al menos cincuenta veces. Particularmente deseó la conversión de su tío Abu Talib, ya que él lo había criado y lo había protegido de los politeístas de La Meca. En el decimoprimer año de su Profecía, cuando Abu Talib estaba en su lecho de muerte, el Mensajero de Allah otra vez lo invitó a la creencia. Sin embargo, los jefes mequíes lo rodearon para impedirlo.
Estaba tan triste por la incredulidad de Abu Talib que le dijo: “Pediré perdón a Allah por ti mientras no me prohíban hacerlo”.[2] Un versículo le fue revelado al cabo de un rato, prohibiéndole hacer esto:
El Profeta y los creyentes no deben pedir el perdón de los politeístas, aunque sean parientes suyos, después de haberles aclarado que acabaran su existencia en el fuego del Infierno (9:113).
Abu Bakr, el Compañero más cercano del Profeta, sabía cuánto quería el Mensajero de Allah que su tío creyera. El llevó a su padre anciano, que se hizo musulmán durante el día de la Conquista de La Meca, al Mensajero de Allah y lloró amargamente. Cuando el Profeta le preguntó por qué lo hacía, le explicó: “¡Mensajero de Allah, sabes cuánto quería que mi padre creyera, cumpliéndose finalmente mi deseo, pues mucho más deseé la conversión de Abu Talib, ya que tú así lo querías pero Allah no lo concedió, por eso lloro!”[3]
Uno de los mejores ejemplos de la preocupación del Mensajero por cada uno para creer era su llamada a Wahshi, quién había matado a su tío Hamza en Uhud. Después de la conquista de La Meca, el Mensajero de Allah le invitó a aceptar el Islam. El Wahshi respondió con una carta que incluía los siguientes versículos:
No invocan a otro dios más que a Allah, no matan a nadie que Allah haya prohibido, si no es con justo motivo, no fornican. Quien comete tal hecho, incurre en castigo. El día de la Resurrección se le doblará el castigo y lo sufrirá eternamente humillado (25:68-69).
Después del versículo el Wahshi añadió: “Tú me llamas a aceptar el Islam, pero he cometido todos los errores mencionados allí. He vivido sumergido en la incredulidad, mantuve relaciones sexuales indebidas y, además, maté a tu tío, que era el más querido por ti. ¿Puede realmente tal persona ser perdonada y hacerse un musulmán?”
El Mensajero de Allah le envió una respuesta escrita, conteniendo el siguiente versículo:
Allah no perdona que se Le asocie con deidades falsas pero perdona lo menos grave a quien Él desea. Quien asocia a Allah otra deidad comete un gravísimo error (4:48).
Wahshi devolvió la carta con la excusa de que el perdón prometido en el versículo anterior dependia de la Voluntad Divina. Entonces, el Mensajero de Allah le envió una tercera carta, en la cual el siguiente versículo fue incluido:
Di: “¡Siervos que habéis prevaricado en detrimento propio! ¡No desesperéis de la misericordia de Allah! Allah perdona todos los errores. Él es el Indulgente, el Misericordioso” (39:53).
Por esta correspondencia, el Mensajero de Allah abrió el corazón de Wahshi a la creencia, y Wahshi pudo verse incluido en el versículo mencionado en la última carta. Esta correspondencia permitió a Wahshi arrepentirse sinceramente y hacerse un Compañero.[4] Sin embargo, el martirio de Hamza había afectado al Mensajero de Allah tan profundamente que le susurró a Wahshi: “Intenta no ponerte ante mi vista muy a menudo. Yo podría recordar a Hamza, y sería incapaz de mostrarte el afecto apropiado”.
Wahshi hizo todo lo posible para cumplir con esta petición. Él estaría siempre en un segundo plano e intentaría vislumbrar al Mensajero de Allah con la esperanza de que pudiera permitirle presentarse ante él. Poco después de la muerte del Mensajero de Allah, Wahshi intentó encontrar un modo de expiación por su acto. Cuando la guerra de Yamama estalló contra Musaylima el Mentiroso, él avanzó hacia las líneas del frente con la lanza que había usado para matar a Hamza. En el momento más crítico, vio a Musaylima que estaba tratando de huir. Inmediatamente, arrojó su lanza al impostor y lo mató. Después de esto, Wahshi se postró ante Allah.[5] Con lágrimas en los ojos, era como si dijera: “¡Mensajero de Allah! ¿Permitirás tú ahora que yo me postre ante ti?”
No podemos más que desear que el Mensajero de Allah estuviera presente en espíritu en Yamama y abrazara a Wahshi para mostrar su perdón y total reconocimiento en su noble compañía.
Otro buen ejemplo de la nobleza y el altruismo del Mensajero de Allah, así como su amor por la humanidad y la preocupación por la orientación de la gente, es su aceptación de Ikrima como Compañero. Ikrima era uno de los enemigos más implacables del Islam y del Mensajero, y también un participante activo en todos los complots para derrotarlo. Huyó a Yemen con su esposa durante el día de la conquista de La Meca, mientras muchos de sus compañeros eligieron convertirse al Islam. Su esposa, Umm Hakam, lo convenció de marchar y presentarse ante el Mensajero de Allah y pedirle perdón. A pesar de su hostilidad anterior, el Mensajero de Allah le dio la bienvenida elogiándolo: “¡Bienvenido, jinete emigrante!” Después de la conquista de La Meca, no hubo ninguna “emigración” en el sentido estricto de la palabra; el Mensajero de Allah aludía al largo viaje de Ikrima de Yemen a Medina.
A Ikrima le impresionó profundamente tal nobleza, y le rogó que fuera él quien solicitara el perdón de Allah por sus pecados. Cuando el Mensajero lo hizo así, Ikrima se sintió tan alegre que prometió dedicarse a la causa del Islam el doble de lo que se había dedicado a combatirlo. Ikrima cumplió su promesa en la Batalla de Yarmuk, donde fue herido. Cuando vio a su esposa que lloraba a su lado en la tienda, le dijo: “No llores, ya que no moriré antes de que yo vea la victoria”. Poco después, su tío Hisham entró y anunció el triunfo de los musulmanes. Ikrima pidió ayuda para levantarse porque el Mensajero de Allah había entrado en la tienda, y susurró: “¡Mensajero de Allah! ¿He cumplido la promesa que te di?” y añadió: ¡Haz que muera sometido a Ti y reúneme con los justos! (12:101), y encomendó su alma a Allah.[6]
A lo largo de su vida, el Mensajero de Allah lloró por las desgracias de la humanidad. Convocó sin cesar a la gente a seguir el camino de Allah. Durante sus años en La Meca, anduvo por las calles y visitó las ferias comerciales de los alrededores, esperando que unos cuantos se convirtieran. Los insultos, el escarnio y la tortura no lo hicieron desistir ni una sola vez. Cuando Advierte a los miembros más allegados de tu tribu (26:214) fue revelado, él invitó a sus parientes más cercanos a una comida. Ali relató el evento más tarde:
El Mensajero de Allah invitó a sus familiares a su casa. Después de la comida, se dirigió a ellos: “Allah ha ordenado que yo advierta a mis parientes más cercanos. Vosotros sois la tribu de mis familiares más allegados. No seré capaz de hacer nada por vosotros en el Más Allá a menos que vosotros proclaméis que no hay más dios que Allah”. Al final de su discurso, preguntó quién le apoyaría. Entonces, yo era un muchacho con piernas y brazos débiles. Cuando nadie respondió, dejé a un lado la jarra que tenía en mi mano y declaré: “¡Yo te apoyaré, Mensajero de Allah!” El Mensajero repitió la llamada tres veces, y cada vez tan sólo yo le contesté.[7]
El Mensajero de Allah perseveró en su causa, soportando el escarnio implacable y cada vez más brusco, la degradación, las palizas y la expulsión de los mercados. Él fue incluso apedreado por los niños en Taif.
Sólo en el decimosegundo año de su misión él fue capaz de encontrarse con algunos ciudadanos de Medina en Aqaba (lugar localizado en las afueras de La Meca). Les habló del Islam y ellos lo aceptaron. El año siguiente, 70 personas de Medina abrazaron el Islam en el mismo lugar. Ellos juraron lealtad al Mensajero de Allah y prometieron apoyarlo en el caso de que emigrara a Medina. Él designó a Musab ibn Umayr para enseñarles el Islam. Esto fue el principio de una nueva fase en su vida. Cuando emigró a Medina el año siguiente, al menos un miembro de cada familia se había convertido ya.[8]
Comentarios Adicionales. Un punto importante que destacar es, que a la hora de comunicar el Mensaje, el Profeta estableció un excelente ejemplo de ardor en la orientación de la gente. Los Compañeros hicieron todo lo posible para imitar su técnica. Por ejemplo, el método de Musab ibn Umayr era tan eficaz y sincero que hasta las personas más obstinadas de Medina, como Sad ibn Muaz, se convirtieron al Islam. La reacción inicial de Sad a la tarea de Musab fue severa. Sin embargo cuando éste le pidió cortésmente: “Primero siéntate y escucha. Si tú no estás contento con lo que te voy a decir, siéntete libre de cortarme la cabeza con la espada que tienes en la mano,” la cólera de Sad se apaciguó.Y se despidió de Musab como un nuevo musulmán.
El Mensajero de Allah siguió enviando a Compañeros a las ciudades vecinas. Envió a Talha a Duwmat Al-Yandal, y a Bara ibn Azib a Yemen. Si un Compañero no tuviera éxito, cosa poco frecuente, enviaba a otro en su lugar. Cuando Jalid y Bara no pudieron capturar los corazones de los yemeníes, el Mensajero de Allah envió a Ali. Un poco más tarde, en un plazo breve de tiempo casi todos se hicieron musulmanes.[9]
Otro punto importante es su conducta después del Tratado de Hudaybiya. Algunos Compañeros consideraron que varias condiciones eran deshonrosas para los musulmanes. Sin embargo, en la atmósfera resultante de paz, que acabó con años de alteraciones y guerra, muchos enemigos del Islam reconsideraron el Mensaje. Al fin y al cabo, hasta destacados opositores como Jalid y Amr ibn al-As aceptaron el Islam.[10]
El Mensajero de Allah dio la bienvenida a Jalid con una alabanza: “Me pregunto cómo un hombre tan sensible como tú podría permanecer siendo agnóstico. Yo tenía la firme convicción de que tú aceptarías un día el Islam”.[11] Consoló a Amr ibn al-As, el cual le pidió que rezara para obtener el perdón de Allah, y dijo: “¿No sabes tú que aquellos que aceptan el Islam quedan limpios de todos sus pecados anteriores?”[12]
Después del Tratado de Hudaybiya, el Mensajero de Allah envió cartas a los soberanos de los países vecinos. Él escribió a Negus, el rey de Abisinia:
De Muhammad, el Mensajero de Allah, a Negus Asham, el Rey de Abisinia. ¡La Paz sea sobre usted! En esta ocasión, alabo a Allah, el Soberano, El Único Santo libre de todos los defectos, el Otorgador de seguridad, el Protector de Sus criaturas. Atestiguo que Jesús es un espíritu de Allah, una palabra de Él que Él otorgó sobre María, que era casta, pura y una virgen. Le convoco a abrazar a Allah, Único sin par.[13]
El Mensajero pidió a Negus que se convirtiera con su primer saludo de paz. Ya que Negus era un cristiano, el Mensajero de Allah expresó su creencia en la Profecía de Jesús y afirmó la virginidad y pureza de María, lo que enfatizó el punto en común entre ellos.
Negus recibió la carta y besándola la puso sobre su cabeza en signo de respeto. Después de leerla, aceptó el Islam sin vacilar y dictó lo siguiente a su secretario:
De Negus a Muhammad, el Mensajero de Allah. Atestiguo que usted es el Mensajero de Allah. Si ordenas que yo vaya a su lado, lo haré, pero no estoy en una posición ventajosa para convertir a mis súbditos en musulmanes. ¡Mensajero de Allah, declaro que todo lo que dices es verdadero![14]
Negus fue tan sincero que un día le dijo a sus confidentes: “Prefiero ser siervo de Muhammad que un rey”. Cuando él murió, el Mensajero de Allah realizó los responsorios para él en su ausencia.[15]
La siguiente carta fue enviada a Heraclio, el Emperador de Bizancio:
De Muhammad, servidor de Allah y Su Mensajero, a Heraclio, el más grande de los bizantinos. ¡La paz sea sobre el que sigue el camino! Te invito a entrar en el Islam. Abraza el Islam y asegura la salvación, para que Allah te dé una doble recompensa. Si tú lo rechazas, serás quemado con los pecados de todos aquellos que vuelven la espalda a Allah además del tuyo propio. Di: “¡Gente del Libro! Venid a una palabra común para todos: Adoremos únicamente a Allah, sin asociarle nada y no nos tomemos unos a otros por señores en vez de Allah”. Y si dan la espalda, decid: “¡Sed testigos de que somos Musulmanes!” (3:64)[16]
El Emperador de Bizancio se impresionó tanto con la carta que convocó a su presencia a Abu Sufyan, que en aquel entonces se encontraba en Siria dirigiendo una caravana de mercaderes. Así la siguiente conversación tuvo lugar:
-¿A qué clase social pertenece este hombre?
-A la nobleza.
-¿Alguno de sus antepasados proclamó ser un profeta?
-No.
-¿Hubo un rey entre sus antepasados?
-No.
-¿Sus seguidores proceden de la élite o de la plebe?
-De la plebe.
-¿Ha renegado alguien de su religión después de convertirse?
-Nadie hasta ahora.
-¿Sus seguidores aumentan o disminuyen?
-Ellos aumentan diariamente.
-¿Le has oído alguna vez decir una mentira?
-No, nunca.
-¿Ha faltado a su palabra alguna vez?
-Todavía no, pero no sé si lo hará en el futuro.
Aunque Abu Sufyan era entonces un enemigo implacable del Mensajero de Allah, él dijo la verdad, excepto en sus últimas palabras, que pueden levantar dudas acerca de la fiabilidad del Mensajero. El Emperador se inclinó a reconocer la fe, pero viendo la reacción de los sacerdotes de su entorno, sólo concluyó: “En un futuro próximo, todas estas tierras en las que reposo ahora serán suyas”.[17] Imán Bujari relata que el obispo de la zona aceptó el Islam.[18]
El Mensajero de Allah envió cartas a otros reyes, entre ellos Muqawqis, el soberano de Egipto, que respondió con algunos regalos.[19] Cosroes, el Emperador de Persia hizo pedazos la carta, un incidente que predecía el final de su Imperio, lo que ocurrió durante el califato de Omar.[20]
Cuando Allah ordena a Muhammad comunicar el Mensaje, Él se le dirige como el Mensajero para mostrar que él tiene el grado más alto entre todos los Profetas. Al resto de Profetas se les llama por su nombre; el Mensajero demuestra que él es el principal en la transmisión del Mensaje. La civilización islámica, que está basada en los principios que fueron transmitidos por él, ha atraído y ha asombrado a muchos, de tal modo que un episodio interesante es relatado en Mizanci Murad Tarihi (La Historia por Mizanci Murad): Auguste Comte, el filósofo francés ateo, después de visitar los vestigios de la España Islámica, hizo un breve estudio sobre el Islam. Cuando se enteró de que el Profeta Muhammad era un iletrado, dijo: “Muhammad no fue un dios, pero tampoco fue un ser humano cualquiera”.
Sin embargo, citando a al-Busiri, decimos: “La conclusión a la que llegamos después de toda la información que hemos reunido sobre él es que es un ser humano, pero el mejor de entre toda la creación de Allah”.
Otros puntos importantes. Los tres puntos siguientes son importantes en la transmisión del Mensaje del Islam: la inteligencia, la práctica de lo que se predica y no esperar recompensa alguna.
En primer lugar, la inteligencia debe ser usada para alcanzar a la gente en su mismo nivel. Un hadiz declara: “A nosotros, la comunidad de los Profetas, se nos ordena dirigirnos al pueblo según su nivel de entendimiento”. Aquellos que intentan difundir el Islam deberían saber cómo aproximarse y captar la atención de los no musulmanes. Este punto puede ser ilustrado con muchos ejemplos de la vida del Mensajero de Allah, dos de ellos son:
El Mensajero de Allah ganó el corazón de Omar apreciando su sensatez. Él le dijo a Omar: “No puedo entender cómo un hombre razonable como tú, puede esperar algo de objetos inanimados como las piedras, la madera o el suelo”. Él también inspiró confianza a Omar por su buena conducta. Su veneración comprometida a Allah influyó mucho en Omar, tanto que al final que se encomendó al Mensajero de Allah, y fue tan obediente y respetuoso ante él como un niño educado lo es ante su padre.
Un día, un hombre joven (por lo visto el Yulaybib) pidió al Mensajero de Allah permiso para fornicar, ya que él no podía contenerse. Aquellos que estaban presentes reaccionaron de varias maneras. Unos se mofaron de él, los otros se rasgaron las vestiduras y los otros estuvieron a punto de golpearle. Pero el Profeta compasivo lo atrajo hacia sí y empezó a hablar. Comenzó preguntándole: “¿Dejarías a alguien hacer esto con tu madre?” A lo que el joven contestó: “¡Oh Mensajero de Allah! Por el honor de mi madre y mi padre, nunca lo admitiría”. El Profeta dijo: “Desde luego que nadie aceptaría que su madre participara en un acto tan vergonzoso”.
Entonces continuó preguntando a Yulaybib la misma pregunta, pero sustituyendo hija, esposa, hermana y tía por la madre. Cada vez Yulaybib contestó que él no estaría de acuerdo con tal acto. Hacia el final de esta conversación, Yulaybib había perdido todo deseo de fornicar. Pero el Mensajero de Allah concluyó esta “operación espiritual” con una súplica. Rezó colocando su mano sobre el pecho de Yulaybib: “¡O Allah, perdónale, purifica su corazón y mantén su castidad!”[21]
Yulaybib se hizo un modelo de castidad. Tiempo después se casó con el beneplácito del Mensajero de Allah. Un poco más tarde fue martirizado en una batalla tras matar a siete soldados enemigos. Cuando su cadáver fue encontrado, el Mensajero de Allah puso la mano sobre su rodilla y dijo: “Éste es de mí y yo soy de él”.[22]
El Mensajero de Allah era tan competente y acertado en la educación de la gente que esto es una prueba concluyente de su Profecía. La gente más incivilizada, ordinaria, maleducada, despiadada e ignorante de aquel tiempo fue transformada en los más elogiados guías de la humanidad en un período muy corto de tiempo.
Me pregunto si hasta el grupo más grande y mejor equipado de educadores profesionales, modernos pedagogos, sociólogos, psicólogos y profesores podrían conseguir, en el plazo de cien años, y en cualquier parte del civilizado mundo moderno, ni la centésima parte de lo que el Mensajero de Allah realizó al cabo de 23 años en los desiertos incivilizados de Arabia, hace ahora catorce siglos. Los esfuerzos modernos y las técnicas aplicadas para erradicar un hábito perjudicial tan insignificante como fumar, con apenas éxito, cuando los comparamos con el éxito duradero y permanente del Profeta en la erradicación de tantos hábitos y criterios incorrectos, demuestran que el Profeta Muhammad no tenía parangón en la educación de la gente.
En segundo lugar, aquellos que quieren que sus palabras ejerzan influencia sobre la gente deben practicar lo que predican. Si ellos no lo hacen, ¿cómo pueden esperar tener éxito ya que es conocido que las acciones siempre ejercen más fuerza que las palabras? El Corán es muy explícito en esta materia: ¡Creyentes! ¿Por qué decís lo que no hacéis? Allah detesta mucho que digáis lo que no hacéis (61:2-3).
El Mensajero de Allah era la viva encarnación de su misión. Él era el primero en practicar el Islam, que consistía en demostrar lealtad a Allah y servirLe a Él. Era poco común para aquellos que lo vieron requerir alguna otra prueba para creer en su Profecía. Por ejemplo, Abdallah ibn Salam, el renombrado erudito judío de Medina, creyó en él a primera vista, diciendo: “No puede haber ninguna mentira en este rostro. Alguien con tal presencia no puede ser sino el Mensajero de Allah”.[23]
Abdallah ibn Rawaha, un poeta famoso de aquel tiempo, expresó este hecho en la siguiente copla:
Incluso si él no hubiera venido con signos palpables deManifestación, una sola mirada dirigida a su persona bastaría para inspirar creencia en él.[24]
Aquellos que creyeron en él no eran gente necia o irracional. Entre ellos estaban importantes personas como los cuatro primeros califas (Abu Bakr, Omar, Osman y Ali) todos los cuales administraron un magnífico estado. Ellos eran tan profundos en espiritualidad y creencia que Ali, por ejemplo, una vez dijo: “Si el velo (entre este mundo material y el mundo inmaterial) fuese levantado, mi certeza (en el Invisible) no aumentaría”.[25]
Una razón por la que es amado todavía el Profeta Muhammad profundamente a lo largo de todo el mundo, sin tener en cuenta la propaganda interminable hostil y negativa, y por la cual la gente abraza el Islam diariamente, es que él practicaba lo que predicó. Por ejemplo, invitó a la gente a adorar a Allah sinceramente, y él es el mejor ejemplo de tal adoración. Él pasaría más de la mitad de la noche rezando y llorando, lleno de humildad. Cuando le preguntaron por qué llegaba al extremo de rezar hasta que sus pies se hincharan, sabiendo que estaba libre de todo pecado, él contestó: “¿Debería yo no ser un servidor agradecido a Allah?”[26]
Aisha relató que una noche él le pidió permiso para levantarse y rezar. Él era tan atento a los derechos de sus esposas que pedía su permiso para practicar rezos supererogatorios. Rezó hasta el amanecer y derramó lágrimas. Él frecuentemente recitaba los siguientes versículos:
En la creación de los Cielos y la Tierra, la alternancia de los días y las noches, hay signos para aquellos de entendimiento. Los que recuerdan a Allah de pie, sentados y acostados y reflexionan sobre la creación de los Cielos y la tierra: “¡Señor nuestro, no creaste todo esto en vano! ¡Gloria a Ti, protégenos del castigo del fuego! ¡Señor nuestro! Es cierto que a quien pongas en el fuego, lo habrás degradado. Y no hay quien auxilia a los injustos. ¡Señor nuestro! Hemos oído a alguien que llamaba a creer: ¡Creed en vuestro Señor! Y hemos creído. ¡Señor nuestro! Perdónanos nuestras faltas, cubre nuestras malas acciones y llévanos, a morir, en compañía de los justos. ¡Señor nuestro! Danos lo que nos has prometido con tus mensajeros y no nos desprecies el Día de la Resurrección; Tú nunca faltas a Tu promesa” (3:190-94).[27]
Otra vez Aisha relató:
Me desperté una noche y no pude ver al Mensajero de Allah a mi lado. Como era celosa y por miedo a que él hubiera ido con otra de sus esposas, me levanté. Cuando acabé de levantarme de la cama, mi mano tocó su pie. Noté que él se postraba y rezaba: “¡Oh Allah! De Tu ira me refugio en Tu misericordia y de Tu castigo en Tu perdón; también busco refugio de Ti en Ti. No puedo elogiarte como Tú Te elogias”.[28]
Su vida era tan sencilla que una vez Omar le dijo: “¡Oh Mensajero de Allah! Los reyes duermen en colchones de pluma, mientras que tú estás acostado sobre una dura estera. Eres el Mensajero de Allah y por ello mereces una vida mejor más que nadie”. El Mensajero de Allah contestó: “¿No convienes en pensar que los lujos de este mundo deberían ser suyos y aquellos del Más Allá los nuestros?”[29] El Mensajero de Allah vivió para y por los demás. Él deseó una vida próspera y cómoda para su comunidad, a condición de que ésta no fuera pervertida por atracciones mundanas, aunque él vivió una vida sencilla.
En tercer lugar, el Mensajero de Allah, como todos los Profetas, no esperaba ninguna recompensa por realizar su misión. Sufrió hambre, sed y pasó otras tantas privaciones. Lo forzaron a exiliarse y fue objetivo de asaltos y trampas. Aguantaba todo esto simplemente por la complacencia y el agrado de Allah y el bien de toda la humanidad. Abu Hurayra una vez lo vio rezar mientras estaba sentado y le preguntó si estaba enfermo. La respuesta del Mensajero le hizo llorar: “Tengo hambre, Abu Hurayra. El hambre me quita todas las fuerzas para poder levantarme y rezar”.[30] El hambre era un rasgo común de la vida musulmana. Una noche, el Mensajero de Allah, Abu Bakr y Omar se encontraron el uno al otro de improviso fuera. Cuando se preguntaron mutuamente por qué estaban fuera, todos contestaron: “El hambre”.[31]
Aunque la mayor parte de sus Compañeros se enriquecieron en los siguientes años, el Mensajero y su familia nunca cambiaron su modo de vida sencilla. Fátima, la única hija que le quedaba, hacía todas las tareas de la casa sola. Una vez, cuando los cautivos fueron distribuidos en Medina, ella pidió una sirvienta a su padre. Él contestó:
¡Hija mía! No puedo darte nada antes de que yo satisfaga las necesidades de las personas del Suffa.[32] Sin embargo, déjame enseñarte algo que es mejor para ti que tener una sirvienta. Cuando te vayas a dormir, di: “¡Gloria a Allah, Alabado sea Allah, Allah es Grande!” 33 veces cada una. (Algunos hadices dicen que la última frase debería ser recitada 34 veces). Esto es lo mejor para tu próxima vida.[33]
Un día él la vio llevando una pulsera (o un collar, según otra versión) y le advirtió: “¡Oh hija mía!, quieres que la gente diga que mi hija lleva puesto un anillo del Fuego del Infierno? ¡Quítatelo inmediatamente!”[34]
Además de no aceptar ninguna ventaja mundana, el Mensajero de Allah aguantó muchas torturas. Él fue golpeado y dejado sobre la tierra cubierto de polvo a menudo, y sólo Fátima corría en su ayuda. Una vez que estaba siendo golpeado en la Kaba, Abu Bakr corrió para ayudarle, gritando a aquellos que le golpeaban: “¿Vais a matar a un hombre porque dice: ‘Mi Señor es Allah?’”.[35]
Aunque Abu Sufyan era entonces un enemigo implacable del Mensajero de Allah, él dijo la verdad, excepto en sus últimas palabras, que pueden levantar dudas acerca de la fiabilidad del Mensajero. El Emperador se inclinó a reconocer la fe, pero viendo la reacción de los sacerdotes de su entorno, sólo concluyó: “En un futuro próximo, todas estas tierras en las que reposo ahora serán suyas”.[17] Imán Bujari relata que el obispo de la zona aceptó el Islam.[18]
El Mensajero de Allah envió cartas a otros reyes, entre ellos Muqawqis, el soberano de Egipto, que respondió con algunos regalos.[19] Cosroes, el Emperador de Persia hizo pedazos la carta, un incidente que predecía el final de su Imperio, lo que ocurrió durante el califato de Omar.[20]
Cuando Allah ordena a Muhammad comunicar el Mensaje, Él se le dirige como el Mensajero para mostrar que él tiene el grado más alto entre todos los Profetas. Al resto de Profetas se les llama por su nombre; el Mensajero demuestra que él es el principal en la transmisión del Mensaje. La civilización islámica, que está basada en los principios que fueron transmitidos por él, ha atraído y ha asombrado a muchos, de tal modo que un episodio interesante es relatado en Mizanci Murad Tarihi (La Historia por Mizanci Murad): Auguste Comte, el filósofo francés ateo, después de visitar los vestigios de la España Islámica, hizo un breve estudio sobre el Islam. Cuando se enteró de que el Profeta Muhammad era un iletrado, dijo: “Muhammad no fue un dios, pero tampoco fue un ser humano cualquiera”.
Sin embargo, citando a al-Busiri, decimos: “La conclusión a la que llegamos después de toda la información que hemos reunido sobre él es que es un ser humano, pero el mejor de entre toda la creación de Allah”.
Otros puntos importantes. Los tres puntos siguientes son importantes en la transmisión del Mensaje del Islam: la inteligencia, la práctica de lo que se predica y no esperar recompensa alguna.
En primer lugar, la inteligencia debe ser usada para alcanzar a la gente en su mismo nivel. Un hadiz declara: “A nosotros, la comunidad de los Profetas, se nos ordena dirigirnos al pueblo según su nivel de entendimiento”. Aquellos que intentan difundir el Islam deberían saber cómo aproximarse y captar la atención de los no musulmanes. Este punto puede ser ilustrado con muchos ejemplos de la vida del Mensajero de Allah, dos de ellos son:
El Mensajero de Allah ganó el corazón de Omar apreciando su sensatez. Él le dijo a Omar: “No puedo entender cómo un hombre razonable como tú, puede esperar algo de objetos inanimados como las piedras, la madera o el suelo”. Él también inspiró confianza a Omar por su buena conducta. Su veneración comprometida a Allah influyó mucho en Omar, tanto que al final que se encomendó al Mensajero de Allah, y fue tan obediente y respetuoso ante él como un niño educado lo es ante su padre.
Un día, un hombre joven (por lo visto el Yulaybib) pidió al Mensajero de Allah permiso para fornicar, ya que él no podía contenerse. Aquellos que estaban presentes reaccionaron de varias maneras. Unos se mofaron de él, los otros se rasgaron las vestiduras y los otros estuvieron a punto de golpearle. Pero el Profeta compasivo lo atrajo hacia sí y empezó a hablar. Comenzó preguntándole: “¿Dejarías a alguien hacer esto con tu madre?” A lo que el joven contestó: “¡Oh Mensajero de Allah! Por el honor de mi madre y mi padre, nunca lo admitiría”. El Profeta dijo: “Desde luego que nadie aceptaría que su madre participara en un acto tan vergonzoso”.
Entonces continuó preguntando a Yulaybib la misma pregunta, pero sustituyendo hija, esposa, hermana y tía por la madre. Cada vez Yulaybib contestó que él no estaría de acuerdo con tal acto. Hacia el final de esta conversación, Yulaybib había perdido todo deseo de fornicar. Pero el Mensajero de Allah concluyó esta “operación espiritual” con una súplica. Rezó colocando su mano sobre el pecho de Yulaybib: “¡O Allah, perdónale, purifica su corazón y mantén su castidad!”[21]
Yulaybib se hizo un modelo de castidad. Tiempo después se casó con el beneplácito del Mensajero de Allah. Un poco más tarde fue martirizado en una batalla tras matar a siete soldados enemigos. Cuando su cadáver fue encontrado, el Mensajero de Allah puso la mano sobre su rodilla y dijo: “Éste es de mí y yo soy de él”.[22]
El Mensajero de Allah era tan competente y acertado en la educación de la gente que esto es una prueba concluyente de su Profecía. La gente más incivilizada, ordinaria, maleducada, despiadada e ignorante de aquel tiempo fue transformada en los más elogiados guías de la humanidad en un período muy corto de tiempo.
Me pregunto si hasta el grupo más grande y mejor equipado de educadores profesionales, modernos pedagogos, sociólogos, psicólogos y profesores podrían conseguir, en el plazo de cien años, y en cualquier parte del civilizado mundo moderno, ni la centésima parte de lo que el Mensajero de Allah realizó al cabo de 23 años en los desiertos incivilizados de Arabia, hace ahora catorce siglos. Los esfuerzos modernos y las técnicas aplicadas para erradicar un hábito perjudicial tan insignificante como fumar, con apenas éxito, cuando los comparamos con el éxito duradero y permanente del Profeta en la erradicación de tantos hábitos y criterios incorrectos, demuestran que el Profeta Muhammad no tenía parangón en la educación de la gente.
En segundo lugar, aquellos que quieren que sus palabras ejerzan influencia sobre la gente deben practicar lo que predican. Si ellos no lo hacen, ¿cómo pueden esperar tener éxito ya que es conocido que las acciones siempre ejercen más fuerza que las palabras? El Corán es muy explícito en esta materia: ¡Creyentes! ¿Por qué decís lo que no hacéis? Allah detesta mucho que digáis lo que no hacéis (61:2-3).
El Mensajero de Allah era la viva encarnación de su misión. Él era el primero en practicar el Islam, que consistía en demostrar lealtad a Allah y servirLe a Él. Era poco común para aquellos que lo vieron requerir alguna otra prueba para creer en su Profecía. Por ejemplo, Abdallah ibn Salam, el renombrado erudito judío de Medina, creyó en él a primera vista, diciendo: “No puede haber ninguna mentira en este rostro. Alguien con tal presencia no puede ser sino el Mensajero de Allah”.[23]
Abdallah ibn Rawaha, un poeta famoso de aquel tiempo, expresó este hecho en la siguiente copla:
Incluso si él no hubiera venido con signos palpables deManifestación, una sola mirada dirigida a su persona bastaría para inspirar creencia en él.[24]
Aquellos que creyeron en él no eran gente necia o irracional. Entre ellos estaban importantes personas como los cuatro primeros califas (Abu Bakr, Omar, Osman y Ali) todos los cuales administraron un magnífico estado. Ellos eran tan profundos en espiritualidad y creencia que Ali, por ejemplo, una vez dijo: “Si el velo (entre este mundo material y el mundo inmaterial) fuese levantado, mi certeza (en el Invisible) no aumentaría”.[25]
Una razón por la que es amado todavía el Profeta Muhammad profundamente a lo largo de todo el mundo, sin tener en cuenta la propaganda interminable hostil y negativa, y por la cual la gente abraza el Islam diariamente, es que él practicaba lo que predicó. Por ejemplo, invitó a la gente a adorar a Allah sinceramente, y él es el mejor ejemplo de tal adoración. Él pasaría más de la mitad de la noche rezando y llorando, lleno de humildad. Cuando le preguntaron por qué llegaba al extremo de rezar hasta que sus pies se hincharan, sabiendo que estaba libre de todo pecado, él contestó: “¿Debería yo no ser un servidor agradecido a Allah?”[26]
Aisha relató que una noche él le pidió permiso para levantarse y rezar. Él era tan atento a los derechos de sus esposas que pedía su permiso para practicar rezos supererogatorios. Rezó hasta el amanecer y derramó lágrimas. Él frecuentemente recitaba los siguientes versículos:
En la creación de los Cielos y la Tierra, la alternancia de los días y las noches, hay signos para aquellos de entendimiento. Los que recuerdan a Allah de pie, sentados y acostados y reflexionan sobre la creación de los Cielos y la tierra: “¡Señor nuestro, no creaste todo esto en vano! ¡Gloria a Ti, protégenos del castigo del fuego! ¡Señor nuestro! Es cierto que a quien pongas en el fuego, lo habrás degradado. Y no hay quien auxilia a los injustos. ¡Señor nuestro! Hemos oído a alguien que llamaba a creer: ¡Creed en vuestro Señor! Y hemos creído. ¡Señor nuestro! Perdónanos nuestras faltas, cubre nuestras malas acciones y llévanos, a morir, en compañía de los justos. ¡Señor nuestro! Danos lo que nos has prometido con tus mensajeros y no nos desprecies el Día de la Resurrección; Tú nunca faltas a Tu promesa” (3:190-94).[27]
Otra vez Aisha relató:
Me desperté una noche y no pude ver al Mensajero de Allah a mi lado. Como era celosa y por miedo a que él hubiera ido con otra de sus esposas, me levanté. Cuando acabé de levantarme de la cama, mi mano tocó su pie. Noté que él se postraba y rezaba: “¡Oh Allah! De Tu ira me refugio en Tu misericordia y de Tu castigo en Tu perdón; también busco refugio de Ti en Ti. No puedo elogiarte como Tú Te elogias”.[28]
Su vida era tan sencilla que una vez Omar le dijo: “¡Oh Mensajero de Allah! Los reyes duermen en colchones de pluma, mientras que tú estás acostado sobre una dura estera. Eres el Mensajero de Allah y por ello mereces una vida mejor más que nadie”. El Mensajero de Allah contestó: “¿No convienes en pensar que los lujos de este mundo deberían ser suyos y aquellos del Más Allá los nuestros?”[29] El Mensajero de Allah vivió para y por los demás. Él deseó una vida próspera y cómoda para su comunidad, a condición de que ésta no fuera pervertida por atracciones mundanas, aunque él vivió una vida sencilla.
En tercer lugar, el Mensajero de Allah, como todos los Profetas, no esperaba ninguna recompensa por realizar su misión. Sufrió hambre, sed y pasó otras tantas privaciones. Lo forzaron a exiliarse y fue objetivo de asaltos y trampas. Aguantaba todo esto simplemente por la complacencia y el agrado de Allah y el bien de toda la humanidad. Abu Hurayra una vez lo vio rezar mientras estaba sentado y le preguntó si estaba enfermo. La respuesta del Mensajero le hizo llorar: “Tengo hambre, Abu Hurayra. El hambre me quita todas las fuerzas para poder levantarme y rezar”.[30] El hambre era un rasgo común de la vida musulmana. Una noche, el Mensajero de Allah, Abu Bakr y Omar se encontraron el uno al otro de improviso fuera. Cuando se preguntaron mutuamente por qué estaban fuera, todos contestaron: “El hambre”.[31]
Aunque la mayor parte de sus Compañeros se enriquecieron en los siguientes años, el Mensajero y su familia nunca cambiaron su modo de vida sencilla. Fátima, la única hija que le quedaba, hacía todas las tareas de la casa sola. Una vez, cuando los cautivos fueron distribuidos en Medina, ella pidió una sirvienta a su padre. Él contestó:
¡Hija mía! No puedo darte nada antes de que yo satisfaga las necesidades de las personas del Suffa.[32] Sin embargo, déjame enseñarte algo que es mejor para ti que tener una sirvienta. Cuando te vayas a dormir, di: “¡Gloria a Allah, Alabado sea Allah, Allah es Grande!” 33 veces cada una. (Algunos hadices dicen que la última frase debería ser recitada 34 veces). Esto es lo mejor para tu próxima vida.[33]
Un día él la vio llevando una pulsera (o un collar, según otra versión) y le advirtió: “¡Oh hija mía!, quieres que la gente diga que mi hija lleva puesto un anillo del Fuego del Infierno? ¡Quítatelo inmediatamente!”[34]
Además de no aceptar ninguna ventaja mundana, el Mensajero de Allah aguantó muchas torturas. Él fue golpeado y dejado sobre la tierra cubierto de polvo a menudo, y sólo Fátima corría en su ayuda. Una vez que estaba siendo golpeado en la Kaba, Abu Bakr corrió para ayudarle, gritando a aquellos que le golpeaban: “¿Vais a matar a un hombre porque dice: ‘Mi Señor es Allah?’”.[35]
[1] Qadi Iyaz, “Shifa’al-Sharif,” 1:105; Bujari, “Anbiya” 54; Muslim, “Yihad,” 105.
[2] Ibn Kazir, “Al-Bidaya” 3:153.
[3] Ibn Hisham, “Sira,” 4:48; Ibn Hanbal, 3:160; Ibn Jayar, “Al-Isaba,”
[4] Hayzami, “Majma al-Zavaid” 7:100-1.
[5] Bujari, “Maghazi,” 21; Ibn Hisham, “Sira,” 3:76-77
[6] Hakim, “Mustadrak” 3:241-43; Ibn Hajar, “Al-Isaba” 2:496.
[7] Ibn Hanbal, 1:159; Hayzami, 8:302-3.
[8] Ibn Hisham, “Sira” 2:73.
[9] Ibn Kazir, “Al-Bidaya” 5:120-1.
[10] Ibid., 4:272.
[11] Ibid., 4:273.
[12] Ibid., 4:271.
[13] Ibid., 3:104.
[14] Ibid., 3:105.
[15] Bujari, “Yana’iz” 4:65; Muslim, “Yana’iz” 62-67.
[16] Bujari, “Bad’u al-Wahy,” 6.
[17] Ibid.
[18] Ibid.
[19] Ibn Kazir, “Al-Bidaya” 5:324.
[20] Bujari, “Ilm,” 7:1; Ibn Hanbal, 1:243
[21] Ibn Hanbal, 5:256-7.
[22] Muslim, “Faza’il al-Sahaba,” 131.
[23] Ibn Hisham, “Sira” 163-4.
[24] Said al-Hawwa, “Al-Rasul” 1:9; Para otra versión diferente véase Ibn Jayar, “Al-Isaba” 2:307.
[25] Ali al-Qari, “Al-Asrar al-Marfu’a,” 286.
[26] Bujari, “Tahayyud” 6; Muslim, “Munafiqin” 81.
[27] Ibn Kathir, Tafsir, 2:164.
[28] Muslim, “Salat” 221-2; Abu David, “Salat” 148, “Witr” 4
[29] Bujari, “Tafsir” 287; Muslim, “Talaq” 31.
[30] Abu Nu’ayn, “Hilya,” 7:107; Hindi, “Kanz al-’Ummal,“ 1:199.
[31] Muslim, “Ashriba” 140.
[32] Lugar de la Mezquita del Profeta donde los musulmanes más pobres solían reunirse y pernoctar.
[33] Bujari, “Faza’il al-Sahaba,” 9.
[34] Nasa’i, “Zinat,” 39.
[35] Bujari, “Fada’il al-Sahaba,” 5; Ibn Hanbal, 2:205
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